El padre de Marcos acaba de fallecer. Hace años que no tenían contacto y volver al pueblo donde creció para hacerse cargo del entierro le resulta una pesadilla. Tres días y todo habrá terminado. Sin embargo, tras pasar la primera noche en su antigua casa, una grieta purpúrea aparece en el cielo y, por si eso no fuera suficiente, su sombra ha desaparecido.
La grieta del cielo, «la Vagina de Dios», provoca que la gente se comporte de manera extraña. Marcos descubrirá los secretos más oscuros de su familia mientras el mundo se transforma para siempre.
J.C. Giménez nació el 6 de diciembre del 1981 en Barcelona. Ha escrito relatos de diferentes géneros, siendo la ciencia ficción, terror, thriller y la fantasía sus estilos predilectos. Después de diversos cursos de narrativa y talleres de escritura creativa se ha lanzado a la publicación de su primera novela, Translúcido. En ella, plasma sus sentimientos pasados y presentes en una historia dramática con la ciencia ficción como telón de fondo y una soterrada crítica hacia la sociedad actual.
«Una novela extraña y conmovedora, con toques de terror, de novela psicológica e incluso romántica. Una historia sobre los valores familiares, oscura y pesimista, donde se pone a prueba la moral del ser humano».
«Cuando llevábamos cinco minutos esperando, mi tío sin parar de hablar y yo asintiendo a todo tratando de alejarme de su halitosis, llegó un hombre trajeado con el rostro serio y circunspecto. Se movía con pesadez, como si llevara plomo en los zapatos. Nos llevó a un pequeño despacho y nos ofreció asiento. Una vez estuvimos los tres acomodados, el empleado abrió una ancha carpeta y empezó a diseminar su contenido sobre la mesa.
—Me consta que su padre era cristiano —me dijo.
—Sí, el que más —se adelantó a decir el tío Claudio con cierto orgullo.
Lo miré por el rabillo del ojo por habérseme adelantado.
—Sí, todos los domingos iba a misa —dije sin ganas.
—Bien, bien —dijo el empleado con la vista clavada en sus papeles—. ¿Han pensado en lo que quieren que diga en los recordatorios?
—No, acabo de llegar —dije pasando la vista por los trípticos que nos mostraba—. Pero si me da un momento…
—No corre prisa —se aventuró a decir el empleado—. Primero deberíamos elegir ataúd, supongo que el velatorio se celebrará con ataúd abierto.
—Supongo —dije por decir algo.
—Sí —dijo el tío Claudio. Saltaba a la vista que era mucho más versado en estos temas—. La familia agradecerá verlo para despedirse de él como Dios manda. Y estos recordatorios valdrán —añadió señalando el que me quedaba más alejado».
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