Desde niña Rita se ha sentido diferente. Es hija de madre soltera, con unos abuelos que regresaron a España después de haber crecido en México, país a donde se habían exiliado sus bisabuelos. Contrae matrimonio con un hombre holandés y se traslada a vivir a los Países Bajos. Aparentemente la vida le sonríe a Rita, que lo tiene todo: salud, una carrera, dinero, amor. Pero la vida se le tuerce y se encuentra en Rotterdam, divorciada, desempleada y sola. La búsqueda de empleo se le vuelve una misión imposible y durante ese proceso de búsqueda, sustituye una misión, encontrar trabajo, por otra, resolver un extravagante enigma y vengar las violencias sufridas por sus amigos.
Para Rita su abuelo es lo más cercano a la figura del padre y de él absorbe tanto principios como ideas y gustos. El abuelo le transfiere el interés por la figura mitológica de la valquiria (en la novela valkiria con el fin de presentar una grafía más cercana a la germánica). Un día, Rita decide comprar una urna esmaltada en verde, decorada con la imagen de una mujer guerrera a caballo y con unos símbolos rúnicos que parecen querer transmitir un mensaje esotérico. La urna contiene una sorpresa que se convierte en el motivo por el cual Rita emprende una misión que paulatinamente se vuelve obsesión.
Estudió Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y trabajó varios años como redactora. Más tarde vivió en Gran Bretaña, regresó a Madrid, donde nacieron sus hijas y años más tarde emigró a los Países Bajos donde reside en la actualidad. Siempre le ha interesado la literatura y la lingüística y estudió ambas disciplinas en la Universidad de Leiden. En la Universidad de Utrecht realizó la maestría de Estudios Comparativos de Mujeres en Cultura y Política y trabajó como becaria en ATRIA, Kennisinstituut voor Emancipatie en Vrouwengeschiedenis (Archivo para la emancipación y la historia de las mujeres). En la actualidad, trabaja como profesora de español para extranjeros en diversas academias de idiomas de los Países Bajos y como profesora colaboradora del Instituto Cervantes en Utrecht.
«La novela está narrada en primera persona y presenta dos partes bien diferenciadas que transcurren paralelamente. Por una parte, los lectores se sumergirán en el mundo onírico de Rita, la protagonista, el cual es una distorsión de uno de los mitos de la mitología nórdica. Por otra parte, la trama se desarrolla durante la vida diaria de Rita. Encontrar trabajo se vuelve una obsesión y el objetivo principal de su vida. Durante el proceso de búsqueda de empleo el objetivo principal se diluye y es reemplazado por una insólita misión. Rita se inmiscuye en el esclarecimiento de un extraño misterio que desemboca en una sorprendente aventura por la ciudad de Rotterdam.
En La urna de la valkiria aparecen cuatro temas fundamentales que son como cuatro círculos concéntricos, porque un círculo o tema estaría dentro del otro, siendo a la vez su origen y su consecuencia. Estos círculos concéntricos son:
1. La no pertenencia a ningún lugar ni grupo social, o lo que es igual, la exclusión de aquí y también de allí.
2. La capacidad enajenante del desempleo de larga duración.
3. El trastorno mental que, según las circunstancias, puede sacudirnos a todos en un momento dado.
4. La violencia sexual y de género en un país que se erige desde hace años como ejemplo de emancipación sexual y de la mujer.
Estos círculos concéntricos se desarrollan en el marco espaciotemporal de Rotterdam en el siglo XXI. De la mano de Rita, los lectores podrán recorrer algunos barrios de la ciudad y también adentrarse en algunas anécdotas históricas narradas por la protagonista».
«Las siete de la mañana y compruebo que Jane no ha venido a dormir. Saboreo mi taza de café con gusto a caramelo y miro por la ventana de la cocina. Ha sido una noche larga entre el insomnio y la pesadilla. Me quedé dormida en la página 80 de mi libro de mitología nórdica. Justo en el capítulo sobre las valkirias y eso me hace recordar la magnífica urna que vi ayer en el escaparate de Asgard.
Me como un plátano y me meto en la ducha. Hace frío. No sé qué ponerme. Tomo lo primero que pillo. Es decir, lo de siempre: pantalón vaquero, jersey de cuello alto, parca, gorro y bufanda. Ya estoy lista para enfrentarme al frío otoño. Thatcher no necesita ropa que ponerse. ¡Qué suerte ser perra!
