Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Entre infranqueables murallas se encuentra Osventer, una región aislada del mundo que solo tiene contacto con el exterior una vez cada diez años, durante dos semanas.
Más de mil peregrinos acuden al evento de la apertura de puertas para reencontrarse con sus seres queridos. Entre esos peregrinos está Mauri, un padre cuya hija quedó encerrada en Osventer por razones que él se niega a entender. Cuando las puertas se abren, el evento se detiene abruptamente. Justo al otro lado aparece una inmensa montaña de cadáveres repletos de cortes y mordiscos difícilmente hechos por un ser humano. Junto a los muertos, en el interior del muro, está escrito en sangre “Dios está aquí”.
La única opción de Mauri es encontrar a su hija y escapar antes de que se cierre el portón. Todo ello suponiendo que siga viva.
Sergio Torrente Verdeja nació en Calasparra en 1995. Es bioquímico, especializado en biología molecular, y profesor de educación secundaria y de un curso de escritura creativa y redacción de textos literarios. Como lector, siente predilección por el horror cósmico de H. P. Lovecraft, el terror de Stephen King y la fantasía de Brandon Sanderson; y es innegable que estas influencias se reflejan en sus escritos.
En 2020, publicó con Ediciones Alféizar su primera obra, El código de los ángeles, una novela de fantasía oscura con elementos de terror. En 2021, publicó con Libros Indie Los Exiliados del tiempo, una novela de fantasía épica ambientada en la época medieval. En 2022, publicó con ACEN Ediciones Lo que nos vigila, una antología de trece relatos de horror y misterio. Y continúa con Hijos de Osventer, además de con otros proyectos literarios.
«Hijos de Osventer va a caballo entre el horror, el misterio y la fantasía oscura, y te sumergirá en una sociedad sectaria desvirtuada del cristianismo. Los personajes son reales y complejos, capaces de luchar con sus propias debilidades y traumas mientras navegan en el mundo contenido en el interior de las murallas de Osventer. Todo ello sin dejar de lado lo sobrenatural y la intriga.
La obra explora de forma cruda la condición humana, lo que puede resonar con aquellos interesados en temas más profundos y filosóficos. Se tratan los límites de la moral y el miedo al dolor, a lo desconocido y a sentirse insignificante. Y nada mejor para hacerlo que una ambientación oscura y lúgubre. Y con monstruos.
También es una historia sobre la lucha del hombre contra la adversidad y la oscuridad que lo rodea, pero que ofrece una visión de esperanza y redención».
«El obispo metió la llave en una pequeña ranura y la giró. Tras un sonoro chasquido que surcó el aire y erizó el vello de muchos de los que estaban allí, una maquinaria compuesta por engranajes comenzó a resonar en el interior del portón. Luego, cientos de clics. Tras un chirrido, el portón comenzó a elevarse verticalmente.
—Mira, mira —susurró Mauri.
Fran le agarró un brazo, ansioso, y volvió a santiguarse.
La multitud estaba nerviosa, al borde de la ansiedad y embriagada por el intenso aroma a incienso que parecía hacerse más fuerte por momentos. Casi en trance. Al otro lado del portón se encontraban ferias y festivales; familiares, amigos y conocidos que habían decidido quedarse ahí adentro por distintos motivos. También había una majestuosa catedral que albergaba la Sábana Santa y otras Santas Reliquias, llamada relicario; y una larga lista de lugares que visitar.
Lejos de ello, conforme se abría el portón, comenzó a distinguirse lo que parecía una masa amorfa y charcos rojos en torno a ella, los cuales formaban riachuelos que acababan a su vez en charcos más pequeños. Un aroma metálico sustituyó de repente el olor a incienso. Repartidos desigualmente, cinco policías de Osventer (la región que abarcaba las murallas) estaban haciendo fotos a los cuerpos mutilados y tomando notas; todos ellos horrorizados, con un rostro tan pálido como el de los cuerpos sin vida. La alegría y la emoción de los visitantes fueron sustituidas por un horror visceral que se materializó en un soplo de aire gélido y en un haz de luz grisácea que provenía del sol tapado de nubes negras. Ante cientos de ojos como platos y bocas abiertas, el portón mostró decenas y decenas de cuerpos sin vida. Algunos iban vestidos con ropas harapientas, pero otros estaban completamente desnudos. Tenían moratones y restos de sangre por el cuerpo.
Cuando la gente comenzó a asimilar aquella aberrante imagen, algunos comenzaron a gritar. Vomitaron. Lloraron y gimieron. Otros se fueron en silencio para lamentarse a escondidas y huir de aquel lugar. Ya reunirían el valor para mirar fijamente aquellos cuerpos sin vida.
—¿Fran?
Mauri estaba rodeado de desconocidos.
Si Dios hubiese mirado hacia abajo aquella mañana de 2010 (y las nubes no le hubiesen opacado la visión), se habría tapado la cara con ambas manos, totalmente repugnado, con lágrimas entre los dedos.
Uno de esos policías que estaba tomando notas se acercó al obispo y le susurró algo al oído. Luego, hizo lo mismo con otros cuerpos de seguridad.
—No puede entrar nadie —se leyeron en esos labios que temblaban.
[…]
Habían estado tan absortos con los cadáveres que no habían sido capaces de mirar unos cuantos metros allá. Junto a las marcas de manos con sangre que había en la parte interior de la muralla, se encontraba un escrito en grande. Las letras, temblorosas y también escritas en sangre, decían: "Dios está aquí"».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Sergio Torrente Verdeja os lo agradeceremos.