Un cuerpo mutilado de un niño de seis años se encuentra flotando en las aguas del Támesis. La policía metropolitana de Londres, con Jack Abberline al frente del equipo, se encuentra con callejones sin salida ante cada pista que se les presenta. Tras ocho meses de investigaciones infructuosas y ante el temor de que se convierta en un cold case, piden ayuda a una criminóloga española que ha ayudado a la policía a resolver algún asesinato mediático, Erika Valdés, quien, tras una fachada de seguridad oculta el trauma que le provocó su intervención en el último caso.
Erika no es bien recibida por Abberline, pero no tiene más remedio que colaborar con ella. Un tándem, a priori, que se repele, terminará aceptando que lo mejor que pueden hacer es colaborar entre ellos. Sectas africanas, rituales muti, un viaje al corazón de Nigeria para analizar in situ la masacre que finaliza con un asesinato inesperado. Nada es lo que parece.
Marian Pastor, alicantina de nacimiento y ciudadana del mundo, siempre ha tenido inquietud por conocer cosas nuevas que le pudieran dar alas a esa imaginación desbordante que le ha llevado, entre otras cosas, a crear historias, desde siempre. Hace cuatro años, un giro inesperado del destino le obligó a parar toda actividad por un tiempo, pero lejos de amilanarse, dejó que su mente le llevara a lugares nuevos a los que no podía desplazarse físicamente de momento. Así retomó su pasión por escribir. Hasta entonces, todas sus publicaciones habían sido científicas, como consecuencia de sus estudios de Doctorado en la Universidad de Alicante y su participación en Congresos difundiendo sus investigaciones sobre violencia de género y acoso. Cuenta con una licenciatura en Derecho y otra, en criminología. Con la tercera, antropología se quedó varada en cuarto curso, pero espera terminarla algún día. Tras esto, la literatura de ficción es lo que ocupó su tiempo. Tiene, en la actualidad, cuatro novelas finalizadas, aunque ésta es la primera que se publica. Ha utilizado este tiempo para formarse con los mejores y emplear esos conocimientos para escribir desde el corazón. Tiene una narrativa muy cinematográfica y es que siempre imagina la escena como una película mientras la transcribe al papel.
En Adam ha puesto sobre la mesa toda su experiencia trabajando en distintas áreas del derecho, como abogada, criminóloga, como Secretaria judicial en distintos juzgados de lo penal y como técnica jurídica en la Administración Pública. Y con todo ello, ha creado una novela perteneciente al género de novela negra que mantiene la trama hasta el final, sin desvelar quiénes pueden ser los culpables, donde nada es lo que parece, con un final de infarto. Jack Abberline y Erika Valdés forman un tándem, a priori, imprevisible, y que, poco a poco, van logrando que las piezas encajen. Espero que los lectores disfruten de la novela tanto como ella ha disfrutado creándola.
«Adam es la historia, basada en un caso real sin resolver, de un cuerpo mutilado que se encuentra a orillas del río Támesis. Partiendo de la noticia de un recorte de periódico, he creado esta novela donde la acción se mantiene hasta el último momento, subiendo de nivel con una escena final de infarto. Si te gustan las historias policiacas, donde se entremezclan las relaciones personales de los protagonistas con la investigación; si te gustan las historias que están dotadas de realismo, donde se ha recreado a la perfección los pasos que dan los investigadores de la Interpol; si te gustan las novelas donde intentas desenmascarar al culpable, pero no lo consigues, ésta es tu novela. Narrada con un estilo sencillo pero realista, que mantiene la trama hasta el final y donde nada es lo que parece».
«Ninguna de las calles perpendiculares a ésta tenía un acceso directo al río salvo desde los muelles. Los lugares más cercanos para poder haber lanzado el cuerpo al agua eran desde el mismísimo puente de Londres, cosa que descartaba por la gran afluencia de policía que suele haber por allí a todas horas o desde el extremo contrario, pasado ya Saint Olaf House, desde el London Bridge City Pear, la terminal de ferries. Se trataba de una especie de estación flotante desde donde salían varios catamaranes de cercanías y a la que se accedía desde una pasarela cerrada que los unía a tierra firme. En caso de que el cuerpo se hubiera lanzado desde allí, en primer lugar, hubiera sido necesario que se llegara hasta el final de la pasarela, y entonces comprar el ticket para el ferry en cuestión, pero lo más importante es que hubiera sido necesario que se lanzara desde una altura de más de cinco metros, por lo que el cuerpo, al impactar contra el suelo desde esa altura hubiera tenido fracturas y graves lesiones en órganos internos, cosa que no había ocurrido. El cuerpo estaba en perfecto estado salvo las mutilaciones que había sufrido post mortem. No quedaba por tanto otra opción que haber dejado el cuerpo a ras de tierra y se diría que de forma cuidadosa en el lugar donde había sido encontrado y hasta allí solo se podía llegar por barca, desde el río, o como había llegado la policía, saltando el pequeño murete con columnas que separa el edificio de Saint Olaf House para utilizar las escaleras en desuso que bajan hasta el río. Se habían tomado las huellas posibles en la barandilla de hormigón de la escalera, pero los resultados eran tan numerosos que no arrojaban luz posible sobre el presunto culpable».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Marian Pastor os lo agradeceremos.