Beatriz no es quien finge ser. Ella y su familia tuvieron que huir de su país y renunciar a su posición social para salvar la vida. Su única prioridad es proteger a los suyos. La necesidad de encontrar un trabajo hace que esta mujer joven, inmigrante, acepte trabajar como asistenta interna en una familia a la que oculta su currículo. A un giro de rueca, su vida cambia y acabará implicada en las vidas de los otros personajes de esta novela. Clarice, Luca, Estrella, Moshe, Verica… Ninguno de los que confluyen en torno a ella, ha tenido la vida fácil. El reto para Beatriz es ayudarles a entender cómo pueden, con las sombras de la infancia, aprender a vivir y enderezar sus vidas.
María González Forte (El Puerto de Santa María), es maestra, licenciada en Filosofía y autora de varios libros: Viento de agua (relato), Cuando Elvira llegó del frío (novela), Los secretos del Quinto Monte (juvenil), Nacho y el gato Perilla (Infantil), Resolviendo las tropelías de un pirata (Infantil), Guille y el ratón atrevido (Infantil). Colaboradora desde el 2015 de Diario de Cádiz en su sección El Alambique. Pertenece a la Asociación Voces lectoras PSM de voluntariado lector
«La rueca es una obra entretenida que no nos dejará indiferentes. Es un libro sincero, escrito desde la profundidad de lo cotidiano. Aunque sus personajes son ficticios, parecen arrancados de la vida real y trasladados a la escritura para conseguir, a través de la palabra escrita, no caer en el olvido. Son historias que muestran, sin ensañarse, el dolor ajeno y el mundo injusto que toca padecer a demasiadas personas. Ese mundo tantas veces tolerado por la mayoría. Y sobre todo, trata de arrancar al lector la esperanza de que las cosas puedan mejorar si nos lo proponemos. A pesar de todo».
«—Si hubiera podido elegir, no conocer esta historia… que ni me hubiera rozado.
Beatriz, mi psiquiatra, desde su trono, se mira una uña desconchada de esmalte, le desliza una y otra vez la yema del pulgar, como queriendo extender el color seco. Me mira y comenta:
—Y tantos que hay como tú, Clara, pensando lo mismo.
Cerré los ojos en el diván y otra vez nos encajamos allí, en el mismo rincón de la calle, la niña y yo. Ocurrió cinco años antes de poderlo contar.
A mi prima Marissa y a mí nos sacaron del colegio para trabajar muy pronto. A ella, con apenas siete años. Yo, a punto de cumplir los once.
—¿No es demasiado pequeña?— recuerdo que preguntó su madre con voz oscura a Demetrio, el dueño de la casa donde vivíamos.
—Si no lo es para comer, tampoco ha de serlo para trabajar. Además, preferirán a la mayor. A los extranjeros les gustan las niñas rubias, con cara de ángel. Desvirgar un ángel es retar al Cielo. Creerán que les da poder.
Oí cómo mi tía reía y no paraba de toser, enredada en el huno de tanto cigarrillo y, como si hubiera sido un comentario gracioso, le llamaba macabro. Después la vi ponerse seria, cambiar el gesto y, con cara de dragón, exhalarle humo mientras le amenazaba si a su pequeña llegara a pasarle algo malo.
Demetrio se le acercó más. Despacio. Dominándola. Con paciencia. Como le gustaba hacerlo. Sujetó su rostro entre sus zarpas mulatas y con los ojos muy abiertos justificó:
—Pero tú querrás tu dosis hoy también, ¿no? O has decidido desengancharte y ser una madre de verdad… Dime si alguna vez piensas en eso y lo tendré en cuenta. Solo tienes que decírmelo».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y María González Forte os lo agradeceremos.