Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
A veces las noches de mierda avisan antes de comenzar a devorarte, aunque de haber sabido que iba camino de una pesadilla con tintes literarios, la sargento Erskine hubiese preferido una que fuera sobre viejos cementerios de esos que ya no quedan y que tanto le gustaban a H. P. Lovecraft, o sobre la húmeda Arkham, en vez verse arrastrada, y ni siquiera sola, a una que apunta incansablemente al desierto del que habló Abdul Alhazred; o, si todo el mundo dejara de hacer el anormal un rato, y pudiera pensar, pediría algo más sencillo, como que los aliens recién llegados desde el infinito situado más allá de cuanto conocían, de mundos cuya simple existencia aturde la mente con las aterradoras posibilidades extra cósmicas, no estuvieran siempre detrás de todo, ni fueran tan gilipollas.
Me llamo Patricia Manzarraga y escribo desde que tengo memoria; estoy hecha de historias, de cuentos, aventuras locas y fragmentos de canciones de batalla que me contaba, puente y a la vez defensa contra la realidad, y más adelante, de todos los mundos que esperaban ser descubiertos en los libros. Llevo tantos años escribiendo y escribiendo y escribiendo que ahora sé que es algo que no se elige. La vida me llevó a hacer Filosofía en la Universidad del País Vasco por vocación y más tarde, ya por devoción, hice varios cursos de Diseño Gráfico e Ilustración. La mayor parte del tiempo sigo escribiendo y dibujando en los márgenes de las agendas y cualquier hoja que me pongan delante, y suelo llevar, como los niños felices, las manos manchadas de tintas de colores.
«En esta novelette hay aventuras, algo de horror cósmico y humor, y gente como la sargento Erskin, que está en un mal momento. Las cosas se están torciendo justo como lo hacen en las novelas de terror, y ella está convencida de que la culpa de todo la tienen los putos aliens, su llegada, si fuera justa, pero no quiere, porque desde que aparecieron en su cielo, lo imposible ha pasado a ser una realidad molesta, las estrellas, que ahora son camino, de pronto sí que se alinean y oscuras profecías sacadas de viejos libros olvidados ponen en marcha el mecanismo de una trampa capaz de girar el mundo para arrastrar a los señalados a donde nadie querría ir, a donde todo empieza, bajo las ruinas del peor templo, que no está vacío, y donde aguarda, como tiene que ser, el final anunciado».
«Había demasiados chirridos de invisibles bichos nocturnos, y desacompasados además. Demasiados. Estaban llenando el aire de una vibración desquiciante. Hacía no mucho, bueno, hacía lo suficiente, aquello habían sido jardines bien cuidados, y claro que no era como estar en una zona pantanosa, pero permanecer con el vientre sobre la tierra húmeda envueltos en aquella red crispante y cada vez más pesada de llamadas desesperadas a la cópula estaba cansando hasta a los más veteranos.
Podía notar, aunque no miraba directamente, que sus hombres se removían cada vez más frecuentemente, más aburridos que incómodos.
En el centro de la cuenca arbolada, en el punto más bajo, brillando en unos suaves colores rojizos nada amenazadores estaba el templo. En el informe de misión se hablaba de templos anteriores, unos sucediendo a otros en el mismo puñetero sitio desde unas ruinas realmente antiguas. El edificio actual, una mezcla agobiante y solemne de templos más antiguos de toda suerte de credos, apenas tenía treinta años, y todos los cristales de colores repartidos por las altas y muy estrechas ventanas seguían intactos, y desde allí al menos, incluso parecían limpios. Si lo pensaba le daba un poco de vértigo pensar en que siempre había estado ahí, distinto, más o menos importante, pero siempre ahí. Hacía tanto tiempo que la cifra no tenía sentido, tanto que quienes alzaron el primero, un mero círculo de colmillos de piedra muy grandes, fueron los otros a los que se comieron sus antepasados cuando fueron capaces de erguirse de una vez para levantar el puño a las condenadas estrellas.
—Están todos dentro —crepitó por el comunicador la voz melódica del sargento Lyuvven, apostado más arriba, en la amplia explanada de aterrizaje. Las conexiones fallaban desde que habían llegado y había un constante ruido blanco en todos los canales, una molestia menor, pero se sumaba al frenesí repugnante de los chillidos de a saber qué insectos.
—Prepárense, señores —dio la orden al resto maldiciendo para sus adentros.
Hacía menos de un año aquel sitio no le importaba a nadie, ni siquiera ella había oído hablar de él antes de leerse en diagonal el informe. Se hacían conciertos menores durante el breve verano, alguna exposición, y se habían recibido peticiones de desinfección antes de la celebración de algún otro evento del tipo de los que suelen hacerse en los centros educativos de área, eso y alguna carta airada de un grupo de ecologistas para proteger de la extinción a un extraño murciélago araña que sólo vivía allí, el cabrón, y eso era todo lo que había. Hasta hacía unos meses, cuando, hay que joderse, había llegado al fin la prohibición de la celebración pública y comunal de cualquier evento o reunión con contenido explícito o implícito religioso. Bastaba con que lo hubieran prohibido para que un montón de civiles que hasta la llegada de las nuevas leyes se habían reído de la misma idea de creer en algo invisible, intangible e indemostrable se vistieran con túnicas de colores o peor, completamente negras, y se reunieran en cualquier lugar donde pudieran cantar salmos sacados de los rincones más ridículos de la red, y perder al más torpe cada noche.
¿Por qué siempre de noche?
Tres muertos, setenta accidentes graves, la mayor parte de ellos caídas con pronósticos de todo tipo a pisos o sótanos a través de suelos o escalinatas en mal estado, y más de cien casos de ataques de pánico en el transcurso de 28 semanas, les encantaban los lugares abandonados».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Patricia Manzarraga os lo agradeceremos.
