Llamémoslos latidos. Llamémoslos pulsaciones. Llamemos como queramos a los muchos caminos —a veces bifurcaciones, a veces encrucijadas— que aparecen ante una persona a lo largo de su vida y también a aquello que nos impulsa a elegir uno y no otro. Pensemos en cómo nuestras decisiones pueden cambiar el rumbo de nuestros pasos y el destino final de cualquiera de esos caminos. El libre albedrío, muchas veces condicionado por nuestras circunstancias, es un arma poderosa para el que se atreve a usarla, siempre a sabiendas de que existe la posibilidad de que nos estalle entre las manos. Hay quien piensa que los caminos, al igual que todo en el universo, no son más que rutas circulares que acaban exactamente donde empezaron.
El protagonista de esta obra no es una persona normal. Marcado por su carácter introvertido, por su peculiar visión de la realidad que desemboca en un extraño episodio que marca su adolescencia, Miguel recorre un camino circular, a veces atravesando los muchos círculos concéntricos que conforman su destino, en el que se va dejando atrás todo el lastre de su alma atormentada para terminar purificado y, a la vez, sometido a los caprichos del azar, que no siempre coinciden con la aparente contundencia de sus deseos. En ese camino hay un lugar de encuentro, una encrucijada en la que se unen realidades paralelas entre las que transita, conociendo a seres que se quedaron entre dos aguas, en tierra de nadie, y reencontrándose con la persona que marcó su niñez y que va a guiar su metamorfosis, su proceso de aprendizaje, su renacimiento.
Nacido en Estepona (Málaga) el 6 de septiembre de 1962, el autor estudió Filología Anglogermánica en la UMA. Desde 1988 es profesor de idiomas en Enseñanza Secundaria. Actualmente reside en Vélez-Málag
Ha colaborado ocasionalmente en Zonaereader, donde también ha publicado algunos relatos en las antologías correspondientes a los distintos concursos celebrados.
«¿Cuántas veces se bifurcan los caminos que se ofrecen ante una persona a lo largo de su vida? ¿Cómo pueden sus decisiones cambiar el destino final de cualquiera de esos caminos? El libre albedrío, muchas veces condicionado por las circunstancias, es un arma poderosa para el que se atreve a usarla, siempre a sabiendas de que existe la posibilidad de que le estalle entre las manos».
«Que la naturaleza del ser humano es tender a la incongruencia es un hecho constatado a lo largo de la historia. Que somos incapaces de luchar contra este impulso es una evidencia. Somos seres duales, contradictorios, producto de mezclar el raciocinio con los instintos animales genéticamente controlados por ciertas hormonas. Sí, somos seres complicados. ¿Por qué si no terminamos tantas veces ahogando las penas en alcohol, cuando lo que desearíamos en nuestro fuero más interno es que se ahogara en ese mismo alcohol, por ejemplo, la causa de nuestras desdichas? Los grandes escritores han incidido, reincidido y escarbado hasta la saciedad en una supuesta dicotomía de la personalidad humana. Se supone que todos tenemos dos caras; lo más probable es que seamos poliédricos, pero dejemos eso a los filósofos, a los psicólogos, a la física cuántica o, mejor aún, a la matemática moderna, y que «seamos» o «no seamos» (según el inmortal bardo de Stratford, y también según un tal Schrödinger), dependiendo del momento que nos toca vivir, cuando no de una determinada hora, y cambiantes de un segundo a otro. Yo vivo esta complejidad en mis carnes a diario, la veo en otros, pero no consigo explicármela. ¿Por qué no podemos ser siempre los mismos, actuar de la misma manera, esperar que ocurra lo lógico, esperar de los demás que actúen con coherencia? «Naturaleza humana», concluyen, porque nadie es capaz de dar otro razonamiento más plausible.
El caso es que una noche, Mari Luz me dijo que teníamos que hablar, que lo nuestro ya no funcionaba, que ya no era como al principio, que me notaba distante, que necesitaba su espacio, que deberíamos darnos un tiempo... ¿Que se iba con otro? Casi con total seguridad. Aunque, bueno, ella no era de esas, no era su estilo. Pero ¿no eran todas las mujeres iguales? Eso es, al menos, lo que se ha dicho siempre, que es lo mismo que las mujeres supongo piensan de todos los hombres…»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Juanma Merchán os lo agradeceremos.