Unas misteriosas cartas anónimas reúnen a tres particulares personajes en una espléndida mansión oculta a las afueras de un remoto pueblo de la Bretaña francesa, Jugon-les-lacs. Allí, su anfitrión hurgará en las heridas del pasado que, sin ellos saberlo, comparten; y deberán aprender a asimilar lo que alguien lleva mucho tiempo queriendo ocultarles. A tantas nuevas noticias se suma un doloroso y extraño funeral, de una de las personas que más peso ha tenido en las vidas de estas tres diferentes figuras.
María Cordo Imedio nació en Lugo, el 29 de marzo de 2005. Actualmente cursa 4º de la ESO en el Colegio Plurilingüe PP. Franciscanos de la misma ciudad, en el que ganó el primer premio de varios concursos literarios. Así mismo, quedó primera también en la categoría de doce a catorce años del «XXIV Certamen de Cuentos y Relatos Cortos Trapero Pardo», convocado por el Concello de Lugo. Además, fue finalista provincial en la 59ª edición del «Concurso Jóvenes Talentos de Relato Corto», convocado por Coca-Cola. Uno de sus relatos, «Diario de Anne», fue publicado en la revista «Hechos Mínimos». Aficionada a la lectura desde edades tempranas, muestra especial interés por las novelas policíacas y la resolución de grandes crímenes. Se introdujo en la lectura de la mano de la ficción, de la que todavía sigue disfrutando.
«Caroline
Septiembre, 1985
Allí y en aquel preciso instante, frente al gran portón azul que se alzaba imponente ante ella, Caroline se sintió de nuevo una niña. Se vio a sí misma desde fuera, jugando incansable con su imprescindible mascota; como si estuviera contemplando una escena de cualquier película de cine y no recordando una realidad pasada que ahora se le antojaba hasta casi de otro mundo. Observó a una cría risueña y sonriente que corría de acá para allá despreocupada, escapando ágilmente de las inofensivas garras de su pequeña gata parda. Siempre bajo la atenta mirada de unos padres sobreprotectores.
Vio a la asistenta en la ventana, limpiando al son de una música en realidad inexistente que estaría tarareando con alegría para entretenerse. Ella se había encargado de cuidarla cada mediodía cuando sus padres llegaban tarde del trabajo; le había enseñado un sinfín de canciones y nanas infantiles, que luego podría cantar junto a sus amigas del colegio; le había hablado maravillas de su tierra natal, la Francia de los años cuarenta. Louise, la misma mujer que se había ocupado de ella siempre que sus padres no habían podido, la que tanto se había preocupado por su bienestar cuando no era más que una niña caprichosa; continuaba sirviendo fielmente a los Smith, ignorando en aquellos momentos la nostálgica mirada que la joven a la que había visto crecer le dedicaba desde la calle.
De pronto y sin previo aviso, Caroline cayó en la cuenta de algo que cambiaría su forma de ver las cosas para siempre. Evocó aquel pueblo encantador del que Louise le contaba mil y una historias fantásticas para dormirla a la hora de la siesta y se sorprendió a sí misma secándose una lágrima solitaria con el puño de la manga».