Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
En esta obra se reflexiona sobre la condición humana y sobre el concepto de diversidad. En la primera parte, «Paleta», se establece la base argumental: la diversidad como un modo universal de convivencia.
En la segunda parte, «Lienzo», se abordan tres tipos de telas que representan el elemento básico que va a condicionar nuestras historias personales, nuestros propios cuadros.
En la tercera parte, «El nombre de los colores», cada color tiene un nombre propio y vivencias particulares que son las que permiten conseguir los diferentes matices cromáticos de nuestro cuadro. Todos ellos son necesarios para poder recomponer un arcoíris.
La cuarta parte, «El cuadro», es la conclusión de lo que deberían ser las claves de la convivencia universal: el respeto a los demás, a lo diferente.
Julio Aguirre Rodríguez nació en Puerto Real (Cádiz) en 1966. Finalizó sus estudios de Geología en 1989 en la Universidad de Granada, y defendió su tesis doctoral en la misma universidad en 1995. Actualmente es catedrático de paleontología en dicha universidad. A lo largo de su trayectoria profesional, ha publicado más de cien artículos científicos y de divulgación científica relacionados con sus investigaciones como paleontólogo.
En el terreno literario, El Preso 109 fue su primera novela de ficción publicada, que resultó finalista en el VII Premio Omniverso de 2021. Un año más tarde ganó el II Concurso «Pangea» de Microrrelatos Geológicos con el texto titulado Ironía macroevolutiva. Pintando el arcoíris es su nueva novela, un ensayo crítico sobre la condición humana y el mundo plural que vivimos.
«Vivimos en un mundo diverso, con tantas formas de entenderlo como cerebros lo contemplan. Pintando el arcoíris es una reflexión sobre ese mundo, una búsqueda de la diferencia para entender y poder empatizar con quien no piensa igual. Si fuésemos colores, no habría dos tonos idénticos. El mundo sería una inmensa paleta de colores con sus infinitas gradaciones y matices. Un arcoíris perfecto requiere de todos esos matices, de todas esas sutiles diferencias. Desde la máxima crueldad ejercida por el hombre contra sus propios congéneres como hilo conductor de la pluralidad quiero entender las sutilezas que forjan nuestro mundo. Un mundo de colores con nombres y apellidos, con vivencias e historias concretas aparentemente inconexas pero unidas por el invisible devenir de nuestras propias vidas».
«"Españoles, Franco ha muerto".
Aquella frase, para bien, para mal o para la indiferencia, cambió la vida de los españoles. Para unos, ese fue el día más triste de sus vidas, el día que marcó el comienzo de la decadencia, del hundimiento de un país que había sido durante cuatro décadas uno, grande y libre. Una tragedia digna de ser marcada en rojo en el calendario y conmemorar cada aniversario. Pero, para su mayor desdicha, hubieron de hacerlo casi en la clandestinidad de reuniones, brazo en alto y entonando cánticos ensalzando su poder y su grandeza, ante su mausoleo particular. Entre estos que cantaban y vitoreaban salvas a la nación y a su líder indiscutible, algunos, incluso, no le perdonarían jamás que se hubiese muerto. Y aún otros pocos más, añoraban días mejores confabulando para dar el paso necesario e intentar devolver esa grandeza nacional instaurando otro régimen militar.
Para otros, fue el día más feliz que posteriormente recordarían. «Nunca enterrador alguno conoció tan alto honor, dar sepultura a quien era sepulturero mayor», rezaba la tonadilla. Si embargo, fue una felicidad contenida ensalzada en el interior de las casas, en voz baja, con las ventanas atrancadas, con las persianas bajadas y las luces apagadas. El miedo a que el horror no hubiese terminado con la muerte del segador de vidas nacional era evidente y la historia era la mejor demostración de hasta dónde podría llegar el régimen con los díscolos e inconformistas de un sistema autoritario. Por eso, para estos que jaleaban y alababan la desaparición del carnicero fue realmente un día de regocijo pero sumido en un mar de claros y oscuros. Se regodeaban de placer a la vez que se mordían el labio inferior manteniendo a buen recaudo toda la rabia contenida durante tantos años de represión al ver morir en su propia cama y rodeado de toda la pompa y todo el boato que le dispensaron los suyos al verdugo que dictaba y firmaba sentencias de muertes para los que opinaban de forma diferente. «Muertos de asco y fusilados bailaban de sol a sol», proseguía la adivinanza.
Y, aún, habría algunos otros que solo estábamos despertando la libido al margen de aquel acontecimiento trascendental para todos los demás. Sabíamos lo que ocurría y lo que podría ocurrir. Éramos conscientes de lo trascendental del hecho. Pero, aún así, descubrir los placeres de los amoríos en el despertar de la adolescencia y disfrutar de la complicidad de los coetáneos que veíamos el mundo con los mismos ojos pesaba mucho más que la muerte de cualquier sabandija o dios mundano.
Cada uno, a su manera, así percibió aquel día marcado ya en los libros de historia contemporánea nacional».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 e Isabel Pedrero os lo agradeceremos.