El 21 de noviembre, Alaric Montbley se despierta cubierto de sangre, con una pistola en la encimera de su loft y con un vacío en su memoria. Horas después la policía encuentra un cadáver. Empieza entonces una carrera a contrarreloj para intentar salvarse y descubrir la verdad. Sabe que con todas las pistas apuntando en su dirección es inviable acudir a la policía porque sería considerado el primer sospechoso de un crimen que no recuerda. No, la policía no es una opción. El único capaz de salvarle es él mismo.
Así que abre su propia investigación. No le va mal, al menos hasta que encuentran un segundo cadáver. La historia se repite: la sangre le cubre, el arma homicida aparece en su casa y un nuevo vacío inunda su mente. Podría ser mucha casualidad si no fuera porque Alaric sabe que ambos crímenes están relacionados y van unidos a una misma historia. Una de la que él lleva mucho tiempo intentando huir, pero que por mucho que intente dejar atrás, siempre vuelve a aflorar.
Los fantasmas, el pasado y la locura se hacen con el control y llega el momento de enfrentar una verdad que duele demasiado y que amenaza con destruirle.
¿Podrá salvarse?
Aida Martí nació el 7 de noviembre de 2000 en Alboraya (Valencia). Estudiante de Arte Dramático, su gran pasión junto a la lectura y escritura.
Desde pequeña ha estado vinculada al mundo de la literatura, ha sido y es una lectora voraz, que empezó a escribir hace unos años. Comenzó a escribir por primera vez siendo una adolescente, lo utilizó para desahogarse y sentir que no estaba sola. Fue entonces cuando encontró su refugio en un lugar desconocido para ella, las palabras. Marcó un antes y un después en su vida, no imaginando ahora vivir sin la escritura.
«A parte de la historia policíaca, lo interesante del libro es la relación que se va forjando poco a poco entre ellos, ver cómo evolucionan juntos y cómo esa primera aversión se va transformando en algo que acaba siendo una relación bonita. Una que no es ni mucho menos impecable ni idílica, como nos suelen querer vender, pero sí una que aunque a veces sea cruda y duela demasiado, es sincera y real».
«Y así es siempre. Cuando un policía sale, otro entra. Se turnan para intentar sacarme información, cada uno con sus propias técnicas. Aunque si mi preferido es Cañar, sería justo decir que el comisario es el que más odio. No por nada en particular, sino porque cuando entra en la sala con esa determinación fría, aún sigue doliendo. Con él no puedo permitirme tener el lujo de descuidar mi coraza, sino que tengo que estar pendiente de ella todo el rato, aumentándola.
La mayoría de gente dice que el tiempo lo cura todo, pero yo no estoy tan seguro de ello. Sigue doliendo igual que el primer día y no parece que vaya a cambiar.
—¿Conocías a Conrad?
No me quedan fuerzas para responder, así que le miro fijamente y compongo una sonrisa de desprecio. Espero que capte el mensaje.
—¿Qué relación tenías con él?
Llevamos media hora así. Él me lanza preguntas, yo mantengo el silencio. Jugamos a un juego peligroso, intentando mantener un equilibrio tan frágil como una orquídea. Si damos un paso en falso se marchita. Si damos dos, la matamos.
Hay un plus en el juego también. Él me hiere intentado demostrar que nunca hemos sido nada, que no le importo, que no soy más que un vulgar asesino. Por el contrario, yo me meto con él, sin hablar, claro. Creo los gestos que más le van doler y los empleo en su contra. Jugamos a librar una batalla, a lanzar estocadas y a ver quién es el primero que se desangra.
Pero hoy hay algo diferente en él. No parece que le afecte lo que hago y eso no me gusta. Me da la impresión de que sabe algo que yo no, como si se guardara un as en la manga. Sigue el procedimiento habitual, pero hay algo que varía y no logro identificar el qué».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Aida Martí os lo agradeceremos.