El marido, aspirante a poeta, narra la vida cotidiana de una pareja durante los meses previos al embarazo y después del nacimiento del hijo en el París de los atentados de noviembre de 2015, que tuvieron un gran impacto en la madre, pues ella estaba trabajando en un restaurante a escasos metros de las terrazas atacadas cerca de la Plaza de la República. Alquilan una buhardilla en Montmartre y viven a fondo la bohemia parisina. Necesitan buscar otro apartamento más grande y él un trabajo, pero el desamor, el alcohol y las drogas pronto transformarán su relación en otra de maltrato físico y mental. Las ecografías del bebé indican que es probable que tenga un higroma quístico y la madre se somete a una biopsia para analizar sus cromosomas y el cariotipo. El nacimiento en salud del hijo no mejora las cosas. Ella sale casi todas las noches a beber al bar de la esquina. Vuelve borracha y agresiva. Él la golpea varias veces. La policía tiene que intervenir. A los 6 meses de vida del bebé deciden volver a los Alpes suizos, a la estación de esquí de Gstaad donde se conocieron, para darse otra oportunidad, pero él no tardará en irse de casa. Pasará muchos meses sin ver al hijo, debido a una denuncia de malos tratos puesta por la madre. Durante ese tiempo, ambos se desearán como nunca han dejado de hacerlo, y ella, una noche, ira en su búsqueda, sin sospechar que, después de hacer el amor, él la matará con un cuchillo. Durante su huida por el bosque, su hijo aparece entre los troncos, pero los hombres del pueblo le dan caza.
Nací en Pamplona en 1984 y estudié Filosofía en la Universidad de Navarra. En París dirigí la librería internacional L’Harmattan en el Barrio Latino y trabajé para la editorial Gallimard. He publicado en francés un libro de poemas, Château Rouge (2016, Ediciones L’Harmattan). Desde 2018 resido en Suiza, en el pueblo de Château d’Oex, a los pies de los Alpes.
«El libro narra el fin del amor y la destrucción de un matrimonio con el París de los atentados de noviembre de 2015 como telón de fondo. El estilo sobrio y directo que describe la violencia doméstica se mezcla con otro de alto contenido poético: la exaltación amorosa les atraviesa durante todo el relato. El nacimiento de su primer hijo entrelaza todavía más sus sentimientos de amor y muerte. Los protagonistas no tienen nombre para aumentar la universalidad y la denuncia del maltrato en pareja».
«Soy un loco perdido en la aventura. Tu belleza me hace callar. Tu cabeza sobre mi estómago, después de tantas botellas de vino blanco, preludian el sexo o el sueño. Mi responsabilidad, en este momento, es estar quieto para que la levantes y pedirte que vuelvas a tu lado de la cama, pero contra mi delicadeza está tu orgullo, y después de media hora de discusión, en donde casi alcanzas la empuñadura del cuchillo, volvemos a la cama y me abalanzo sobre ti como un animal. Estabas preparada para ser la cuna de mi exaltación, y para ello te has defendido contra mi desprecio, porque sabes que el sexo va a sustituir las palabras que conducen a la pelea. Te han quitado la píldora, porque les has dicho en el hospital que tenías ganas de matarme. Yo no he escrito durante tres días. He podido mirarte a los ojos sin el peso de lo que quiero decir. Volvemos a encontrar una unidad perdida, de novios, que vuelve todo más sencillo: el niño no existe, el alcohol no encuentra su fondo de embriaguez, la dependencia está enterrada bajo metros de nieve, tus labios están a disposición de mis deseos. El fin de la lucha es como una tormenta que se aleja, pero el tiempo es imprevisible, y no sabemos cuándo volverá.
Perfecciono mi crueldad hacia ti en la literatura. No quiero perder la práctica. Tres días sin escribir y, al cuarto, afronto lo crucial. Sin embargo, durante la tregua, hemos hecho el amor como no lo hacíamos desde hace meses. Entrelazados, nuestros brazos se queman hasta formar una llama en forma de conquista. Tu cabeza se ha vaciado. Has borrado de ella la gravedad de mis acciones que impedían el cantar de tu corazón y la música ha convertido a nuestros cuerpos en uno. La ola de placer se rompe en tu cara y, tras la espuma que se retira, veo que la alianza ha vuelto a tu mano. Tus ojos resplandecen en silencio. Mirándome arrodillada, profundamente impresionado, hundo mi cabeza en tu pelo. Para volver hacia atrás hay que arrastrarse desnudo sobre un camino de piedras. Solo así se acerca uno a la rosa, a la victoria que tiene la forma de una mujer que revienta contra el suelo el orgullo.
Hemos vuelto a hacer el amor. La conmoción recorre mi cuerpo durante varios días y cada noche acude y recupera sus fuerzas en el tuyo. Las puntas de los muebles y de los cuchillos se curvan. La violencia se suaviza como un crepúsculo, el peligro desaparece. Nuestro sexo es dulce y dura horas. Es entrega total sin necesidad de restituirlo con la tensión liberada del odio. Es confesión y horizonte de silencio, oro. Nuestras manos se bañan en él, apoyadas donde el placer busca y encuentra, y el juego se sucede con nuestras voces. Al lado duerme el hijo en posición de crucificado, perdiendo su carácter sagrado de recién nacido».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Armando del Romero os lo agradeceremos.