Cuando el cadáver de una actriz aparece en Madrid, Leopoldo González, una vieja gloria del cine y de la televisión de superhéroes de los 90, que intenta darle un empujón a su carrera profesional, recibe una misteriosa carta sin remitente. A su vez, Marcos Arévalo, excompañero de profesión de Leopoldo y heroinómano, recibe la misma carta con la misma frase: Los pecados del padre. Ambos deberán aparcar sus diferencias antes de que más cadáveres sigan apareciendo y se descubra el tormentoso pasado que comparten en una carrera contrarreloj en la que sus propias vidas también están en juego.
Blas Corujo (1996) es estudiante del grado de Lengua española y literaturas hispánicas en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Cursó estudios de Audiovisuales en la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente, dedica su tiempo al estudio y a su formación como novelista. Las hienas supone su debut dentro del panorama literario.
«Las hienas supone una lectura rápida y con un ritmo trepidante. La novela consigue experimentar con los códigos del género aplicados a un estudio de los personajes y de la industria del audiovisual español. En ella, el lector no solo se va a encontrar con una historia de suspense al uso, sino también un reflejo de aquellas viejas glorias del cine y de la televisión que consiguieron atraparnos a la pantalla y que ahora malviven, quedando como cenizas de un pasado prometedor.
De esta manera, Las hienas es un provocativo thriller que no podrás parar de leer y que ofrece una evasión absorbente».
«Almudena aceptó la brisa de la noche como la promesa de una buena velada. Repasó su conjunto mientras caminaba. Algo recatado, pero sin tirar a formal, aprovechando la ocasión para enfundarse en unas botas que tenía reservadas para la temporada de invierno y un pequeño gorro que se quitaría nada más ver a Silvia, para lucir su melena, a lo que ella diría “Joder, ¡vaya pelazo!”.
Pequeños trucos que Almudena guardaba bajo la manga. Las mismas técnicas de flirteo funcionaban tanto con las mujeres como con los hombres, por mucho que lo niegue el resto.
La buscó con la mirada al llegar y se dio de bruces con la quietud de la noche. Pensó de inmediato que le había tomado el pelo, que solo era una niñata que quería hacerle una jugarreta a una vieja gloria del cine. Pero no. Ella no podía hacer algo así.
Le dio una oportunidad y cogió asiento en uno de los bancos frente al monumento. No poco más de tres minutos quiso abrir la botella de vino y darle un buche, pero no quería dar la imagen de alcohólica si Silvia se presentaba de repente.
Aguantó las ganas.
Justo antes de levantarse del banco, tras veinte minutos de espera, escuchó unos pasos desde la distancia. El monumento no estaba iluminado durante la noche, por lo que le costó ver más allá de la silueta.
—¿Silvia?
Alegró el gesto al verla mientras se aproximaba, sin tan siquiera saber que la persona a la que sonreía sería la que la mataría un minuto después».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Blas Corujo os lo agradeceremos.