El confinamiento por la emergencia sanitaria ha comenzado hace tres días. Elsa, como acostumbra en los últimos meses, se monta en la bici para ir a hacer la compra a la ciudad. Durante el recorrido es insultada por un conductor. En los días siguientes, se sucederán los incidentes con la policía, con los ciudadanos erigidos en vigilantes temibles, incluso con su marido... Una sensación de soledad absoluta, de aislamiento extremo, se apodera de ella: el mundo se ha vuelto extraño y su mundo aún más. Entre la desesperación y la rabia, solo la compañía de su pequeña perra le aporta algún momento de tranquilidad. Paseándola en una ocasión por la urbanización donde vive, Elsa acaba adentrándose en un bosque cercano y descubre un lugar maravilloso. Cada mañana penetra un poco más en la espesura, hasta que un día encuentra a un grupo de personas que cambiará su vida para siempre. Juntas intentarán iniciar un proyecto de vida diferente en una isla, la isla de Termin.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy te presentamos a Carlos Fueyo Tirado.
Filólogo, profesor y escritor. Además de su participación en diversos volúmenes colectivos de poesía, ha publicado el libro de poemas Vivir de cine, el relato autobiográfico real «Diario de un insumiso preso» y una novela breve, Meta. Con su última obra, Una flor en la avalancha, ganó el XVII Premio de Narrativa Femenina «Princesa Galiana», convocado por el Excmo. Ayuntamiento de Toledo.
«Quizá para mucha gente, quizá para ti, el mundo se convirtió en un lugar hostil a raíz de la pandemia provocada por el Covid-19. Para otra gran cantidad de personas el mundo, la vida ya eran hostiles: seguirán siéndolo. La emergencia sanitaria, una realidad que afectó -que afecta- a todo el planeta, paradójicamente llevó al extremo la creciente tendencia al individualismo, al sálvese quien pueda, a la preocupación exclusiva por el mundo propio. Sin embargo, existen otros mundos, y muchos miles más son posibles. Elsa, a quien tuve la ocasión de conocer muy bien, descubrió la posibilidad de uno de ellos; descubrió la posibilidad de escapar del yo y de vivir con el nosotros. Fue en una isla, la isla que se pretendió menos aislada. Yo estuve allí, en la isla de Termin. Quizá también a ti te gustaría conocerla…».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«Elsa escuchó las palabras con claridad porque el coche había ralentizado la marcha y se había puesto en paralelo a ella durante un momento. También pudo ver el gesto de desprecio en la cara del conductor, a pesar de que la carretera iniciaba el pronunciado descenso hacia Lodio y era difícil apartar la vista del asfalto más de un instante. El coche dio después un ruidoso acelerón y desapareció a lo lejos al trazar la primera curva. Aquellas palabras se le quedarían retumbando en la cabeza todo el día, hasta el segundo de antes de dormirse. "Zorra, bájate de la bicicleta y enciérrate en la cocina". En realidad, se le quedarían grabadas para siempre.
Desde hacía unos meses, estos paseos en bici a la ciudad se habían convertido en uno de los mejores momentos del día. Hacía la compra, tomaba un té en la amplia terraza de la cafetería Tívoli, donde en ocasiones quedaba con alguna amiga, y volvía a subir a la urbanización después de colocar la compra en la cesta de metal adosada al manillar de la bici. Sin embargo, aquella mañana, desconcertada aún por la novedosa situación y, sobre todo, muy nerviosa a causa del incidente vivido, regresó a casa sin disfrutar siquiera del trayecto en bicicleta, porque del té había tenido que prescindir: los bares y restaurantes estaban ya cerrados debido a las medidas decretadas.
Era el tercer día después de la orden de confinamiento. La adaptación de la gente a aquellas normas restrictivas le había parecido a Elsa inusitadamente rápida. Pero más asombrosa le había resultado la conversión de casi todo el mundo en incondicional adepto, en vigilante implacable del cumplimiento del estado de excepción.
En los primeros momentos, si el ciudadano ejemplar consideraba que alguien se estaba saltando las normas, solía hacer un gesto de repetida negación con la cabeza en señal de reprobación, como si el presunto infractor fuese un niño pequeño sorprendido en una travesura sin gracia. Pero muy pronto los gestos se tornaron en insultos e incluso en agresiones. Elsa lo había escuchado en la radio y ahora tenía ocasión de comprobarlo por sí misma.
Entró en casa con la urgencia de contarle a su marido lo que le había sucedido. Santi veía la televisión tumbado en el sofá».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y Carlos Fueyo vea publicada su obra.