Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Un tiempo después de haber sido reveladas las identidades de Alejandro y nuestra protagonista, Elena Suárez, ella consigue obtener revelaciones importantes que conducirán por un nuevo camino su vida.
Un conflicto entre ambos implica a sus hermandades y provoca un cambio importante que va a desencadenar un profundo cambio en la oscuridad de la noche. A pesar del peligro de esta aventura, Alejandro y Elena aceptarán el reto que supone para la región de Nápoles, pero también para la pesadilla que les espera.
Sara María González Ruiz es una escritora de la ciudad de Sevilla, donde cursó sus estudios de Magisterio. Aprendió a leer desde temprana edad con los libros de su padre sobre cultura sevillana, y a día de hoy, sus lecturas vuelan por todos los géneros literarios, aunque su favorito sigue siendo el romántico (no consigue encontrar placer en los libros de cocina). En la actualidad, trabaja como coordinadora en el sector ocio educativo, aunque su vocación es hacer sonreír mediante metodologías novedosas a los pequeños.
Vive enamorada de su tierra, Andalucía. Es fiel a las tradiciones más populares de la ciudad hispalense (escribió y pronunció un pregón juvenil en 2012) y a su vez es una otaku/friki del multiverso.
La explosión diaria que padece de creatividad, la vuelca tanto en su trabajo como en su tiempo libre. Participa en concursos literarios diariamente, hecho que le llevó a poder publicar su primer libro, Secretos en la Noche, preludio de Verdades en la Noche.
Para Sara, la escritura y lectura es la mejor terapia que puede existir para el alma herida.
«Gracias querido lector, por volver a elegirme, por volver a retomar las aventuras de Elena y su proceso de madurez entre mis páginas. Espero que disfrutes durante un rato de una lectura amena y divertida. Te recomiendo que te des una apacible ducha, te sirvas una bebida, te pongas música y te sientes con tu libro en el sofá a la luz de unas buenas velas. Así encontrarás tu momento en el día».
«—Hijo de pu…
—Exacto. Literal
Oyó en su oreja mientras la agarraba por la cintura con ambas manos. Gritó por el susto hasta desgarrarse la garganta.
—Vamos acabar esto.
—¿Vas a matarme?
—Prefiero la tortura…
Elena estaba intentando ser resolutiva pero a la vez estaba quedándose sin balas que lanzar. Tenía que…
—Prefiero morir antes que caer en tus manos.
—¿Seguro?
Comenzaba a cansarse de todo. Estaba perdiendo esperanzas de salir bien de todo esto.
—Para que te entregue la pulsera, vas a matarme. Porque si no lo haces, lo haré yo con toda tu hermandad. He empezado con Jhoel, pero seguirán más… Ya he elegido mi sitio y es lo que ves.
Elena se puso la pulsera. Pero esta vez, algo cambió. La había usado muchas veces, pero nunca había pesado tanto. Ni le había hecho sentir un subidón tan fuerte como el que sentía. Y calor. Excesivo.
De su mano salió una luz blanca descomunal. La cruz de su colgante se encendió de la misma manera, contagiada por la luz de la pulsera.
Alejandro salió disparado hacia fuera de la cabaña.
Elena se quedó fija en su sitio. Su melena levitaba de manera hipnótica. La luz brillaba alrededor de ella de manera inquietante. Y su pelo… Su pelo era de un blanco vetado en oro. Mechones de oro bailaban cerca de su rostro.
Un nuevo fogonazo de luz hizo explotar la cabaña. En medio de esa fuente de poder, estaba ella.
Alejandro se levantó y pudo ver astillas clavadas en sus brazos. Cortes superficiales que notaba sangrando en su cara. Su ropa estaba destrozada. Había caído por los escalones. Y la cabaña… La entrada tenía un enorme boquete causado por el rayo de luz.
Se recompuso y buscó a Elena. Cuando la encontró, parecía que estaba viendo una aparición celestial. Poco a poco se apagó la luz que la iluminaba. Pero su mano… La muñeca derecha no dejaba de sangrar. Era escalofriante. La sangre escarlata de Elena bañaba la pulsera. La había usado. La tendría escondida en su ropa y la había empujado a usarla.
Pudo ver como la sangre caía en el suelo de madera, gota a gota. El color escarlata contrastaba con lo blanquecina que estaba. Su piel avellanada había desaparecido.
—Te vas a poner bien. No va a pasar nada
Murmuró nervioso sin ser capaz de acercarse hasta ella. La mirada de Elena, espesa, consiguió fijarla en él».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Sara María González Ruiz os lo agradeceremos.