Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Luisa cuenta como su vida cambió de un momento para otro cuando en una España autoritaria las fuerzas de seguridad del estado deciden que su marido, Damián, debe ser apresado. El temor se apodera de Luisa al percatarse que no sabe dónde está y los geo irrumpen en su hogar. Cuando su marido reaparece al día siguiente buscan una solución para escapar de la que antes era una paradisíaca Menorca y que ahora más que eso es un sitio decadente y mugriento en el que vivir se hace complicado para las personas pobres. Luisa está dispuesta a hacer cualquier cosa para salvar a Damián de un destino cruel e injusto. Finalmente deciden que la única opción es huir, y a pesar de no tener ningún plan coherente, se alejan de la civilización en busca de la libertad, en busca de un mundo mejor.
Laura Portella Pons nace en la paradisiaca isla de Menorca. Empieza a escribir, siendo una niña, sobre mundo que le rodea: la naturaleza. En la adolescencia realiza algunos cursos de escritura en la isla. A temprana edad se zambulle en el mundo de los masajes convirtiéndolo en su profesión oficial pero sin dejar su auténtica pasión: la escritura. En 2018 abre su propio centro de terapias, y sigue asistiendo a talleres y cursos de escritura hasta que, en 2021, animada por compañeros y amigos, se lanza a escribir su primera novela: Camino a Ethernal, autopublicada y editada por ella misma. Poco después publica la segunda parte de la prometedora saga Ethernal, Vivir en Ethernal. Ahora nos sorprende con Hacia un mundo mejor, una novela que no te dejará indiferente.
«La necesidad de huir hacia un mundo mejor y abandonar todo cuanto uno tiene nace del miedo. ¡Qué emoción tan terrible, el miedo! Miedo a ser capturado por un régimen autoritario y despiadado, a perder la vida, a renunciar al hogar, al amor y la familia. ¿Qué no haría uno por miedo?
La historia que habita en este libro te hará sentir muchas emociones diversas, no solo miedo. Hacia un mundo mejor se compone de amor, mucho amor; rabia, suspense, ternura, tristeza, intriga, preocupación, ansia y mucho más. No te dejará indiferente en ninguna de sus páginas».
«Me di la vuelta y me apresuré a abrir, con las manos temblorosas.
—¿En qué…? —comencé a preguntar mientras me apartaban violentamente con la mano y entraban en mi hogar.
Es esa zorra —le dijo un hombre vestido de negro a su compañero cuando entraron.
Empezaron a caminar por mi casa con rapidez, iban y venían, revolvían las cosas, rompían algún que otro objeto y hacían mucho, mucho ruido. Los perros se habían asustado tanto ante la presencia de los soldados que se escondieron bajo la mesa, apretados, con los cuerpos temblorosos y sus diminutos corazones latiendo a mil por hora. Recé para que no ladraran, que no hicieran ruido, que no los escucharan, que no fueran a la terraza, no quería que los mataran. Al principio pensé que los buscaban a ellos hasta que uno de los geo abrió la terraza, echó un vistazo rápido y cerró de un portazo. Otro de ellos se acercó a mí, con el rostro cubierto por un estrecho pasamontañas de punto, únicamente con los ojos a la vista, de un color verde mar que me impresionaron tanto como su traje y chaleco antibalas.
—¿Dónde está? —preguntó.
—¿El qué? —logré preguntar con la voz entrecortada.
—Él —dijo frunciendo el ceño.
—¿Quién?
—Damián Pons —gruñó entre dientes.
—Yo… No… —tartamudeé—. No lo sé, acabo de llegar y… —me agarró por el cuello y me estampó contra la pared de la entrada. Unas lágrimas gruesas se apresuraron a salir de mis ojos.
—¿Dónde? —insistió.
—No lo sé, yo… —intente decir con la garganta apretada y notando la falta de aire en mis pulmones. Mi rostro empezaba a sentir la falta de oxígeno y se me enrojecía por momentos.
—Necesitamos encontrarle —confesó acercándose demasiado a mi cara—. Debemos detenerle —confirmó mientras me soltaba y me permitía recuperar el aire perdido.
Caí de rodillas al suelo mugriento y tosí como nunca antes lo había hecho, con las manos en mi cuello, acariciando donde él había tenido las suyas e intentando calmar el dolor de sus fuertes y bien alimentados dedos. Los míos, huesudos y finos, no hubieran hecho gran cosa contra un cuello… y menos contra el de aquel hombre».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Laura Portella Pons os lo agradeceremos.