Cuando Lloyd se despierta, dolorido, en una lúgubre gruta junto al mar, no recuerda nada de lo ocurrido hasta llegar allí. Lentamente, retazos de su vida van resurgiendo en su memoria: su padre, sus hermanos, su trabajo en las terribles Minas de Hierro, su viaje de vuelta a casa... Sin embargo, sus recuerdos quedan bloqueados a partir del momento en el que el chico entra en Saeryg Capital.
Hija de un padre andaluz y una madre canaria, Evelyn M. Afonso nació en la isla de Tenerife el 30 de noviembre de 1983. Se define como una multitasking de profesión (diseñadora de interiores, aparejadora, profesora de dibujo técnico a ratos, ilustradora en ciernes, escritora de vocación y friki de pura cepa), una persona de mente inquieta, cuya pasión por crear historias y personajes surgió de niña, motivada por los libros, cómics y películas que pululaban por las estanterías de su casa. Aunque su género predilecto es la fantasía, también le gustan las comedias románticas y la ciencia ficción. Ha escrito varios fánfics bajo el pseudónimo de Evessar, nombre con el cual también se dio a conocer en su blog de escritura creativa. La risa, el amor y la aventura son los ingredientes principales de su obra. La vida con sentido del humor se vive mejor; después de todo, sonreír es gratis (no como el aire embotellado en Druidia).
«Hace mucho tiempo, tomé una hoja de papel donde plasmé a grandes rasgos la idea de un cuento. Y ahí quedó la cosa: un folio cuadriculado con el esbozo de una fantasía épica un poco atípica perdida entre mis múltiples proyectos. Años más tarde, mientras estudiaba en la universidad, volví a encontrar esa hoja olvidada por casualidad. Entonces sucedió; nació Aurora y, con ella, esta historia que me enamoró. A veces, perderse puede ser algo bueno. Te invito a adentrarte en este mundo imaginario esculpido desde el corazón. Quién sabe lo que acabes encontrando…»
«—Nunca en mi vida había oído hablar de las pardelas. Pero —añadió Lloyd con una sonrisa de orgullo— he leído hasta la saciedad sobre sitios lejanos y he conocido a mucha gente que vive en la costa y que comercia con el País del Mar. Nuestro vecino, el viejo Sinclair, combatió en el Estrecho de Bareyg y siempre me contaba historias y anécdotas de aquella infructuosa guerra. Me describió a unas aves grandes como halcones, blancas y grises, con pies y pico anaranjados. Me dijo que las gaviotas eran unos bichos extremadamente ruidosos y glotones.
—¡Son algo más que eso! —protestó Aurora en un tono un poco ofendido—. Para los pescadores de mar adentro, que faenan en la Región Solitaria infestada de tiburones devoradores de hombres y que pasan largos e interminables meses lejos de sus hogares, las gaviotas son como una bendición, un milagro y una señal de esperanza que nos envían los Dioses —extendió los brazos hacia delante—, alumbrando el camino de vuelta a casa. Ya que las gaviotas indican la proximidad de tierra.
—Ya, pero ¿qué sentido tiene eso?
La chica lo miró, confusa.
—¿Qué quieres decir?
—Pues, que, desde mi punto de vista, que vivo tierra adentro, las gaviotas también indican la proximidad del mar, ¿no es así?
Ella lo observó con renovado interés.
—¿Te gusta buscarle los tres pies al gato? —le preguntó, fingiendo haberse ofendido.
Lloyd se disculpó un poco avergonzado y ella soltó una divertida carcajada.
—¡No seas tonto, estaba bromeando!
Lloyd sintió que su mirada de ángel le atravesaba el alma y enrojeció aún más.
—Además —prosiguió Aurora—, me gusta ese interés tuyo en querer conocer las cosas: denota tenacidad y perseverancia. La verdad, no me sorprende.
Él la contempló, embobado. Ya se había olvidado del dolor de cabeza y del malestar de sus piernas. Agarró el palo con la cunoca que le tendió ella delicadamente y, sin probar bocado, siguió mirándola. La muchacha no pareció molestarse al sentirse observada tan fijamente. Al contrario, parecía acostumbrada a aquella especie de inspecciones visuales y sostuvo la mirada, hasta que fue Lloyd quien, incómodo ya por el intenso silencio, habló retomando el tema principal de toda aquella extraña historia; es decir, el comienzo.
—Bien —carraspeó ligeramente—, ¿me vas a contar quién eres realmente y qué es lo que hacemos aquí?
Aurora sonrió, satisfecha, y respondió mientras se recostaba contra una lisa piedra, quedándose en una posición que pareció relajarla por completo:
—Veo que por fin has puesto en orden tus ideas, Lloyd —suspiró hondamente—. Bueno, empezaré por el principio».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Evelyn M. Afonso os lo agradeceremos.
