Muchos desean que ocurra un apocalipsis zombi, convencidos de que sería genial y de que podrían con los muertos vivientes.
Probablemente la mayoría de esos ilusos moriría poco después del brote y si no, se arrepentirían de haber pensado de ese modo. Las cosas cambian cuando ves a tu familia o amigos ser devorados.
Eso le sucedió a Joe, aunque ella jamás deseó nada parecido. Solo era una adolescente normal que, de la noche a la mañana, vio su mundo convertirse en un horror. Tuvo que dejar su inocencia para poder sobrevivir, renunciando a toda compañía.
Un día, sin embargo, un grupo de jóvenes aparece en su camino. Juntos se embarcan en una aventura para conseguir aquello que les da esperanza: una cura.
No obstante, pronto se darán cuenta de que, en un apocalipsis zombi, los muertos vivientes no son los únicos enemigos. Joe tendrá que enfrentarse también a sus congéneres y a sus propios demonios.
Mercedes Alemán Sánchez (Las Palmas de Gran Canaria, 1992) estudió Traducción e Interpretación de Inglés y Francés en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Creció leyendo literatura fantástica. Desde la adolescencia empezó a crear historias a partir de cómics cortos por entretenimiento y posteriormente desarrolló este arte mediante la escritura de varias novelas, además de otras disciplinas artísticas, lo que le hizo darse cuenta de que escribir era su verdadera pasión.
«Diario de una superviviente: Esperanza te lleva más allá de los muertos comecarne.
En las circunstancias más extremas, las personas deben cambiar para adaptarse. Algunas se pierden hasta convertirse en seres despreciables con tal de sobrevivir, pero no es el camino de los protagonistas. En un mundo hostil, deben luchar contra ellos mismos para mantener su propia humanidad, pues su misión es más importante incluso que sobrevivir.
Otros habrán buscado una vacuna. Ellos están detrás de una cura».
«—Hola —Me saluda con una voz grave, aunque no suena ronca como la mía después de llevar tanto tiempo sin hablar. No le respondo—. ¿Hola?
Frunzo el ceño.
—Baja el arma, no soy un zombi.
«No me digas».
Lo ha dicho acercándose a mí. Hago un gesto que le indica que no se acerque más. Alza las manos dejando caer el bate al revés.
—Eh, oye, cálmate, ¿vale? No quiero hacerte daño, sólo quiero aprovisionarme un poco.
Frunzo aún más el ceño, ¿hacerme daño? No le dejaría hacerme daño, puede que antes fuera más debilucha, pero después de tener que luchar contra zombis me he vuelto más fuerte. ¿Qué le pasa a este imbécil?
—No te acerques más —mascullo con la voz ronca, como ya supuse. Ha sonado muy grave y he tenido que toser.
—Vaya, ya pensaba que eras muda —dice tratando de esbozar lo que parece una sonrisa. Ahora está frente a mí, aún con las manos levantadas—. Pareces estar sola, ¿no querrías compañía?
¿Pero qué coño está diciendo? Qué pervertido suena, joder. Y no, no quiero compañía, nunca me uniré a nadie. Le veo muy insistente, me está cabreando. Cuando da otro paso más suelto mi fusil, que cae y queda colgado, y después cojo el rifle que había dejado en el suelo, me levanto rápidamente y lo cojo por sorpresa, porque le doy de lleno con la culata en la cabeza. De la inercia da una vuelta sobre sí mismo y cae de bruces al suelo, inconsciente. Después me voy corriendo.
Soy una hija de puta por esto, pero no puedo romper mis propias reglas. Si lo hago, acabaré como uno de esos muertos vivientes».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Mercedes Alemán Sánchez os lo agradeceremos.