Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Tres urbanitas en la Patagonia narra las vacaciones por la Patagonia Argentina de Cati, una escritora que va a recibir un premio en Buenos Aires y a la que encasquetan a un par de sobrinos para que la acompañen. Pero, en realidad, Cati va a participar con un grupo ecologista en el apresamiento de un ballenero furtivo.
El trayecto lo inician en Buenos Aires y los llevará por Mar del Plata, Bahía Blanca, el Río Negro, El Parque Natural de Neuquén, Península Valdés, el Cañón del Río Pinturas, Ushuaia y, finalmente, Isla Decepción en la Antártida.
Cada paraje tiene su propia fisonomía, su gente, sus costumbres, su fauna… Y ellos tres tienen que adaptarse a un medio y unas costumbres que no les son habituales. ¿Lo conseguirán?
María José López Magán (Los Navalucillos, Toledo, 1962). Trabajadora del sector público y lectora incansable. Me decido a escribir a partir de los 40 años; hasta ese momento, escribir era un deseo que me costaba hacer realidad.
Tras participar en cursos, con tesón y la angustia adictiva que genera la escritura, con mi primera novela Transumere gano la segunda edición del Premio Mujer al Viento, convocado por el Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz en el año 2016. Recompensa suficiente por superar el miedo a la página en blanco.
También he participado en un grupo de teatro para aficionados con alguna obra corta.
«Escribiendo este relato en tiempos de pandemia me he adentrado en un territorio tan inmenso y tan diverso como es la Argentina, que me ha ayudado a vagar por desiertos y glaciares, perderme en cuevas milenarias, participar en ritos ancestrales o en sabotajes ecologistas hasta trascender las cuatro paredes en las que estábamos encerrados.
Si tan solo a uno de los lectores les proporciona la libertar y el oxígeno que me ha proporcionado a mí, mi objetivo estará conseguido.
Los lugares que recorren los protagonistas, las festividades locales y los datos que se ofrecen son absolutamente reales.
Este es un viaje que también puedes hacer tú, tan solo con un billete de avión y una mirada diferente. El relato es solo una pequeña muestra de lo que te espera ahí fuera».
«—Pues no le des más vueltas, que allí se va a quedar porque nosotros nos vamos. Estos serán nuestros siguientes pasos: ponemos lo imprescindible en una mochila y cogemos el calzado más cómodo que tengamos. El criterio a tener en cuenta para elegir qué lleváis y qué no, es el siguiente: a partir de ahora todo lo que necesitéis lo tendréis que llevar sobre vuestros hombros.
—¡Quéee! —preguntaron a la vez los primos segundos—. ¿De qué hablas?
—Ahora empiezan nuestras verdaderas vacaciones. Dejaremos las maletas en el hotel y nos iremos a recorrer el país con una furgoneta —Cati se frotaba las manos, entusiasmada—. Primero iremos a conocer a la familia de Martín, después nos uniremos a mis amigos los Colman y… directos al Polo Sur.
—¡Bien! —Martín levantó los pulgares en señal de triunfo.
—No puedo dejar aquí mis cosas. Nadie me advirtió de que tendría que llevar una mochila a cuestas. ¡No dejaré mi plancha del pelo por nada del mundo!
El cabreo de Eva, que aumentaba con las carcajadas de Martín, no sirvió de mucho. Aparcada en la elegante puerta del hotel Colón, desentonaba una anacrónica furgoneta con los tapacubos de las ruedas de color naranja chillón y florecitas pintadas por toda la carrocería. Hubiera parecido normal que un hippie de los años 60 bajara del destartalado vehículo, guitarra en mano, cantando “Paz y Amor”. Pero era mucho peor. Eran ellos, para vergüenza de Eva, los que subirían en aquella cochambrosa cosa para arrastrarse por un país que, a ella, en particular, le importaba un carajo.
Cati, transfigurada por la emoción, abría las puertas y pormenorizaba las modificaciones que habían hecho a la furgo, como llamaba a aquella cosa, para que tuviera todas las comodidades posibles:
—El bidón de agua que hay en el techo se calentará con el sol y podremos ducharnos con agua caliente. Es maravilloso, ¿verdad?
Las puertas traseras se abrían el hacia el exterior de par en par. De la puerta derecha colgaba un pequeño infiernillo eléctrico que funcionaba con una plancha solar adaptada al capó del coche; de la puerta izquierda, lo hacía el menaje de cocina necesario para no convertirse en trogloditas de la noche a la mañana. El resto del espacio se distribuía entre la plaza del conductor y el copiloto, tres asientos traseros, y un hueco para las tiendas de campaña, sacos de dormir, mochilas, provisiones y un toldo.
Cada detalle que descubría Cati, se convertía en un juego para Martín y en un martirio para Eva. ¿Qué clase de viaje era aquel? ¿Por qué no podían ir a un hotel como la gente normal? Aquello se parecía más a una carreta para cruzar el salvaje oeste que a un coche del siglo XXI. La visión de los rollos de papel higiénico perfectamente colocados, se le atragantaba como un mal presagio...».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y María José López Magán os lo agradeceremos.