Emprendemos la marcha por el mismo camino que ayer. Asgard hace esquina con la calle Witte de Withstraat, muy cerca del NRC. Pero hoy no voy a ir allí a desayunar.
Me detengo en el escaparate de la tienda y busco la urna. Ahí está, rodeada de jarrones chinos. Única, verde, magnífica. Hipnotizada arrastro a Thatcher dentro de Asgard. En el interior de la tienda me siento abrumada por la exuberante aglomeración de objetos de todo tipo y de personas de pie, paradas, contemplando dichos objetos. Los hay lujosos y los hay modestos. Desde velas de colores a mantelerías de diseño, pasando por candelabros, almohadones, marcos para fotos, posters, bustos clásicos, figuras de animales, tallas de madera, lámparas, vajillas, cuberterías, cristal, plata, joyas, estilográficas, jaulas para pájaros, flores de plástico, jarrones chinos. Y entre todos los jarrones chinos, mi urna. Pregunto a un dependiente, él entra al almacén, en la parte trasera de la tienda, a los pocos minutos el joven reaparece llevando en sus manos una caja de cartón.
En el mostrador, el chico abre el embalaje y extrae la urna envuelta en papel burbuja. La desenvuelve con meticuloso cuidado. Es exactamente igual a la del escaparate. Me siento decepcionada. Por un momento pensé que se trataba de una auténtica antigüedad, pintada por manos artesanas, una pieza única…
En el centro de la urna, esa mujer, una guerrera magnífica montada a caballo. Inspecciono los caracteres rúnicos que se repiten uno tras otro como si fueran soldados uniformados dando vueltas en torno a un mismo centro. Están en guardia, protegiendo el interior que permanece oculto por la tapa de cobre. Hipnotizada pregunto el precio. Cuarenta euros. No me parece cara, llevo suficiente dinero en metálico para comprarla. Para estos caprichos sí tengo con el dinero de las clases de español. ¡Maldita sea! Si entre el subsidio y las clases me llegara para todos los gastos no necesitaría el dinero de Rob. ¡Qué le vamos a hacer! Ni que decir tiene que “estos caprichos” no los tengo todos los días.
Contemplo como el dependiente envuelve de nuevo la urna en el papel burbuja y la introduce nuevamente en su caja. Luego la mete dentro de una bolsa enorme de yute donde en grandes letras doradas se lee ‘Asgard’. En la calle empieza a llover, es hora de dirigirnos al tranvía y regresar a casa. Thatcher opone resistencia para salir del establecimiento, como a todos los perros, el agua no le gusta.
Ahora la pregunta es ¿dónde coloco mi urna? No encuentro un lugar adecuado en el salón, veamos en mi dormitorio. Empiezo a desenvolverla cuidadosamente mientras pienso en el lugar preciso donde la quiero colocar. ¡Ya lo tengo! En la poyata de la ventana entre la orquídea y la vela. En la mesa de estudio termino de quitarle el envoltorio y me separo para contemplarla de lejos. Observo a la mujer a lomos del caballo. Es una imagen majestuosa, llena de fuerza y poder. Me pregunto si se trata de una valkiria. Creo que sí, es una valkiria.
Y esos símbolos que parecen runas ¿qué significado tendrán? Me acerco a la mesa y poso mis manos sobre la urna, la ladeo ligeramente hacia atrás para estudiarla más detenidamente. La valkiria dirige su lanza y su mirada hacia el cielo. La inclino un poco más para ver si lleva marca de calidad en la base. La lleva, se trata de unos símbolos muy curiosos. Uno de ellos es un rectángulo compuesto por cuatro tridentes dobles con otros tres dobles tridentes en el interior del rectángulo. Los otros dos símbolos, dispuestos uno encima del otro, parecen formar una composición unitaria. El superior representa tres serpientes unidas entre sí y enroscadas formando una figura triangular con tres vértices que terminan en sendas cabezas. Pero no son cabezas de serpiente sino que parecen otro tipo de bestias. El inferior es una figura de mujer en cuclillas y abierta de piernas cuyos brazos se transforman en dos seres que parecen dragones, o puede que también sean serpientes.
Presto atención a la tapadera de cobre y en un acto reflejo la levanto como si fuera a encontrarme un tesoro ahí dentro.
Y lo encuentro».
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