Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Jon Solo, un brillante abogado, lo tenía todo en la Venezuela decadente de los 90. Pero la adicción lo convirtió en un fantasma perdido entre burdeles, alcohol y cocaína. Tras ser abandonado por su esposa e hijo, despierta en el funeral del hombre que había sido. La salvación llega en Ave Fénix, un grupo de Narcóticos Anónimos, donde Enrique, Blass y otros “ángeles descarriados” lo guían. Allí comienza un viaje sorprendente por escenarios contrastantes y exóticos, donde aprende que para renacer primero hay que morir. Con 29 años de sobriedad, esta memoria sin filtros demuestra que una vida rota puede reconstruirse y que, en última instancia, la comunidad es la verdadera protagonista.
Juan Ignacio Soloaga López (Jon Solo), abogado y escritor hispano-venezolano, es un vivo testimonio de resiliencia. Tras décadas de adicción que lo llevaron a perderlo todo, halló redención en Ave Fénix (NA, Caracas). Con 29 años de sobriedad, cofundó NA San Fermín en Madrid, extendiendo un legado de esperanza con humor ácido y espiritualidad callejera. Tras emigrar, reunió a su hijo y formó una familia con Lois y sus dos hijos. Y Ahí Estaba Yo, su debut, mezcla crónica y testimonio en un mapa brutalmente honesto que transforma la oscuridad en camino. Una voz para quienes, perdidos, creen que no hay salida.
«¿Te sientes perdido o conoces a alguien que lucha? Y Ahí Estaba Yo es para ti. Jon Solo te arrastra al corazón de la adicción en la Venezuela de los 90, donde perdió hasta el derecho a ser padre. Pero en Ave Fénix, un grupo de NA, halló redención con espiritualidad callejera y humor ácido que ríe ante la tragedia. Con 29 años de sobriedad, reunió a su hijo y construyó una nueva familia con Lois y dos hijos más. Su historia, cruda y esperanzadora, es un espejo para los perdidos y un faro para salir de la oscuridad. Léelo para entender, sanar o tender una mano.»
«Funeral para un Fantasma
Y ahí estaba yo. Un despojo humano, agachado en un rincón de mi sala, sudado, temblando y apestando a miseria y a indigencia, en un contraste surrealista, reflejo de una doble vida sostenida con autoengaños desde hacía ya mucho tiempo. En una casa modesta pero bellamente acomodada y familiar, mientras la luz dorada del amanecer se filtraba por las cortinas, burlándose del caos de la noche. Catorce horas antes me había rendido a los monstruos que reptaban por mi cuerpo y a los delirios febriles que se abrían paso en el vacío dejado por el alcohol y la cocaína. Mi cuerpo, después de siete días sobreviviendo únicamente con la glucosa del anís, el ron y el whisky, se había convertido en una cáscara vacía; mi mente era un campo de batalla de pánico y recuerdos fragmentados. Era un fantasma derrotado, con la dignidad completamente despojada.
El Catalizador: El Golpe en La Puerta
Entonces, llegó el golpe. La figura de una mujer agotada de tantas promesas rotas y que ya había alcanzado su límite, la que fue mi primera esposa, apareció en la puerta aferrando a nuestro hijo de cuatro años como si fuera un escudo. Su voz, más fría que el azulejo bajo mis rodillas, cortó la penumbra: “Tienes que irte. Eres un peligro para él ahora.”. Resignada me miró no con ira sino con el desprecio distante de quien aplasta una cucaracha—antes de darse la vuelta y marcharse. Observé a través del marco agrietado de la puerta cómo se dirigía hacia su auto con la diminuta mano de mi hijo aferrada a su camisa blanca y sin volver la cabeza. El motor rugió al encenderse, destrozando la falsa serenidad del momento; era ya el mediodía. Esa fue la última vez que los vi a ambos durante más de un año.
En el silencio que siguió me convertí en un espectro en mi propia vida. Era abrumador, solo el eco de sus palabras y el peso de lo perdido: la risa de un niño, el ritmo de los cuentos para dormir, el derecho a llamarme “padre.”
El Punto de Inflexión: Se Enciende La Chispa del Desafío
De pronto, sin lógica alguna, de manera totalmente inesperada e incontenible, algo surgió en mi interior, rompiendo el dolor y la parálisis: una chispa, una energía sobrenatural, un latido feroz que exigía acción, emergían entre las cenizas de mi corazón. Algo imposible, cordura y claridad en una mente desahuciada, no era mera esperanza; era el último aliento de un hombre que se ahoga, luchando por respirar. Me lancé hacia el teléfono y marqué el número de Esteban, mi imponente vecino de casi dos metros, un hombre construido como un muro de ladrillos. “Esteban, me estoy ahogando,” raspé. “Soy un adicto y no puedo parar, necesito tu ayuda hermano. Ven ya por favor. Destruye este lugar. Desaparece cada botella, destroza cada bolsa de polvo blanco. Encadéname a este infierno si es necesario, pero no me dejes salir a la calle hasta que llegue la ayuda de mis padres.”»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Juan Ignacio Soloaga os lo agradeceremos.