Colaborando en esta campaña preventa recibirás sin gastos de envío (en España), antes de que entre en circulación y con un precio especial el libro en tu casa... existiendo incluso la opción de reservar el libro con tu nombre en los agradecimientos por un poco más del precio promocional, como detalle exclusivo.
Para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar el equivalente a 55 reservas, es decir 990€, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
No puedo explicaros cómo es la sensación de cuestionar toda tu realidad... Durante mucho tiempo, dudamos de todo. Dudamos de que la persona que tuviéramos delante fuera real, de que las palabras que escuchábamos no fueran una farsa... La realidad es lo único que tenemos, e incluso eso nos fue arrebatado.
Aunque eran sus propias palabras, Fervian siempre se estremecía cuando las pronunciaba en el inicio del curso en Kisela. El poder de los sandelas, y las atrocidades que se habían cometido gracias a él, no debían caer en el olvido. Por suerte, cada año, una nueva generación de alumnos concluye su formación y se convierte en kie-hais. Ellos no son solo los mejores guerreros de Meindra, son, además, los Guardianes de la Realidad: los únicos capaces de enfrentarse al poder de los sandelas.
Nada distingue a un sandela de un humano corriente, nada, salvo que son capaces de crear espejismos. O, lo que es lo mismo, pueden adentrarse en las mentes del resto de personas y proyectar en ellas imágenes y sonidos, controlando lo que ven y lo que oyen. Con ello, destruyen la realidad. Manipulan a sus víctimas, que son ajenas a los hilos invisibles con los que se somete su voluntad, como a meras marionetas, haciéndoles vivir en la mentira y el engaño.
Kisela lleva formando kie-hais veinte años, desde el mismo día en que fue fundada. Sus orígenes se remontan a los días posteriores a la Batalla por la Realidad, tras la que se logró la exterminación casi total de los sandelas en Meindra. Aquellos que se rindieron fueron enviados a Enmira, una misteriosa prisión de la que la mayoría solo ha oído rumores.
Kay y Áledrin son kie-hais. Llevan siete años protegiendo a los habitantes de Meindra, pero nunca han tenido que enfrentarse a ningún espejismo. Nunca, hasta ahora, pues el primer sandela del que se tiene constancia en el continente en años se cruzará en su camino y cambiará sus vidas para siempre.
Laura E. Lafuente (Guadalajara, 1992) reside en Madrid con su pareja y dos perros. Estudió biología y trabaja en la industria farmacéutica, coordinando el desarrollo de ensayos clínicos en oncología.
Es amante de la fantasía, la ficción, los mundos mágicos y distópicos, las historias que emocionan y los personajes que dejan huella. Aunque lleva escribiendo desde que era una niña, lo ha hecho de modo privado y por mero placer, hasta ahora, que ha decidido compartir su primera novela con el público, titulada La Verdad en los Relatos I, la primera entrega de una saga épica en la que realidad y engaño se entrelazan.
«Querido lector: Ojalá pueda conseguir que disfrutes de la lectura de esta novela y de la historia que en ella se cuenta. Cada capítulo está destinado a un personaje que nos ofrece su visión de la historia, de modo que todas las verdades sean tenidas en cuenta en este relato donde la realidad es lo más importante, pues el engaño siempre acecha.
Te animo a introducirte en el mundo de los espejismos, a descubrir lo frágil que puede ser la realidad y, sobre todo, a compartir este viaje con sus protagonistas».
«—Todo el mundo ha oído hablar de los kie-hais —confesó Yira, atónita—. Pero nunca había pensado que conocería a uno... Tampoco pensaba que fuerais diciendo abiertamente quiénes sois.
—No lo hacemos. Pero has pedido y te mereces una respuesta elaborada.
Yira se giró para mirarle y descubrió una de sus sonrisas arrolladoras. Instintivamente, sonrió de vuelta. Aunque se tratara de un héroe, era fácil charlar con él y estar en su presencia; transmitía naturalidad y confianza.
—Y mi vida se fundamenta en el hecho de que soy un kie-hai —prosiguió Kay—. Me aceptaron en Kisela, la casa de los kie-hais, cuando tenía diez años. Nunca supe muy bien por qué; éramos muchos los candidatos. Muchos los niños huérfanos que habíamos perdido a nuestros padres durante el Sacrificio y la Batalla por la Realidad y que queríamos dedicar ya nuestras vidas a la venganza. Conseguí mi plaza y Kisela se convirtió en mi hogar; sigue siendo mi hogar. Aprendí mucho y me esforcé al máximo. Quería ser kie-hai.
—Lo conseguiste —su tono de voz era un reflejo de la admiración que sentía.
—Lo conseguí —asintió Kay, quien por primera vez miraba al frente en vez de a Yira—. Hace siete años. Desde entonces, todo han sido viajes alrededor del mundo realizando misiones.
—¡Suena apasionante!
—Es una buena vida. Me gusta que todas mis acciones se rijan bajo el propósito de proteger Meindra y a sus gentes.
—Tenía que ser algo así. Tienes cara de buena persona, de las que hacen del mundo un lugar mejor.
Yira hizo una mueca y ambos se echaron a reír. La risa de él lo llena todo de alegría…, pensó, sorprendida de encontrarse a sí misma tan embelesada.
—A veces huiría —continuó Kay, al rato de haberse apagado sus risas— de la maldad del mundo. Sonará muy tonto —ahora era él quien copiaba las palabras de ella —, y más viniendo de un kie-hai, pero la mayoría de los conflictos bélicos son absurdos y empiezo a estar cansado de luchar. Nunca dejaré de hacerlo— aclaró—. Es necesario que los que hemos sido entrenados para combatir lo hagamos por el resto de los habitantes de Meindra.
Yira se colocó delante de él, obstruyéndole el paso. Se detuvieron.
—Gracias —le dijo, mirando fijamente aquellos ojos verdes que brillaban—. Gracias por hacerlo. Ojalá llegue el día en que no haga falta —y se giró y siguió caminando.
—Gracias por decir gracias. No es habitual.
Pasearon un rato en silencio. Eran dos desconocidos que no se sentían como tales».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Laura E. Lafuente os lo agradeceremos.