Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Siglo XIII. Dante es un joven enclenque y despierto que habita en la pequeña aldea de Fonte, en Galicia. Su curiosidad y hambre de aprendizaje le llevan a fijarse en Telmo, el excéntrico fabricante de gaitas local, y acaba por convertirse en su aprendiz.
Pasado un tiempo, le asalta una idea reveladora: construir una gaita con madera de olivo. El roble y el fresno eran las habituales, así que aquella sería una gaita única, excepcional.
Improvisa con ella unas melodías junto a un lago y tiene lugar un extraño suceso: varios peces emergen a la superficie, en estado de shock…
Comienza entonces una aventura sin precedentes, en la que se involucran el mismísimo rey, Alfonso X de Castilla y su temible rival, el emperador Federico II «el Anticristo».
Juan Daniel Morgado Márquez (Sevilla, 1985): Ganador de los premios de matemáticas Thales (1999) y Manuel Gayán Buiza (2012). Músico superior en la especialidad de clarinete, ingeniero químico magíster y maratoniano aficionado.
«La gaita es una novela fantástico-medieval de superación, de amistad, de aventuras, de amor, de guerra. El motor de la misma es el excepcional carácter de Dante, un anónimo campesino que haciendo valer su curiosidad, talento y voluntad se erige en el protagonista de una historia colosal, para la que en teoría no estaba preparado.
Tras fabricar una gaita que, para su sorpresa, tiene extraordinarias propiedades, se ve obligado a asociarse con su némesis: el arrogante y virtuoso gaitero Álvar.
Emprenden un largo viaje hasta Sevilla, en busca del rey. Al poner la gaita a su servicio cambian el curso de la Historia…».
«Era alto, bien parecido y tenía un aspecto pulcro. Su pose era erguida; sus movimientos, lentos; su sonrisa, perenne. Derrochaba seguridad.
Era un virtuoso con el instrumento, pero en más de una ocasión Dante le había oído algún fallo —imperceptible para el resto de la aldea, claro, pero no para personas con unas mínimas nociones musicales—. ¿Se encorvaba Álvar tras equivocarse, bajaba la mirada o perdía la sonrisa? En absoluto. Continuaba como si nada hubiera pasado, engañando al público. Esa falta de honestidad molestaba a Dante, aunque entendía que ese tipo de actitudes eran las esperables en una persona de éxito. «Si se mostrara humilde no parecería tan bueno», pensaba.
Por otro lado, el repertorio que ofrecía en sus actuaciones no era muy ambicioso. Las piezas de auténtica dificultad escaseaban y las reservaba para los momentos clave. El resto eran piezas convencionales, de dificultad media baja: canciones populares en su mayoría; algunas, rozando la vulgaridad —siendo estas, curiosamente, las más jaleadas por él público—. Cuando tocaba las obras más sencillas, Dante solía pensar que Telmo, o él mismo, bien habrían podido suplirle en tan fácil cometido. «Para nosotros no habría alabanzas», se decía.
El mecenas de Álvar era un noble llamado Osorio, un aristócrata venido a menos que ya no tenía mucho más que su apellido y que gustaba de exhibir a su protegido ante ricohombres de alta alcurnia, entre feria y feria. En el gaitero, sin embargo, no se atisbaba el mínimo ápice de subordinación».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Juan Daniel Morgado Márquez os lo agradeceremos.