Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Doce días de obligado encierro en el Polígono Empresarial Uriarte de Quesada. Un patógeno descontrolado y muy infeccioso transforma al que lo padece en una bestia violenta sedienta de sangre, obligando a las autoridades, hasta que se demuestre lo contrario, competentes a decretar una cuarentena general. El ejército se encarga del (des)control de la zona y del abastecimiento de las personas que permanecen encerradas: un variopinto grupo de trabajadores decididos a poner a salvo no solo su vida, sino también y sobre todo aquello por lo que merece la pena ser vivida. Sacrificados currantes, personajes comunes en una situación de excepción que los llevará al límite cuando se precipiten los dramáticos acontecimientos y que pondrá de manifiesto le peor, lo regular y lo mejor de cada uno.
Alfonso Barroso Valero. Nacido en Madrid en 1970. Licenciado en Filosofía por la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Funcionario de carrera en el Cuerpo de Profesores de Enseñanza Secundaria de la Comunidad Autónoma de Madrid. Actualmente ejerce como docente en un Instituto de Educación Secundaria de Madrid.
Semblanza literaria:
Primer Premio en el II Certamen de Relatos Cortos Celadilla «El cántaro a la fuente» 2021, con el relato «La atraconadora».
Segundo Premio en el I Premio Astarté de Relato Corto y Poesía, siendo la obra presentada (el relato titulado «El pajarillo») publicada en una antología por Punto Rojo Libros.
«The Working Dead. Cuarentena desarrolla una serie de tramas cruzadas que protagonizan no personajes excepcionales, aunque sí heroicos a su modo, acostumbrados a pelear el día a día y que ahora han de afrontar una situación inesperada. ¿Podrá un obligado encierro alterar sus rutinarias vidas? Traición, engaño, egoísmo, pero también camaradería, amistad, nobleza y, desde luego, mucha acción y humor (negro, a veces) que salpica aquí y allá esta bizarra historia de supervivencia anclada en la ficción, aunque no tan alejada de nuestra realidad más próxima. Lectura altamente recomendable para lectores que rehúyan lo convencional y gusten de buscar, a pesar de todo, luz en la oscuridad».
«Se vuelve de repente al escuchar unos tremendos golpes. Vienen de los servicios, parece que el hombre encerrado allí la ha emprendido a golpes con la puerta. Y por cómo suenan tal vez la puerta no resista mucho tiempo…, es lo que debe andar pensando todo el mundo pues de inmediato han tomado posiciones defensivas. Cada uno porta, además, su propio instrumento defensivo: Elvira sostiene con ambas manos, cual piquero de los gloriosos tercios aquellos, una fregona (con la parte de la peluca, es decir, lo mojado y sucio, hacia arriba, para intimidar más que nada); Emilio ha recuperado su fiel cuchillo jamonero, parapetado tras la barra se lo pasa, cual bandolero serrano, de una mano a otra con asombrosa maestría; Julio ha agarrado una silla por las patas, pero cuando ha tratado de alzarla ha advertido que el peso de mueble excedía su capacidad de levantamiento, así que la ha dejado en el suelo y ahora empuña con decisión un ventilador de repisa; Javi, Mati y Charli, sostienen cada uno, respectivamente, una barra de hierro de contundente aspecto, una tabla de madera con un clavo atravesado y un martillo de considerables dimensiones. Estos tres son los que, despacito, están aproximándose ya a la puerta de acceso a los servicios, armas en ristre y paso firme (bueno, esto último no mucho, la verdad). Cuando se sitúan junto a ella, Javi adelanta su barra de hierro y empuja la puerta lentamente. Ahora los golpes se escuchan con total nitidez, acompañados además de unos gruñidos… guturales. El siguiente sonido es el de las bisagras de la puerta de servicio de caballeros cediendo definitivamente; y el siguiente el de la puerta estampándose contra la del servicio de señoras; y el siguiente el de los pasos del hombre-antes-encerrado dirigiéndose