Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
El cadáver de un drogadicto aparece tirado en un bloque de edificios abandonado en una de las peores zonas de la ciudad, donde todo está a oscuras por la falta de electricidad. Los agentes-luciérnaga Yong y Brandon son avisados y mandados en contra de su voluntad justo antes de acabar su jornada para investigar las causas de la muerte, parece un caso fácil, parece que no es más que otra alma solitaria muerta entre la oscuridad. Sin embargo las pistas comienzan a apuntar en otras direcciones, en muchas direcciones, demasiadas direcciones, demasiadas vidas conectadas en una ciudad que languidece por los estertores del viejo mundo que se niega a dejar paso al nuevo mundo.
A través de la mirada de Yong Simons, el agente de apenas treinta años pero que cuyo pasado ya es un borrón a causa del alcohol y la guerra, recorreremos las saturadas arterias de una ciudad sin nombre, construida sobre las cenizas todavía humeantes de otra ciudad, llena de contrastes, secretos y la eterna lucha de clases sociales que pugnan por salvarse mientras la humanidad contiene el aliento para no extinguirse fuera de sus muros.
Vicente Montes Hernández, Puerto de Sagunto (Valencia, 1986), todo el mundo lo conoce como Sento, un diminutivo propio de Valencia. Es estibador, lleva siéndolo prácticamente desde que tiene edad para trabajar, early millenial de pura cepa. Cuando escribió Siente las Balas tenía 22 años y se acababa de sacar el graduado escolar mientras sus amigos ya se habían sacado la carrera y se habían casado, a los 25 entró en la Universidad de Valencia y se matriculó en Comunicación Audiovisual y dejó de escribir relatos para escribir algunas canciones, después cursó un máster de Marketin Digital y actualmente, mientras retoma de nuevo la escritura y sigue trabajando como estibador, está estudiando un FP superior de diseño de aplicaciones web. Su única publicación conocida es en un pequeño libro de relatos hiperbreves sobre el vino que publicó el Gobierno de La Rioja en el 2009, sin duda un punto de partida bastante aleatorio pero que merece ser reseñado. Siente las Balas es, de momento, su primera y única obra extensa.
«Si eres un millenial al que le prometieron un futuro que no se está cumpliendo, como lo era yo cuando escribí este libro, Siente las Balas puede que sea tu libro, escrito en plena crisis del 2007 cuando tenía 21 años, esboza ese futuro incumplido y la frustración de saber que nunca se cumplirá. Una obra puramente visual que mientras se escribía se imaginó siendo dibujada por Shinchiro Watanabe, que mientras se releía se imaginaba como si se estuviera viendo una película dirigida por las Wachowski,como si se estuviera jugando a un videojuego de Quantic Dream, como si estuvieras jugando una partida de rol de Vampiro: La Mascarada y tu dungeon máster fuera Terry Practchett. Aunque no seas esa clase de perfil quizá disfrutes de un estilo ligero pero crudo, estilo carpaccio, de una narrativa que nunca se detiene y que fluye como el río de un deshielo cayendo desde lo alto de una montaña, quizás disfrutes de la distopía aquí representada y de cómo su protagonista no se rinde nunca pese a que el mundo parece estar al borde de acabarse».
«– ¡Jodida luciérnaga, sabemos que estás ahí dentro! – escucho detrás de la puerta. Después alguien ordena algo con un susurro. Aplomo Simons. Aplomo y ritmo. Doy un paso hacia atrás y cuando la puerta se abre un resquicio pateo la madera. Oigo un grito ahogado y el sonido de un cuerpo cayendo al suelo. La puerta rebota contra el marco y se abre. No lo pienso, disparo dos veces. Una en el pecho y otra en la cabeza. Oigo el martilleo de una recortada, ese seco sonido que anuncia lluvia torrencial de proyectiles. Espero. Cuento hasta quince al ritmo de mi corazón. Apenas pasan tres segundos. Cojo carrerilla, me encomiendo al instinto y al azar, un cocktail muy poco recomendable. Me abalanzo hacia el cuerpo sin vida del que yace frente a mí. Escucho el brusco sonido de una recortada dispararse y el fugaz ruido de proyectiles estrellándose contra el yeso de la pared levantando una tenue nubecilla blanca y pesada. Vislumbro una silueta por el rabillo del ojo a tan sólo cinco escalones de mí. Cuando por fin caigo, me revuelvo en el suelo y disparo. Dos veces, dos en el pecho. Un segundo hombre cae por las escaleras hasta mis pies. Cojo aire, porque lo voy a echar en falta . Me levanto y bajo las escaleras saltando como una rana tratando de salvar sus ancas de un chef. Sobre mi cabeza oleadas de gritos y voces nada alentadores ni amistosos. De nuevo el martilleo de una recortada, y yo sin paraguas. De nuevo el disparo, ese destello similar al del flash de una cámara de fotos. De nuevo mi cuerpo hace lo imposible intentando apartarse de la trayectoria de los proyectiles. De nuevo veo mi vida pasar por delante de mis ojos como una fugaz estela de efímeros momentos que se desvanecen a medida que siento como mis pies continúan bajando escalones. Sigo vivo y entero, bendita puntería la tuya. Doy un último salto y llego a la planta baja. Sobre mí escucho los pies de todo un ejército rabioso que me persigue. Me estrello contra las puertas del edificio como un bólido sin frenos. Resbalo y trato de no perder el equilibro. Las puertas se cierran tras de mí, no sin mostrarme la desalentadora imagen del cañón de la recortada al final del pasillo apuntándome. Siento el destello y siento los proyectiles sesgando el aire muy despacio, como unas manos acariciando una tela. Las puertas estallan haciendo de vano escudo. Una nube de astillas sale disparada hacia mí. Noto un punzante dolor en mi omóplato y me precipito inevitablemente hacia delante, pero eso no detiene mi huida, solo la trastabilla ligeramente. Me vuelvo con las rodillas en el suelo y aprieto el gatillo a ciegas cuatro veces, las balas derriban a mi perseguidor armado. Oigo gritos a mi espalda. La confusión se hace dueña durante unos instantes del colectivo, pero pronto es sacada a patadas de la calle. Enseguida la gente que me ha visto salir del edificio distingue el color de cada bando, y se posiciona rápidamente en el que cuenta con mayor número de efectivos. Levántate. Corre».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Vicente Montes Hernández, os lo agradeceremos.