Kioo vive en Ulmia junto a su padre ciego, Bildo, aunque tiene claro que no esperará mucho tiempo para largarse de allí.
Los crímenes que pasan impunes en aquella aldea la empujan a abandonarla, abandonando la profesión que estaba destinada para ella: la de sopladora de vidrio, aunque, el día en que va a marcharse, ocurre algo que le hace cambiar de opinión.
Como último regalo, Bildo sopla una esfera de vidrio en la que, sin saber cómo, hay representada una escena que Kioo presenció de pequeña. Esta situación lleva a los dos protagonistas a investigar qué está ocurriendo en Ulmia, dispuestos a acabar de una vez por todas con las injusticias. Lo que no saben es que no son los únicos interesados en todos esos actos y que su involucración en el asunto removerá los cimientos de la aldea.
«Es fácil aconsejar cuando el dolor es ajeno», Kioo.
Jorge Pozo Soriano nace el 23 de noviembre de 1985 en Madrid y siempre ha tenido dos pasiones destacadas: los libros y la docencia.
Mezclando estas dos pasiones, trabaja como maestro de educación primaria y ha publicado tres libros hasta la fecha: Las bufandas de Lina y otros cuentos animalados (2015) y Un corazón para Opalina y otros cuentos fantabulosos (2018), dos colecciones de cuentos infantiles que se centran en las emociones; y El destino de Tamarán: Los reinos incógnitos (2017), literatura juvenil-fantástica. También ha colaborado con un cuento en el libro de relatos Dame tiempo (2019), editado por PPC.
Licenciado en Publicidad y RR.PP., empezó trabajando de responsable de cuentas en una agencia de comunicación y eventos. Decide dejar ese mundo ya que no le aportaba lo que necesitaba en su vida: ilusión y amor por lo que hace. En ese momento, vuelve a la universidad para estudiar el grado en Maestro de Educación Primaria, la mejor decisión de su vida. Hoy día, tras haber trabajado como profesor de español e inglés en Londres durante dos años, trabaja de profesor de primaria en un colegio madrileño.
Sus libros de cuentos son parte del plan lector en varios centros educativos, ya que los docentes encuentran en sus historias lo necesario para trabajar las emociones con sus alumnos. Del mismo modo, la Fundación Aladina trabaja con un cuento de su primer libro que trata sobre un pez que pierde las escamas con los niños ingresados en oncología.
Trabajador incansable, deportista (tres veces campeón de España de waterpolo), gran lector, amante de la docencia y la escritura. Habla inglés e italiano.
«Si eres un lector habitual, y espero que así sea, descubrirás en pocas páginas que este libro se ha escrito reuniendo dos testimonios: el mío y el de mi padre. Quise que esta historia, la de mi vida, no quedara en el olvido, así que empecé a escribir mis propios recuerdos y los que me contó mi padre, sumados a los que pude leer en su diario, hasta que tuve tanto escrito que se convirtió en esta crónica. Papá pudo verlo antes de morir. Eso fue hace poco. Por suerte, vivió bastantes años. Llamadme pretenciosa si queréis, pero de verdad creo que es una historia digna de contar. Juzgadlo vosotros mismos cuando lleguéis a la última página. Si no os gusta, estoy casi segura de que se deberá a las partes en las que transcribo los recuerdos de mi padre. Él nunca tuvo mi sentido del humor. Si algo no termina de encajaros, si os resulta inverosímil o si mezclo presente con pasado y futuro, he de confesar que me he tomado algunas licencias de la escritora que siempre quise ser. Mi nombre es Kioo y yo soy quien da título al libro: la hija del soplador de vidrio. Esta es mi historia, la historia de mi padre y la historia de Ulmia, nuestra aldea».
«Ahora que estoy a punto de meterme en la cama no puedo evitar debatirme entre el orgullo y la culpabilidad por no haber sido razón suficiente para que mi única hija, mi única familia, quiera quedarse en nuestra aldea junto a mí. No quiero que se vaya. La sola idea de pensar que se aleja de mí, de ese abrazo anterior a su partida o ese beso que sentiré como el último, me parte el alma en dos. Lo ha sido todo para mí desde que perdí a Mzimu y, sin ella a mi lado, lo único que me quedará serán mi taller y los encargos que siga recibiendo. Sin embargo, no puedo ser egoísta. No puedo retenerla aquí contra su voluntad, no soy un carcelero. La eduqué para que aprendiera a ser libre y no tuviera que depender de nada ni de nadie, así que no podría pedirle que hiciera ahora lo contrario, por mucho que sea su padre. Confío en ella. Sé que sus decisiones las toma tras haberlas hecho madurar en su cabeza. Sé que no lo hace por capricho ni de forma improvisada. Lo hace porque se trata de su vida y, en su vida, ella es la única que manda. Yo no pude hacer lo mismo. Mis padres jamás se habrían siquiera planteado dejarme ir a los catorce años si hubieran estado conmigo por entonces. Ellos pensaban que los hijos tenían que trabajar desde que fueran capaces para ayudar a la economía doméstica. No los culpo, eran otros tiempos. Después, al perderlos a ambos, no pude elegir qué vida quería llevar, pues la vida ya había elegido por mí. Al menos tenía un oficio que me gustaba y que dominaba a la perfección, así que no pude hacer otra cosa que no fuera exactamente lo que habrían querido mis padres de mí: trabajar. Yo no quise lo mismo para Kioo. Si hubiera decidido repetir los mismos errores que mis padres, ¿en qué habría mejorado mi forma de educar a mi hija? Ella es especial, y me ha demostrado con creces un amor desmesurado a lo largo de todo este tiempo. Me ha hecho muy feliz. Ahora le toca a ella buscar su propia felicidad».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Jorge Pozo Soriano os lo agradeceremos.