Unos mohosos folios olvidados en un desván nos narran la historia, que sabe quién cuando sucedió, de unos desafortunados enamorados. Una joven y deprimida artista y un perdido y entristecido barista y, encima de ellos, una cita malaventurada: «Tienes que seguir rompiendo tu corazón hasta que se abra». En un anciano y maltratado pueblo donde el día a día es impredecible, dos miradas perdidas se enamoran, aunque no por mucho tiempo.
Paciente y médico, mente y cuerpo y amor y realidad: mundos tan cercanos, y a la vez tan separados, que no se entienden.
Albert Farré Balsà nació en Lleida en 1997 y se crio en un pueblecito cercano llamado Algerri. En 2019 se licenció por la Universidad de Lleida en Ciencias Biomédicas. Apasionado por la música y el arte se mudó, al acabar la carrera, a Londres (Reino Unido) para dedicarse a su guitarra, la escritura y la pintura al óleo. Actualmente, reside en Brighton donde trabaja en la docencia y la música.
«En Bajo la luz naranja se habla de depresión, tristeza y hastío, pero también de amor, esperanza y bondad. En esta novela en la que predomina lo surrealista, llena de situaciones inverosímiles en medio de la cotidianidad, encontramos personajes que contraponen distintas realidades: pacientes que no se entienden con los doctores; artistas que no crean o enamorados con corazones rotos.
Además, encontramos poemas, historias y bellas estampas hechas letra. Cruda, como la vida es a menudo, pero dulce y bonita a la vez. Es, en definitiva, una novela para disfrutar de las descripciones, sumergirse en las referencias y apreciar el absurdo».
«Manuel apartó el pelo de la mejilla de Amelie. Esta cerró los ojos. Se lo colocó despacio tras su oreja, inocentemente fría. Acercó sus ojos para ver mejor la cara de aquella preciosa chica. Notó el vaho que se escapaba de sus labios y sintió el respirar parsimonioso de su cuerpo. Rozó ligeramente con su nariz la de ella, con cuidado. Colocó entonces su otra mano en su mejilla. Sintió la humedad de sus labios tan cercanos y rozó con los suyos aquellos carnosos amigos. Cerró los ojos al fin y besó con dulzura a Amelie para regar así la flor creciente entre ambos.
Sobre sus cabezas, incapaces de contener la emoción por lo acontecido, estallaron en un llanto precipitado las nubes. Se acercaron, se juntaron en una y expresaron en forma de lluvia la felicidad por los humanos. Manuel y Amelie, riendo como niños pequeños que juegan, se apresuraron a resguardarse bajo uno de aquellos árboles frondosos. Las nubes inocentes, avergonzadas por lo que acababan de hacer, escamparon felices al fin para poder dejarles ver las Perseidas».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y A.F. Balsà os lo agradeceremos.