Dime una cosa. ¿Qué harías para salvar tu vida? ¿Correr? ¿Gritar? ¿Pedir ayuda? A Savanna no le queda más remedio que pensar en esto cuando uno de los Marcados que pueblan Estados Unidos, androides de última generación mimetizados entre la sociedad, la secuestra. ¿Estará ese robot siguiendo las órdenes de alguien o la habrá raptado por voluntad propia? No. Todavía peor. ¿Podrá confiar en él cuando se de cuenta de que está completamente sola? Después de todo tiene una sonrisa demasiado perfecta.
Aldana Romina Lessi nació en Buenos Aires, Argentina, en noviembre de 1993. Llegó a España a la corta edad de ocho años y estudió Realización de Proyectos Audiovisuales y espectáculos en el instituto Príncipe Felipe de Madrid.
Soñadora y perseverante, la autora se ha dedicado a crear universos de ensueño y futuros distópicos en cada una de sus historias.
La fantasía, los animales y la ciencia ficción cobran una importancia relevante en argumentos y personajes que no dejan a nadie indiferente.
«Hay muchas clases de libros. Libros que repetirías, libros que enseñan, libros que hacen reír y libros con los que llorar. Hay libros que son tus favoritos y libros que odias, pero... ¿Como descubres cual es cual?
Aunque no sabría decirte si leer Ausente conseguirá que englobes la novela en alguna de esas categorías, si que será entretenido. Es decir, ¿Quién no quiere echar un vistazo al futuro?
Mola dejar a un lado las preocupaciones del día y zambullirse en un mundo alterno, porque te ayudará a apartar problemas y a que el tiempo pase mucho más rápido de lo que puedas llegar a imaginar».
«—Dime ahora mismo si fuiste tú quién me atracó. Responde o te pegaré un tiro.
El rubio volvió la vista al horizonte.
—Fui yo.—Dijo sin más. Sin miedo.
Solté una exhalación incrédula.
—¿Ya está?
—¿Querías que lo negara? No me va eso.—Vi como se encogía de hombros, fingiendo ofenderse.—Fui yo, si. En cuanto nos separamos seguí directo a tu edificio. Te esperé entre las sombras y ¡Zas!
—¿¡Y ya está!?—Seguía patidifusa.
Nunca me había topado con alguien tan descarado. ¿Acaso existía algún otro ser con menos tacto en el mundo? Pensé que intentaría negarlo al menos... ¿Y me lo decía así? Alucinaba.
—Ya está.
Una vez más, alejó la atención del cielo para posarla sobre mi. Sonrió y dio un golpecito al asiento de al lado, el del copiloto.
—Siéntate antes de que te marees y me pegues un tiro de verdad.
No quería hacerlo, pero el Marcado tenía razón. Sentía como si las piernas fueran a fallarme en cualquier momento. Encima, a eso, había que sumarle las agujetas por el forcejeo que habíamos mantenido la pasada madrugada.
Un poco a regañadientes, acabé pertrechándome en el sitio.
—Buena chica.
Sobrevolábamos una ciudad en aquel momento. El sol se asomaba al fondo, tímido tras el horizonte.
—Devuélveme mis cosas...—Farfullé por lo bajo.
—Por cierto. Soy Dave.
Fruncí el ceño y lo miré. Desde mi posición aquel flequillo tan raro le tapaba casi toda la cara.
—¿A qué viene eso?
El androide me tendió la tarjeta y sacó, de alguna parte de su capa, el resto de documentos y dinero que guardaba en mi cartera. La recibí de inmediato y me apresuré a comprobar que todo estuviera en su sitio.
—Me lo preguntaste ayer, ¿O no?
Guardé silencio. Era cierto. Si Theo no hubiese vuelto del cine tan pronto, me habría dicho como se llamaba anoche.
Fue entonces, tras echarle un rápido vistazo a mis cosas, cuando caí en la cuenta de algo. ¡Llevaba horas fuera! O lo que era peor. Mi madre no sabía dónde estaba.
—Dios mío... ¡Tenemos que volver!
Dave soltó una carcajada estridente.
—¿A los Estados Unidos? ¿Estás loca?
Su frase hizo que me pusiera blanca, pálida como si acabara de encontrarme con un fantasma. ¿A los Estados Unidos? ¿Acaso habíamos salido del país mientras me hallaba inconsciente?
—¿Que... quieres decir con eso? ¿No me estás llevando a mi casa?
Me encontraba tan confusa que ya no podía ni pensar con claridad. Era comprensible, apenas tenía dieciséis años. Lo peor que me podía pasar en esa época era desaparecer sin que mi madre supiera adonde diantres había ido. Si hasta me montaba espectáculos cuando salía sin permiso de casa para comprar el pan.
Dave me miró con ternura antes de añadir:
—Cariño, esto es un secuestro».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Aldana Romina os lo agradeceremos.