Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Treinta y cinco años después de acabada la guerra del 36, David, un periodista de Madrid, llega a Bun, un pueblo apartado regido por un brutal cacique, para cubrir la noticia de un crimen macabro y otro anterior puesto de relieve por una nota anónima. Allí ante el silencio de sus habitantes, trabará relación con un peculiar tendero que lee a Kant, una solitaria mujer que es considerada como una bruja por sus convecinos y un vagabundo al que acompaña un animal, mitad loba, mitad perra. En la escena irrumpe un brutal personaje que quiere impedir a toda costa que el caso salga a la luz y que nadie sabe qué tiene que ver con el crimen. David deberá viajar al pasado, a la guerra del 36, al cerco de Stalingrado y a la llegada del Semiramis a Barcelona, para componer un puzle al que le faltan piezas. Pero el problema más grande que tendrá que afrontar, es que la única persona que podía esclarecer todo el asunto ha muerto.
Juan Carlos G. Sebastián nació en Ademuz (Valencia) y reside en Corbera de Llobregat (Barcelona). Estudió Magisterio y Biología en la Universidad de Barcelona. Ha ganado el IX Certamen literario Dulce Chacón. Ha sido finalista en dos ocasiones del Certamen de Narrativa Breve de Canal Literatura. Ha sido guionista y copresentador durante tres años del programa radiofónico de humor «Corbera imaginaria» en Radio Corbera. Ha sido integrante de varios grupos musicales, siendo en la actualidad guitarrista y cantante de EnQuarentena. También ha realizado los guiones de varios cortometrajes de manera amateur. En 2009 se matriculó en l’Escola d’Escriptura de l’Ateneu de Barcelona, realizando los itinerarios de novela y relato. El resultado de ello es Gott mit uns (El ángel que maldijo a Dios).
«Un año después de la muerte de Franco, en plena transición, David, un joven y ambicioso periodista, es castigado por publicar un artículo falso a cubrir la noticia, en pueblo apartado, de una muerte macabra que ha pasado desapercibida en la convulsa sociedad española de la época. En Bun se dará de bruces con un pasado que se ha querido sepultar. David se encontrará en la disyuntiva de tener que tomar partido. ¿Acaso no debemos de tomar todos partido? Hoy en día, cuarenta y cinco años después, encontramos políticos que prefieren pagar banderas kilométricas y construcciones faraónicas, en lugar de recuperar los huesos de aquellos que fueron enterrados vergonzosamente en muchas cunetas y camposantos de este país. Incluso algún presidente, presuntamente democrático, se vanaglorió de no dedicar ni un solo euro a la Ley de Memoria Histórica. El simbólico pozo negro de la novela, continúa».
«Con los ojos arrasados por las lágrimas, intentó localizar al cazador, al invisible, pero no pudo distinguir a nadie. El ruido del crepitar de la madera se le fue haciendo cada vez más audible. El fulgor trémulo del fuego dibujó sombras siniestras en las paredes derruidas que lo rodeaban. Clavó la vista en las casas nuevas del pueblo buscando ayuda. A un centenar de metros todas las ventanas estaban selladas, como ojos oscuros, como ojos muertos. Solo se distinguían, al borde del camino, tres faroles de luz insuficiente, ridícula, que ni siquiera parecían poder alcanzar a iluminar el suelo. Resignado a su suerte, cerró los ojos. El calor se fue intensificando. El aire abrasador le quemaba en la boca y le dificultaba la respiración. Sin pensarlo y sin ningún tipo de fe, empezó a recitar un padrenuestro, pero se quedó en la primera frase, no era el Cielo el que le esperaba en el más allá.
Las llamas le empezaron a chamuscar la piel, las cejas y el pelo. Se mordió los labios y apretó los puños. Se le escapó un último grito agónico, desesperado y desgarrador. Antes de desmayarse por el dolor y el humo que le impedía respirar, le pareció escuchar el balido de unas ovejas, primero en voz baja, como una letanía, y después en voz alta, como un chillido ululante que provenía del infierno. Medio desvanecido, se preguntó si todo era un sueño, una pesadilla producto de un juez celestial que venía a ajustarle las cuentas por todos sus actos pasados. El chillido de las ovejas volvió a sonar con claridad, entonces, estuvo seguro de que el infierno lo llamaba por su nombre.
Cuando empezó a llover, ya estaba muerto».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Juan Carlos G. Sebastián os lo agradeceremos.
