Un pequeño empresario industrial queda arruinado por la competencia de un inversor extranjero, depredador, que arrasa el mercado. El dinero que obtiene lo invierte en otra región del país, entre otros, en el negocio inmobiliario contando con el imprescindible apoyo de los integrantes de una red de corrupción nacional. Estos, pretenden esquivar a los poderes que están detrás del negocio y hacerse con el botín. El empresario, en su pretendida venganza, quedará atrapado en sus sentimientos.
La figura central entorno a la cual gira la novela es el financiero. Quiere moverse en la vida teniendo a la razón como su referente moral. Quienes están más cerca de él, le temen y le desprecian. Conoce los entresijos, ese es su poder y su debilidad. Está atrapado, ha caído en su propia trampa. Tendrá que cobijarse bajo su clave secreta: su otro yo.
Jorge Serrano Martínez (Madrid, 1944), es Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales. Su dilatada actividad profesional le llevó hace años a ser profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense. Ha trabajado en destacadas empresas industriales españolas, entre ellas el Instituto Nacional de Industria y multinacionales extranjeras como Gulf Oil Corporation. En el campo financiero, ha sido funcionario de Naciones Unidas en el PNUD; en la banca española ha trabajado en el Banco Exterior de España, ha sido Subdirector General del Banco de Crédito Industrial y Director del Instituto de Crédito Oficial. En los últimos años ha colaborado en España y en el extranjero con entidades y empresas como asesor financiero independiente, participando, entre otros, en proyectos para países del Este de Europa, financiados por la Comisión Europea, el Banco Mundial y el Banco Internacional para la Reconstrucción de los países del Este (EBRD).
Además de su actividad profesional, desde hace años ha centrado su interés literario en la obra de Fiodor Dostoiévski, siendo autor de los ensayos Dostoiévskiy entre el bien y el mal, (2003), editorial de la Universidad Complutense (Madrid); Dostoyévski frente al terrorismo. De los Demonios al Yihadismo, (2006), Club Universitario, San Vicente (Alicante); y El proceso creativo en la obra de Dostoiévski, con comentarios a su influencia en la obra de Unamuno, pendiente de publicación. También es autor de las novelas El zorongo, (2012), United PC (Palma de Mallorca), y La confesión de un banquero. crónica de cómo se fabrica un cabeza de turco y su doble (2015), Club Universitario, San Vicente (Alicante).
«La narrativa de En la corrupción circula por los cinco continentes, al igual que lo hace el invisible dinero, con paradas en los paraísos fiscales localizados por todo el planeta. La novela se inicia con una decisión comercial que cuestiona principios fiscales y medioambientales en el país de origen, cuyo propósito reside en vender madera en otro punto del planeta para aprovechándose de la laxitud de los medios autóctonos de esa nación, incluida la ciudadanía, con la palanca de quienes saben moverse en las turbias aguas de la política y de las finanzas, lograr obtener una rentabilidad suficiente que permita a sus promotores poner en marcha otros negocios socialmente rechazables aunque muy rentables, haciendo del conjunto un conglomerado financiero y comercial opaco, a la par que generador de graves problemas medioambientales. Pero también la novela refleja cómo la ciudadanía puede reaccionar frente al poder del dinero y en contra del deterioro medio ambiental, logrando con sus acciones reivindicativas provocar un efecto rebote a miles de kilómetros, revertiendo desmanes ambientales del pasado, iluminando de esta manera un futuro esperanzador.».
«En varias ocasiones quienes sabían que yo había sido testigo de un sonado caso de corrupción en España, me pidieron que explicara cómo había terminado aquello, pues por lo que les había contado era imposible cerrar el círculo del relato; además, más de una persona me había dicho que era importante que todo lo sucedido se conociera, que no fuera la impunidad en la que suelen quedar estos casos la única vencedora, que quizás de su lectura se pudiera prevenir futuros hechos como los que yo había conocido. Después de meditar al respecto, aún a riesgo de tener que rememorar en detalle los duros acontecimientos que tuvieron lugar algo a lo que me resistía, sabiendo que el interés de acceder a quienes me lo pedían me iba a conducir por una senda que pensaba era parte de un pasado que había preferido dejar atrás, no me ha sido posible escudarme en el olvido»
«He tenido que comenzar recordando los acontecimientos que tuvieron lugar en la capital británica en el invierno de 1999; se trata de unos desgraciados sucesos que guardan íntima relación con los que por entonces y con posterioridad tuvieron lugar en varios países de tres continentes, como si a ellos les hubiera alcanzado la onda corrupta que tuvo su epicentro en el Mediterráneo. Quizás pudiera afirmarse que la referida resonancia geográfica no fue ni más ni menos que consecuencia del mundo global en el que desde hace años vivimos; al fin y al cabo es bien sabido que la corrupción, al igual que los movimientos financieros, no requieren ni de visados ni de permisos de residencia para asentarse en cualquier lugar.
Cierto día mediado febrero de aquel año, cuando en el Palacio de Westminster la campana del reloj situado en su lado noroeste marcó por veinte veces la hora, quienes a diez kilómetros pasaban por la calle Sídney de la capital londinense podían ver que el llamativo ventanal del primer piso del Finsbury Hospital mantenía sus luces encendidas. Algo muy especial tenía que suceder en el despacho de Adrian Westmoler para que el Director Médico, tan puntual y estricto en sus costumbres, permaneciera más allá de las dieciocho horas. El silencio en todo el centro hospitalario era absoluto».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Jorge Serrano Martínez os lo agradeceremos.