hacia la puerta de acceso, que permanece abierta; y el siguiente el de un tronante «¡¡Cooooñooooo!!» salido de la boca de Javi. Retrocede atropelladamente el comando al completo, tropezándose unos con otros, hasta ganar el parapeto que ofrece una de las mesas del salón. Javi y Mati alcanzan sin problemas el refugio, aunque Charli, entretenido en recuperar su martillo, perdido en la precipitada retirada, permanece aún por los suelos. Ante el espanto de los presentes, el hombre-antes-encerrado irrumpe en el salón cual miura en plaza, se planta allí mismo y otea con feroz mirada de un lado a otro. Sus ojos están casi fuera de las órbitas, la mandíbula, como desencajada, y le sale un líquido, así como rojizo, mezclado con baba, de la boca. Fija entonces su objetivo: el pobre Charli, que a duras penas comienza a incorporarse. Se abalanza entonces sobre él con inusitada fuerza, derribándolo al instante. Ahora Charli trata de sujetar los brazos del hombre-antes-encerrado que tiene encima, inmovilizándolo. Las manos del atacante, qué sus manos, sus garras, tratan de ganar la garganta de Charli, sobre la que proyecta una furibunda mirada de depredador a presa ¿Y los demás? Pues asisten atónitos a la dramática escena, petrificados, sin apenas capacidad de reacción. Sin embargo, tras unos segundos de angustia, como si alguien hubiera dado una orden inaudible pero captada al instante por los cinco cerebros, se abalanzan todos a una sobre el depredador. Lo rodean y comienzan a inflarlo a golpes. Caen de un lado, ventiladorazos sin medida en los riñones; de otro, repetidas incisiones de cuchillo que interesan todo lo que es la zona abdominal; de otro, mandobles de tabla con clavo que desgarran la espalda, casi a la altura del cuello; de otro más, contundentes barretazos en las costillas, que hasta se oyen crujir; y de otro, finalmente, restregazos de fregona por la cara que, teniendo en cuenta que el atacante mantiene en todo momento la boca y los ojos bien abiertos, deben estar produciendo terribles estragos (aunque no se sabe en qué medida este hombre sufre y/o padece). No resulta fácil, a pesar de la contundencia de la reacción, despegar a ese violento señor de Charli, que porfía en su desesperada resistencia atrapado bajo el peso de aquel corpachón. Finalmente, Elvira deja de restregar, eleva sobre su cabeza la fregona y descarga un formidable golpe justo en mitad del cráneo de hombre-antes-encerrado; se tambalea éste como una peonza antes de desplomarse definitivamente sobre Charli. La sangre que mana abundantemente de sus heridas se desparrama por el suelo, creando un creciente charco: la fregona por fin será usada para la función para la que fue concebida, al parecer, por un inventor patrio. El cuerpo de Charli, ya por fin liberado, incorporado y más tranquilo también, está empapado parcialmente por el encarnado fluido, pero él no se limpia con la fregona, sino haciendo uso de una toalla.
— ¿Y qué hacemos con ése? —pregunta Elvira mientras le da, ella sí, a la fregona.
— Hay que sacarlo, aquí no puede estar —responde Emilio mientras frota con papel de cocina las baldosas del suelo.
— Habrá que informar a los militares —comenta el ya único cliente veterano, mientras trata de eliminar las manchas de sangre de sus pantalones con un trapo de cocina húmedo.
— Pues a nosotros ya nos atacó uno igual la otra noche—añade por su parte Mati mientras escancia una generosa cantidad de güisqui en un vaso.
— Nosotros nos tendríamos que ir ¿no? —dice ahora Javi buscando con su mirada la de sus compañeros— Los demás estarán esperando…
— No seas aguafiestas tío, después de lo que ha pasado creo que me merezco otro pelotazo —indica Charli mientras hace lo mismo que Mati, pero en su caso con una botella de ginebra— ¡qué coño, nos lo merecemos! ¡Hala, todos a beber! ¡Qué me habéis salvado la vida, leche!».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Alfonso Barroso Valero os lo agradeceremos.