Una niña llega, con dos años, a un orfanato con un tatuaje en la barriga en forma de flor del que sale niebla (con poderes, claro). El orfanato, como en infinidad de películas e historias, está dirigida por un malvado director, maltratador (tiene secuaces, por su puesto, muy malos también). La niña, en su adolescencia sufre una enfermedad de la que no hay cura y sus amigos se dejan el pellejo en hacerla volver al mundo de los vivos. De su «resurrección» depende la muerte de un chico, que, por una negligencia suya, se ha vuelto inmortal.
Hasta que, por fin, me llamaron de interina hace ya casi 4 años (¡por fin, Dios mío, por fin!, después de aprobar las oposiciones y quedarme sin plaza) he trabajado como dependienta de una tienda, recogido alguna que otra aceituna, comercial en una empresa, profe de español en Eslovaquia, profe de inglés en una academia privada, directora inexperta de teatro amateur, cuentista para la editorial francesa Des-nouvelles-dailleurs y, actualmente, me dedico a la enseñanza pública en el IES Luis Carrillo de Sotomayor (a pesar de todo necesitaría reencarnarme 85 veces para realizar todo lo que me queda por hacer). La novela está al 100% inspirada en mis alumnos del último año, de la última hora, de mi último aliento, en que trabajé en la academia de inglés. De hecho, es por ellos que la escribí. Cuando llevaba 10 años en este centro, un día, de repente llegó, reptando y en silencio La Melancolía, constante, perpetua, que no sabía cómo combatir. Ya no me apetecía enseñar. Entonces, ellos me salvaron porque, entre todas las virtudes que tienen, son pura magia. Los demás personajes están inspirados en mis amigos (y algún que otro «enemigo»)
«Abrió la puerta. Dio un grito que se sumergió en los alaridos del viento de la noche ¡Joder, me cago en la p! de nuevo pensó en Don Ignacio y su vocabulario refinado estampándose en forma de hostia sin consagrar sobre su boca, como ya era habitual durante las clases ¿pero quién co…eres tú? Su cuerpecito pequeño, de no más de dos inviernos, temblaba de frío mostrando las carnes desnudas, por las que la lluvia dejaba surcos interminables que bajaba los escalones y se fundían con la hierba en el lodazal de la entrada. Sobre su barriguita, pequeña y pálida, el dibujo de esa flor, apenas perceptible. Un tatuaje sin terminar, creado solo de bordes de niebla, a punto de desprenderse de su vientre ¿quién te habrá marcado de este modo, tan chiquita como eres? La cogió en brazos con mucho amor y la condujo hacia la chimenea de la cocina, donde todavía el fuego caldeaba el ambiente shhh deja de llorar que vomitaré cieno y algas, vamos, tranquila, estás a salvo. Con unos trapos de algodón que servían para secar cubiertos improvisó sus ropas, la arrulló. Ella dejó de llorar y él de toser hilachos verdes ¿Cuál será tu nombre? Yo podría regalarte uno, de esos con significado… ya pensaré algo porque con el del perro, entre Trisky, Boby, Toby no salíamos. Menos mal que decidieron atenerse a la naturaleza lasciva del chucho y me dejaron llamarlo Don Juan. Yo quiero algo así, algo con más empaque para ti».