Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Ricardo, con veinticinco años y amigo del dinero fácil, había encontrado la forma de ganarlo: trapicheaba con droga. Tiene diez clientes fijos que quieren recibir la dosis en su propia casa. Cuando agota sus reservas tiene que comprar más a su proveedor habitual.
Pero aquel día, cuando está reponiendo en el piso donde el “camello” le vende la droga, un extraño, violento e inesperado suceso le permite adueñarse de mucha cocaína y pastillas. Enterado el capo manda tras él a dos sicarios para que la recuperen como sea. Ricardo sabe que está sentenciado. No cejarán hasta darle caza. Una trepidante persecución se inicia, tiene que huir.
Maldita droga sumerge al lector y lectora en una emocionante complicidad con Ricardo que le hace sufrir hasta el sorprendente desenlace final.
F.P.Gurin, Barcelona 1949. Analista y programador de Sistemas Informáticos. Experto en lenguajes FORTRAN, COBOL y RPGII. A los treinta años fundó y dirigió durante veinte años una empresa dedicada a la venta de equipos I.B.M. (hardware) y a su programación (software) ganando varios premios a la gestión comercial. Titulado en Markéting por la Escuela Superior de Management de Barcelona (ESMA) fue fichado por una importante empresa multinacional de la escritura, lo que le permitió como director comercial viajar por toda España. En 2015 escribió y editó (Punto Rojo) su primera novela El Ajedrez y la Venta para divulgar sus experiencias en el mundo de la venta. Además, y ya en el ámbito de la ficción, ha escrito Un Maldito Embrollo, La Estrategia, Maldito Ordenador, Una Mala Decisión, 8 Relatos con final sorprendente.
«En mis conferencias dadas en escuelas e institutos, reservo siempre los diez últimos minutos para lanzar un claro mensaje a los oyentes: leer. La lectura está por encima del cine, e Internet. Cuando lees, creas con tu imaginación el aspecto de los personajes y te conviertes en crítico de la situación. Leer nos hace libres y nos proporciona el criterio suficiente para no dejarnos engañar por nadie. Por otro lado, la distracción está garantizada. Yo he sido médico, espía, policía, ladrón, sacerdote, cocinero, piloto de avión; y un larguísimo etcétera, tan largo como todos los protagonistas de mis múltiples lecturas. Ahora os propongo que, leyendo Maldita Droga, os convirtáis en un traficante sin recursos que huye de una muerte cierta. La emoción está garantizada y el final: sorprendente».
«De mala manera se sacaron la ropa y los zapatos. Quedaron indefensos frente a Nelson que sonreía ante la escena.
Milagros, con las manos en jarra, sin miedo y mucha rabia contenida, esperaba la siguiente orden.
—Y ahora largaos, no tardaréis en llegar a la carretera principal. ¡Venga, altoque!Rápido, antesde que mearrepienta.
Iniciaron la marcha. Miraban dónde pisaban para no hacerse daño en la planta de los pies. La escena era cómica.
Nelson los observó sonriente hasta que desaparecieron en la distancia.
“Al menos tardarán una hora en llegar a la carretera. Suficiente” pensó. Luego, giró sobre sí mismo y se dirigió de nuevo hacia la trasera de la ambulancia. Sacó la pistola del bolsillo y quitó el seguro; suspiró. Nunca le gustaba matar a sangre fría, era un soldado y no rehuía el combate, pero aquello…
La puerta de la ambulancia estaba entreabierta, Nelson la acabó de abrir con la mano libre. Entonces, en menos de una décima de segundo, ocurrieron dos cosas. Primera: el instinto innato adquirido en mil situaciones peligrosas, le avisó de que algo no estaba bien: la puerta. La había cerrado de golpe al irse y ahora estaba entreabierta: ¡peligro! Segunda: Ricardo, desde el interior, pegó un puntapié en una de las jambas y la abrió de golpe. Nelson, que no se lo esperaba, retrocedió un paso para evitar el golpe. Entonces, Ricardo, con un rápido movimiento de su mano derecha, acercó a pocos centímetros de los ojos de Nelson un espray de Réflex y con el dedo índice apretó con rabia el regulador que suministraba el irritante líquido. Utilizado para calentar la piel y aliviar el dolor muscular, el antiinflamatorio tenía entre sus componentes varias sustancias altamente urticantes.
—¡¡¡ Aggghhh!!!
Nelson retrocedió enloquecido por el intensísimo dolor. Los ojos le ardían. Ricardo, saltó fuera de la ambulancia y se quedó paralizado ante la escena.
Se imaginó el sufrimiento del hombre.
El mercenario, a pesar de todo, se tapó con una mano los maltrechos ojos y con la otra sacó del bolsillo la pistola, empezando a disparar en todas direcciones con la intención de acertar a Ricardo fuera donde fuera e impedir que se le acercase. Ricardo, agachándose, empezó a reptar lejos del alcance del arma. Aunque disparaba sin ton ni son, no dejaba de ser muy peligroso, podía alcanzarle una bala perdida. No paró hasta situarse detrás de la ambulancia, parapetado tras la carrocería. Allí estaba a salvo. Esperó.
Nelson acabó con todo el cargador. Un clic le avisó de que la pistola estaba descargada. Con extrema furia lanzó el arma lejos de él.
Ricardo aprovechó la situación. Nelson se frotaba los ojos en el afán de recuperar la visión. No esperó más, se puso en pie y con paso raudo, se metió en la ambulancia frente al volante. Con la mano buscó la llave de arranque. “Mierda, no está, mierda, mierda”».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y F.P. Gurin os lo agradeceremos.