Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
La vida aparentemente perfecta y exitosa de Amanda, es en realidad una ratonera de la que no puede escapar, un juego de espejos de una sociedad cada vez más exigente con su género. Enfrentada a los obstáculos cotidianos de una mujer del siglo XXI, donde el trabajo perfecto, el marido ideal y la familia de ensueño, tienen una doble cara cruel. Atrapada en una jaula de oro, donde el techo de cristal, la cosificación de la mujer, la lucha por el cuerpo socialmente ideal y muchos otros tópicos grabados a fuego en la mente colectiva, tratan de convencerla de que ese es su destino, pero pronto recibirá una ayuda muy especial que podría cambiarlo todo si presta un poco de atención y no deja que el sistema la engulla con sus altas demandas ¿Te atreverías a escuchar la voz de tu alma para ser feliz?
Lidia G. Selas nació en 1978, ha vivido toda su vida en Galicia, tierra de “meigas” y de mujeres empoderadas, escribiendo desde muy pequeña, como parte de una poderosa necesidad de liberar su alma con la magia de las palabras.
Estudió educación infantil, educación social y psicopedagogía y a pesar de ser su vocación, después de más de diez años trabajando en un centro educativo, dejó su carrera para centrase en su familia y también para dedicar tiempo a sus dos grandes pasiones: la escritura y el desarrollo personal.
En los cinco últimos años se ha formado en ambos mundos, con el firme propósito de combinarlos y aportar algo de valor a sus lectores.
Difícil de etiquetar, aunque ella se considera escritora de novela romántica, sus libros no pueden englobarse, al uso, en un solo género, complicada de clasificar, pero muy apasionante de leer.
«¿Se nos ha ido el feminismo de las manos? No sé y este libro no va de eso, va del poder interior que cada uno tiene y como a veces, por la presión social, no usamos, o directamente desconocemos que existe.
Esta novela puede ayudar tanto a mujeres como a hombres a empoderarse como personas, más allá del género, de una forma amena, dinámica, apasionada y sin duda polémica, donde muy poco es lo que parece y que sorprende desde el principio.
Aborda de un solo golpe todos los obstáculos con los que se puede encontrar una mujer de nuestros tiempos, pero sin juicios, tratado desde un enfoque de autoayuda sin caer en el cliché de ese tipo de libros, aunando así, literatura y desarrollo personal y obteniendo como resultado, una novela cruda, especial, con ese toque romántico y sobre todo de superación».
«Nos marchamos las últimas y creo que las dos agradecimos no tropezarnos con el imbécil de su jefe al salir, hubiera sido una desagradable situación bajar con él a solas en el ascensor los ocho pisos.
El sitio donde había quedado era un pequeño bar no demasiado lejos de la oficina, al entrar la música de Miles Davis nos acompañó hasta el fondo, donde una chica de pelo azul y gafas de pasta rosas levantó la mano al ver a mi compañera.
No era muy alta, pero al acercarnos pude comprobar que era de esas personas que nada más verlas ya te caían bien y tuve la sensación de que nada borraba su preciosa sonrisa. De hecho, me di cuenta de que la cara de Amanda cambió totalmente solo con verla, dibujándose en ella una expresión más suave y relajada.
Se fundieron en un cariñoso abrazo cuando llegamos a su altura y mientras se sentaban, la chica le dijo:
—Como sigas adelgazando te vas a volver transparente.
Amanda esquivó el tema preguntando:
—¿Ya has pedido?
—Sí, un té para ti y un café con mucha nata para mí. Pero no me cambies de tema, ¿dónde está mi amiga capaz de comerse diez salchichas gigantes seguidas?
—Eso eran cosas de universitarias Ana, ya sabes, quemábamos todo lo que comíamos y toda la cerveza solo con respirar y además solo fueron nueve.
—Bueno, si no recuerdo mal la cara que tenía el chico aquel de intercambio al salir del baño detrás de ti, me dejo cortar una mano a que fueron diez.
Amanda puso los ojos en blanco y Ana dejó escapar una carcajada.
—¿También te has convertido en una mojigata?
—No, pero mi vida no sigue girando solo en torno al sexo.
—Como la mía ¿quieres decir?
—Eres sexóloga, mal iríamos si fuera de otra manera.
—Pues como tu sexóloga particular de cabecera, te recomiendo unos buenos orgasmos para cambiar esa cara de amargada.
Amanda le dio un codazo y le echó la lengua. Ambas rieron.
Justo en ese momento las interrumpió el camarero colocando las bebidas en la mesa, pude apreciar que se quedaba un segundo prendado por la dulce belleza de Amanda, aunque se limitó a asentir cuando las chicas le dieron las gracias y retirarse muy correctamente, sin que mi partener se diera cuenta del efecto que ejercía sobre el sexo opuesto.
La otra chica metió un dedo en la montaña de nata que se mantenía en dudoso equilibrio sobre su café y después de chuparlo golosamente dijo:
—A ver, que es eso tan importante que te quita el sueño.
—Lo de siempre —respondió Amanda removiendo el té con desgana— mi vida es una mierda.
—Hombre, gracias por la parte que me toca.
—Ana, sabes que, si no fuera por ti, ya hacía tiempo que…
La frase quedó colgada en el aire y su amiga se puso seria.
—No digas bobadas.
Amanda dio otro giro radical a la conversación, desde luego era una experta en eludir los temas que le daba miedo tratar.
—¿Y tú qué tal?, ¿cómo lo llevas con… Alicia se llamaba?
—Sí, bueno… —suspiró y el aire le salió hacia arriba levantando su flequillo azul en un gesto que me recordó a un dibujo animado— está “reorganizando su modelo mental de relaciones”, me ha dicho textualmente, se ve con una Tomboy, al parecer ahora soy demasiado femenina para su nueva reorganización mental.
—No entiendo porque tiene que ser todo tan complicado, eres una mujer increíble.
—Me encanta cuando las heteros dicen cosas como, que solo tienen problemas con los hombres, que se van a hacer lesbianas, disfrutaría mucho viendo como caen de la sartén al fuego.
Otro suspiro. Unos minutos de silencio, ambas absortas en sus propios pensamientos, hasta que Amanda habló».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Lidia G. Selas os lo agradeceremos.
