Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
La vida de Susana da un vuelco con el nacimiento de su hermana Elisa. Ella no entiende lo qué está pasando a su alrededor, se suponía que aquel iba a ser un momento de felicidad, por fin su hermanita, la deseada, la tantas veces solicitada a sus padres había llegado. Entonces ¿Por qué está todo el mundo tan triste? ¿Por qué hay lágrimas en la cara de la abuela? ¿Por qué no pudo reconocer a su madre en el hospital? Sintió un poco de miedo al verla, su padre no llora, pero aprieta los dientes mientras le comunica que Elisa es una niña muy especial que va a necesitar muchos cuidados y que todos vamos a tener que arrimar el hombro.
Susana la contempla con suma concentración y solo consigue ver una preciosa niña que agarra su dedo índice con mucha fuerza mientras le sonríe.
Mi nombre es Manuela Arias, nací en la taberna de un pequeño pueblo gallego, Agualada, en tierras de Bergantiños.
Misteriosamente siempre sentí una gran atracción por los libros, digo misteriosamente porque en la escuela del franquismo no había, bueno si, unos adoctrinantes y muy aburridos, en mi casa cuatro tebeos. Cumplidos los cincuenta descubrí que también quería publicar, compartir con la gente y ahí fue cuando nació mi heterónima Martina Carracedo.
Siempre digo que no vivo de la escritura pero que la escritura me ayuda a vivir.
El gozo robado quiere reclamar el derecho de las personas con discapacidad al amor, a la sexualidad y a llevar una vida lo más independiente posible y también denunciar su vulnerabilidad ante el maltrato de cualquier tipo. Elisa, la protagonista, tiene síndrome de Down, pero también todas las ganas de amar.
«Un suceso desconocido causa una especie de amnesia en Susana, que se despierta en una habitación de hospital sin saber qué ha pasado. El entorno y el olor tan característicos la transportan a otra habitación de hospital donde acaba de nacer su hermana Elisa. Por algún motivo que desconoce todos están tristes, cuando se suponía que deberían estar contentos.
De la mano de las protagonistas iremos sabiendo de las dificultades con que se encuentra una familia con la llegada de una persona con síndrome de Down, y también los errores más comunes que cometen; la superprotección, la infantilización perpetúa a la que muchas veces se les quiere condenar.
El amor, la afectividad, el sexo para personas con algún tipo de discapacidad es aún un tema tabú del que no se habla mucho, Elisa, en estas páginas alza su voz para exigir su derecho a amar y gozar».
«Sintió menguar su cuerpo escondido tras la puerta entreabierta. Tenía la extraña sensación de estar encogiendo, arrugando, en sumiendo, al contemplar aquella escena que se le antojó, así de pronto, alucinación, espejismo. Cerró y abrió los ojos con tenaz insistencia para intentar deshacerse de aquella monstruosidad, pero seguía allí, increíblemente real, y estaba sucediendo en vivo, en directo, delante de sus mismas narices.
Cuando consiguió apartar la mirada, se dio la vuelta muy despacio, como si se moviera a cámara lenta. Encaró la puerta de salida y se dirigió a su encuentro, cerró con cuidado, como si no quisiera molestar. En el recibidor se quedó parada mirando a su alrededor, pero de pronto empezó a descender, desde el tercer piso donde vivía, saltando las escaleras de dos en dos, algunas hasta de tres en tres con peligro grave para su integridad física, pero no podía parar, si pudiera los saltaría todos a la vez para ponerse en la calle cuanto antes. Sentía una opresión muy fuerte en el pecho, que le impedía respirar, pensaba que el aire fresco mejoraría su precaria situación.
No fue así, cuando puso el pie en la acera el dolor en el pecho parecía ahondar hasta llegar al centro de su espalda. Me está dando un infarto y voy a morir aquí, ahora y eso es maravilloso, eso lo soluciona todo, ya no voy a tener que preocuparme de nada —pensó— Sonrió feliz y aún lo seguía haciendo cuando empezó a recuperarse y a ver encima a su alrededor, demasiado cerca, un montón de caras desconocidas, ajenas.
Ya está, todo terminó, ya no tengo nada de lo qué preocuparme, debo estar en otra dimensión, porque ciertamente no creo que haya ningún cielo. Estas caras tan angulosas y borrosas, deben de ser espíritus buenos que habitan en este nuevo plano, parece una comunidad interesante y seguro que todo va a ser más sencillo.
Esto fue lo primero que Susana imaginó ante la presencia de aquellos seres que le parecieron algo raros, pero a medida que el tiempo iba transcurriendo su visión se torna más clara; las caras esculcaban, hacían muecas y poco a poco le fue llegando, también, algo de aquellas palabras hasta hace un rato incomprensibles.
—Parece que se despierta.
—Seguro que solo fue un pequeño mareo.
Una voz sobresalía entre todas, y todas las caras se volvieron a mirarla y retrocedieron un poco:
Aquella cara también borrosa e imprecisa, se fue acercando y sus rasgos particulares se fueron concretando lentamente; era un hombre maduro, con barba y pelo aclarado por numerosas canas, unos ojos oscuros como el carbón y una boca pequeña que apenas se percibía medio escondida entre tanto pelo:
—Hola. ¿Me escuchas?».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Martina Carracedo os lo agradeceremos.