Delincuentes de medio pelo organizan un atraco en casa de un juez. La acción se ejecuta según lo planeado. Todo va bien, hasta que uno de los atracadores extrae de la caja fuerte una pequeña grabadora y un diskette de ordenador; esta acción va a motivar una «tormenta» de resultados inesperados. Los perseguidores de los objetos sustraídos son gentes de índole dispar e intereses. Lo harán hasta las últimas consecuencias.
La situación se asemeja a una bola de nieve en pendiente que desemboca en un alud de acontecimientos, difícil de parar.
Nacido en Córdoba. Curso estudios de ingeniería, realizando trabajos en España, Oriente Medio y Latino América. Como diletante entusiasta lleva algunos años escribiendo, sobre todo relatos de diversos estilos y duración; publicados más de una decena.
Enroque será la primera novela publicada. Tiene otra acabada también de género negro, así como otras dos en período de avance que configuran un cuarteto donde se entrelazan personajes y situaciones de nuestra historia reciente. En marcha tres libros de relatos. Uno, de 101 relatos de 12 palabras que se procurará ilustrar.
«Enroque es la nueva novela de suspense que viene de la mano de Villaverde. En ella se narra la historia de unos atracadores que dan el golpe perfecto hasta que un elemento inesperado lo tuerce todo y empiezan a vivir insólitos sucesos.
Una obra que, sin duda, no dejará indiferente. Además, Villaverde se compromete a destinar todos sus beneficios como autor a proyectos sociales y de ayuda al desarrollo».
«La convulsión fue dolorosa. Le dolía el abdomen. Aquel tipo de bigote de morsa pegaba como un profesional, duro y preciso.
El agua de la ducha le regó con fuerza la nuca. Sintió alivio. Apenas si le quedaban energías para girar la llave del agua caliente. Tendría que intentar descansar, dormir si pudiera. Era necesario ganar tiempo y poner distancia por medio, alejarse de aquellos rumbos, era casi obligatorio, por salud.
Mientras secaba su dolorido organismo con una toalla, que en su día fue de otro color, pasó por su imaginación un sinfín de pasajes no muy lejanos. El tatuaje en su antebrazo derecho, un mal dibujo en noche de pesadilla y el letrero de "amor de madre" rodeado por la silueta de un corazón, en la zona alta de su brazo izquierdo argumentaban su paso por los cuarteles del Tercio, por “el mako”o por ambientes no recomendables.
El sol entraba tenue a través de los sucios cristales de la ventana. Lo inmediato que pasó por su mente fue:
—¡Hay que largarse!
El aparato psicomotor de su cuerpo de poco más de metro setenta y sesenta y cinco kilos, no estaba coordinado con el mensaje de su cerebro.
Se levantó despacio y se fue vistiendo como pudo. Intentó una aspiración profunda y le dolió todo. Con pasos inseguros y repetitivos fue bajando la escalera del inmueble, mientras ordenaba ideas; un olvido podría ser fatal. Depositó las llaves del piso en el buzón. Se puso las gafas de sol y colocó el pie derecho en la acera. Una vez traspasado el umbral de la puerta de la casa, ajustó bien el revolver en la parte trasera de su cintura y comenzó a caminar por la calle desierta.
Hundió la mano derecha, que le palpitaba de dolor, en el bolsillo del pantalón y encontró algunas monedas.
El café largo con poca leche que le sirvió el ojeroso barman de orejas transparentes, le reconfortó de momento su maltratado estómago. Dos minutos más tarde sufrió una ráfaga de punzadas en el abdomen que le obligó a refugiarse detrás de una mesa coronada por tres sillas. Lentamente los dolores se fueron alejando, bebió dos sorbos de agua. Pagó y salió sin despedirse.
Tenía la cabeza aturdida. Caminó unos minutos mientras los pensamientos más insospechados corrieron a galope por su mente. Todo quedaba atrás, errores, soledades compartidas, palabrería inútil, poses… nada servía ahora, solo necesitaba un poco de energía y un gramo de suerte».