Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Gonzalo Tristán no es un detective corriente; al menos eso opina su público.
Debe reconocer que tener un programa televisivo de desapariciones enigmáticas y ser atractivo, le han proporcionado muchas ventajas y placeres… Hasta que recibe la llamada que lo cambia todo: unas familias le requieren en un lejano pueblo de la costa gallega. Tras desaparecer cuatro jóvenes, uno de ellos regresa en un extraño estado. Nuestro detective aún no sabe que, al aceptar el caso, está a punto de vivir la experiencia más aterradora de su vida.
Un yacimiento arqueológico celta junto a un faro; un farero que esconde secretos. Antiguos rituales druidas, apariciones imposibles. Una desbordante y apasionada relación con la jefa de la policía local. Persecuciones bajo la lluvia. Un pueblo hermético sumido en una atmósfera de mar y misterio. Y una búsqueda desgarradora que le lleva a exiliarse en una antigua torre vigía de Cádiz, desde la que escribe el caso en su vieja Olivetti con el propósito de expulsar los fantasmas del pasado.
Antonio Puente Torrecilla (1979) es un enamorado del mar (donde trabaja) y de los libros (donde navega). Crece en el Estrecho de Gibraltar acunado por las tempestades de levante, por la historia y los mitos que rodean un lugar tan peculiar.
Como consecuencia ha sido: Autor de la novela Las Aguas del Tiempo editada por Absalon Ediciones en 2009. Finalista del II Certamen de Relato Corto Conil ante las drogas 2008. Colaborador de la Editorial Cádiz Media S.L. en la Revista Plenilunio 2010. Tercer Premio de Narrativa Breve en el V Certamen Literario Internacional Aljarafesa 2010. Ganador del XXXVI Certamen Literario Nacional José María Franco Delgado en el año 2010. Finalista del X Certamen de narrativa corta "Carmen Martín Gaite 2010" Accésit Marítimo. Segundo Premio en el V Certamen de Relato organizado por el Ayuntamiento de Cádiz y Diario de Cádiz 2011 en colaboración con Fernando Iwasaki. Finalista en el Certamen Literario Editorial Universo 2013.
«—La forma. Es diferente — asegura Azana Márquez de London Reader que ya ha leído la novela — es como estar viendo una película de suspense. No puedes parar de leer, es una puta pasada.
No es el típico detective ni la típica forma de narrar una novela de intriga. El autor ofrece un estilo fresco que no decae, es una bocanada de ese aire marino que le envuelve, de capítulos con corte cinematográfico, como si el lector fuera el espectador sentado en una sala de cine, y las páginas del libro una pantalla en la que proyectar su abstracción. Las palabras sólo el vehículo que transporta la trama.
No se anda con rodeos. Va al grano; a contar una historia, sin obviar detalles mundanos, sin ocultar los vicios de un detective de lo más cotidiano. Gonzalo Tristán no es un héroe, no es el hombre más valiente del mundo ni tiene un coeficiente intelectual fuera de lo normal. Por eso resulta cercano, fácil de empatizar con él a medida que se le conoce.
Antonio Puente Torrecilla ha escrito en géneros tan dispares como thriller histórico, novela negra, terror psicológico o ciencia ficción, así como cientos de relatos, microrrelatos e incluso, era inevitable, cuentos infantiles cuando llega la paternidad. Está convencido de que las novelas no deben encuadrarse moldes rígidos en los que etiquetar una historia, por eso gusta de establecer una base, un esquema con un corte en concreto para luego darle tintes de diferentes géneros. Si bien la columna vertebral de El enigma de los niños gaviota es la novela detectivesca, también se dan cita toques de misterio, de historia documentada, de surrealismo y por supuesto, de humor.
El autor es un lector compulsivo de todo lo que cae en sus manos. Al preguntarle por sus principales influencias literarias reconoce que Arturo Pérez-Reverte le enseña cómo un libro es capaz de llevarte a otros muchos, que idolatra la forma de narrar de Eduardo Mendoza y de Fernando Quiñones, y que le fascina el descaro de Montero Glez. En cuanto al cine, le encanta la tensión de Hitchcock y el tratamiento del tiempo de Christopher Nolan.
Metan todo lo expuesto en este artículo en una coctelera literaria y se harán una idea de lo que pueden encontrar al abrir las páginas de El enigma de los niños gaviota».
«Son libres de creer o no esta historia.
Es más, ni tan siquiera yo, que la viví en primera persona, me atrevería a asegurar algunos de los detalles que encierran estas líneas como ciertos en su totalidad, ya sea por los años que han pasado y que dulcifican los sucesos, o quizás porque fueron tan increíbles las conclusiones a las que pude llegar en mis investigaciones, que cualquiera que no tuviera un mínimo de apertura emocional la arrojaría al fuego de la chimenea sin dudarlo. Pero no soy yo quien debe presentarles conjeturas, sino ustedes mismos y la magia de la abstracción.
Supe que esta historia iba a tener un fondo importante por dos razones básicas.
La primera, porque el universo suele escoger los momentos más inesperados para hacer llegar las noticias de los grandes eventos, tales como estar en cuclillas papel higiénico en mano, o quizás descubriendo un nuevo clímax que había pasado desapercibido ante nuestras propias narices durante los últimos veinte años de vida íntima.
Y la segunda, porque nadie que llama por teléfono a un detective especializado en desapariciones afirma en la primera frase tras descolgar el teléfono que han encontrado al desaparecido. Aquella mujer, en la misma medida desencajada, aterrada y aliviada por haber recuperado a su hijo, me llamaba en representación de un colectivo de vecinos en un pequeño pueblo pesquero de la costa gallega donde, aseguraba, entre sollozos y pesares de Penélope homérica, que cuatro chavales del pueblo habían desaparecido, y hasta el momento sólo se había podido recuperar a uno de ellos, el suyo en concreto, localizado en la costa deambulando tan aturdido como gorrión en temporal. A mí, aunque suene algo ridículo, me trajo a la cabeza esas películas de zombis en las que uno a uno, los habitantes del pueblo se van contaminando, vagando errantes por las calles, reclamando carne viva, mientras unos pocos se refugian con el sheriff en el ayuntamiento para telefonear a alguien que tenga la solución liberadora de la plaga. Y al otro lado de la línea estaba yo, solo que ellos no querían que esos zombis desparecieran, sino que los encontrara.
Tengo que explicarles que las autoridades ya estaban realizando su labor de búsqueda. En concreto habían desaparecido, en el momento de aquella llamada, un total de cuatro jóvenes, de los cuales uno era el zombi errante, que dicho sea de paso para aclarar datos, estaba vivo, solo que en un estado catatónico que no presentaba síntomas de reversibilidad a corto plazo. El médico del pueblo lo había examinado con mucha parsimonia, consciente del numeroso público que se amontonaba a las puertas de la modesta casa de pescadores de aquella familia; un público que esperaba respuestas, que quería nombres antes de prender las hogueras y echarse al monte para cazar bestias culpables. Sin embargo, aunque siempre había en aquellos corrillos de zaguán quienes se envalentonaban ante cualquier adversidad, también había quienes, tocados por cierto cariz atávico supersticioso propio de ciertos pueblos norteños, mentaban a las malas artes diabólicas como responsables subyacentes de los acontecimientos. Decir tengo, que el sólo recuerdo de aquellas mujeres enlutadas mirándome antes de desaparecer por las empedradas callejuelas aún me hiela el ánimo, pero todavía no hemos llegado a ese punto del relato de los hechos».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Antonio Puente Torrecilla os lo agradeceremos.
