Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Existen lugares y existen personas que tienen magia. La magia transmite vida y crea momentos felices. Esa magia está presente en la Tierra Llana —brota desde los poros profundos de su tierra y de su aire— y está también presente en Ricardo Zizo —brota de su bondad, de sus ojos azules, de su mechón de pelo blanco, de su inocencia—. Una historia especial nace de la confluencia de la tierra y el niño, una historia de la que derivan curaciones, renacimientos… milagros. Ricardo Zizo es un niño bueno que ha descubierto el secreto de la auténtica pureza, tan olvidada últimamente. A través de los contactos del chico con el cura y la maestra —los dos representantes del mundo interior— se van desvelando los secretos de la vida humana y su vertiente primigenia, más transparente y más limpia.
Nació en Lugo en 1960. Estudió Magisterio y Ciencias de la Educación. Ejerció la docencia durante casi 40 años. Como autor teatral, escribió casi 100 obras. Igualmente, dirigió también una docena de películas y cortometrajes, así como documentales. Dirigió y presentó durante más de 10 años el programa de debate Parolando y actualmente dirige los programas Mariña Marabillosa y Profundidades, todos en emisoras de radio locales.
Como escritor, ha publicado varios libros, dos novelas (Escombros, moitos escombros y A fuxida) y una recopilación de algunas de sus obras teatrales (Vinte obras de teatro afeccionado), estas tres en gallego. En castellano, su novela breve A Solo no le gustaba su nombre. Obtuvo el IV Premio Internacional para obras de teatro joven con su obra Algo, y el V Premio Balbino de Relatos por su novela Bica de Montouto.
«Si has perdido el norte, si tu vida está llena de preguntas y de miedos, si no sabes cuál es el mejor camino a seguir… regresa. Regresa a la magia de la tierra, al poder de lo sencillo, a la redención de lo bueno. Vuelve a tus orígenes y recupera la paz de tu niñez. Allí, en ese lugar llano y tranquilo donde flotan tus primeras inocencias, encontrarás a Ricardo Zizo, o mejor, él te encontrará a ti. Nadarás en el mar de sus ojos azules, volarás en la claridad de sus sueños y hasta puede que comprendas los secretos más ocultos del universo. Vuelve a la Tierra Llana y a su embrujo, recórrela y suéñala, abrázala con tu corazón. Paseando por las páginas de este libro recuperarás la sencillez y recordarás que no merece la pena luchar por ser grande, cuando la pequeñez te lo da todo, hasta la vida».
«Ricardo era bueno, muy bueno. Exhibía continuamente una sonrisa que conquistaba. La mayoría de sus compañeros de colegio lo querían mucho y todos los vecinos también. Por sus circunstancias familiares, caminaba muchas veces solo por el pueblo, por lo que era habitual que los vecinos se lo encontraran casualmente: todos hablaban con él, se preocupaban por él, le ayudaban, pues a veces lo necesitaba, y se puede decir que, en general, lo cuidaban, porque en nuestro pueblo, la verdad, todos somos como una familia.
Unos ojos azules muy claros y un mechón de pelo negro colgándole sobre la frente convertían a Ricardo en inconfundible: semejaba un ave tropical, extraña, luminosa, que, por uno de esos accidentes que a veces ocurren en la naturaleza, se hubiera cambiado de hábitat y hubiera dejado el trópico para aventurarse en las tierras del norte, con su clima húmedo y fresco. Además, otro mechón muy visible de pelo blanco, justo donde nacía su cresta de pelo colgante delante de los ojos, le confería también un aura de misterio y de exotismo. Recuerdo lo que me contó la Pilona, la componedora, sobre los mechones de cabello blanco en la cabeza, que aparecen ya en el nacimiento de la persona: me dijo que indicaban características muy diferenciadas, que marcaban a las personas señaladas por el destino con una magia especial, con un poder extraño.
Un cuerpo delgado y alto, más alto de lo normal para su edad, completaban su apariencia física. Además, una indumentaria continuamente descuidada, prendas de vestir gastadas o sucias, fruto del abandono de un padre angustiado, acababan de dibujar para Ricardo una presencia poco atrayente. Mezclando todo esto —concentración en sí mismo, lentitud intelectual, ojos azules, imagen poco cuidada, mechón de pelo blanco y pequeña catarata de cabello colgando sobre el rostro—, es fácil construir una imagen extraña para un chico, una imagen un tanto estrafalaria, diferente a todo. Muchos decían que era la imagen de un marginado social, aunque a mí nunca me pareció que Ricardo lo fuera.
La madre de Ricardo había muerto al nacer él, su único hijo. Una desgracia, decían todas las vecinas. Y era cierto. Habiéndose quedado solo con su padre, este, totalmente anulado por la pérdida de la esposa, se había dado a la bebida y a la desesperación. De ser un hombre agradable, sociable, risueño, se había convertido en un espectro de ser humano, escuálido —pues casi no comía—, demente —pues el alcohol era casi su único alimento— y angustiado —solía llorar sin motivo y siempre, ante todos los vecinos, se compadecía de sí mismo, de su destino y del destino de Ricardo—».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y José Vázquez Peinó os lo agradeceremos.