En un enero frío de niebla obstinada, recién llegado a una ciudad cuya ordenación se le resiste como un laberinto móvil, a Bruno Bloch le asignan como segundo de Guzmán Altares, inspector veterano y melómano, para rastrear hasta el origen del cadáver de un estudiante de derecho sin otros lazos famliares que el de una abuela abnegada y buena.
Lo que de entrada parece una desgracia aislada producto de un azar cruel supondrá el primer asalto de un combate entres las fuerzas del deseo y la posesión que obligará a la pareja a una labor de sutil pero implacable anatomía por distintos entornos sociales, y a Bloch, a enfrentarse con los fantasmas de un pasado que el crimen ha parecido despertar.
Eduardo Roldán (Valladolid, 1978) comienza en 2005 a colaborar en prensa; desde el 2007 mantiene una columna de opinión semanal en El Norte de Castilla, donde también contribuye en el suplemento cultural La sombra del ciprés con reseñas de literatura, cine y jazz, y con artículos de fondo sobre cine en su sección Panteón de Plata. En 2019 publica en la revista CINEMANÍA dos galerías/listados de 50 libros y 30 documentales sobre el séptimo arte.
Ha guionizado para RTCyL y publicado los poemarios Haikus de jazz y El silencio de la piedra (I Premio Nacional de Poesía Treciembre); la novela corta Habitación 221, y las obras de teatro Caso Norma (XIV Premio Nacional de Teatro José Martín Recuerda) y La última palabra (Segundo Accésit de Teatro Breve del VIII Certamen de Teatro Dramaturgo José Moreno Arenas); su pieza Agua turbia fue representada en Madrid en agosto de 2017. Su más reciente publicación es la novela Ámsterdam in fine (2018). De próxima aparición es su pieza de teatro breve El concurso (2º premio XIV Certamen Internacional de Teatro Breve de Ciudad de Requena).
«A partir de elementos clásicos de la novela negra —narración en primera persona, un entorno ajeno, en no poca medida hostil, ironía estoica—, Horizonte sumario arma un dédalo de deseos e intereses cruzados espiral y movedizo en donde la búsqueda del protagonista por hallar el origen del cadáver con el que el relato arranca prenderá otra, interior y en buena medida contra su voluntad, por aclarar las nieblas de su pasado, hasta alcanzar un final vertical y catártico, a la vez doble y uno».
«Seguimos los más de dos metros de Cánovas por una especie de búnker de mármol y ecos fríos hasta una camilla que sostiene una momia negra ya conocida; la rodeamos, Cánovas frente a nosotros. En el fondo, tras Cánovas, formas en sombra sugieren sin afirmarse. ¿Probetas, microscopios? No sigas: no importa. Importa la momia, y todo el recinto parece haberse confabulado para que no podamos apartar la vista de ella. Una luz vertical, amarilla y quirúrgica cae a plomo desde algún lugar por encima de nuestras cabezas. Cánovas aplasta el cigarrillo en un cenicero de metal, se cambia de guantes y nos ofrece dos pares y dos mascarillas. Demasiado atrezo, en mi opinión. Parecemos tres bulldogs con sus bozales.
Cánovas descorre la cremallera. Una peste que jamás había tenido el placer de disfrutar, entre química y corrupta, entre orgánica y bañada en éter. De atrezo nada. Me pondría sin dudarlo otras cinco mascarillas más.
El rostro de Gabriel no guarda ya resto alguno de placidez, nada del perfil sereno contra el muro de la noche de ayer. La vida ha huido para siempre de este cuerpo joven y bello antes de anoche, pero solo ahora, solo aquí, en el silencio frío de este sótano de azulejos como testigos mudos, la ausencia adquiere toda su presencia terrible. El torso presenta pequeñas incisiones, equis en tinta azul marino como puntos a cavar en un mapa, y justo eso es este trozo de carne inerte, un mapa que leer, un jeroglífico por descifrar sin seguridad alguna de obtener respuesta».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Eduardo Roldán os lo agradeceremos.