Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
A raíz de un episodio traumático, Dorian empieza a desarrollar un miedo atroz a todo aquello que le rodea, impidiéndole seguir con la vida que llevaba hasta entonces. Junto a Diana, la veterinaria del pueblo, emprenderá un camino que le llevará a descubrir un mundo que hasta entonces solo había conocido en las historias mitológicas que le contaban de pequeño. El objetivo de este viaje es el de encontrar la antigua Torre del Valor, aquella capaz de hacer que quien la halle pierda el miedo para siempre.
Jordi Fernández Català (Sant Feliu de Llobregat, Barcelona, 1992). Maestro de educación especial y psicopedagogo. Combina su vocación, la enseñanza, con su pasión, la escritura. Su formación en literatura universal y clásica es el escenario de las historias que hubiera querido leer de pequeño, y que tienen por objetivo acompañar a todo aquél que, como Dorian, busque el camino hacia el Valor.
«Querido lector/a, déjame responderte a la pregunta, ¿por qué leer La Torre del Valor? Porque sinceramente, creo que esta obra lo merece.
Se trata de una historia capaz de entretener, ilusionar y crear afición por la lectura a las personas que quizás aún no han encontrado el relato adecuado para ello. También creo que puede emocionar tanto a niños como a adultos, ya que transmite valores transgeneracionales con los que personas de cualquier edad se pueden identificar. En definitiva, La torre del valor crea un universo en el que muchos querríamos vivir, y espero que se me dé la oportunidad de que el mundo pueda conocerlo.
Si has llegado hasta aquí, gracias.
Y si lees mi libro, te gusta y lo recomiendas, Dorian y Diana te deberán un tour privado por la segunda planta de la Torre del Valor».
«Estaba claro que aquel lugar no era el mejor en el que se había alojado. Tampoco os penséis que había mucho donde elegir por aquel entonces, ya que en aquella época no existían los hoteles de cinco estrellas —ni de cuatro, ni de tres, ni de… no se habían inventado los hoteles vaya—, y mucho menos eso del “todo incluido”. La estancia era bastante oscura y no se veía mucho más que aquello que iluminaba la luz de un pequeño farol situado justo al otro lado de las rejas. Y tampoco creáis que lo que iluminaba aquella tenue luz era gran cosa: cuatro piedras muy bien puestas a lo Stonehenge que utilizaban como tendedero para secar la ropa mojada y poco más. El chico estaba calado hasta los huesos y empezaba a sentirse como un muñeco de nieve, y eso que no había visto nevar en su vida. Tiritaba de frío y también de miedo, claro está. Aquellas criaturas les habían encerrado allí sin motivo alguno y no sabía lo que les iban a hacer, ¿encerrarlos para siempre? ¿Comérselos? ¿Obligarles a cantar hasta morir? Las dudas eran muy grandes, y no era para menos. ¿Realmente había valido la pena ir en busca de la torre del valor? No era la primera vez que se lo preguntaba, pero esta situación se lo hizo replantear por enésima vez. De repente, a través de las rejas de aquella horrible y húmeda mazmorra en la que llevaban encerrados hacía largo rato, apareció…
Ups, esto no tenía que ir en esta parte de la historia, me he avanzado un poco, casi medio libro diría yo… A ver que me ubique… Vale ya, perdón.
Empiezo de nuevo».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Jordi Fernández os lo agradeceremos.