Ya nadie recuerda aquella derrota que llevó al pueblo de los g’onc a ocultarse bajo tierra, en la interminable red de galerías subterráneas que se convirtieron en su hogar tras aquella huida. Muchos siglos han pasado desde entonces. Sin embargo, todo está a punto de cambiar: Estalión, un joven g’onc descubrirá que el sol no es tan terrible como todos piensan y que allí fuera todo un mundo cuajado de nuevas experiencias les aguarda.
El palacio de los siglos olvidados es una metáfora de los cambios que la vida trae poco a poco, de cómo los años y las experiencias nos transforman a medida que vamos dejando atrás todas las primeras veces que el destino pone en nuestro camino.
David Esteban Andreu (Teruel, 1978). Publicó su primer poemario, 49 charcos de tinta, en 2018. Después dio el salto a la novela con la publicación de Nieblas sobre Utara, la primera entrega de la trilogía Palabras bajo el viento de Dugalia, que sería completada con la edición de las dos siguientes entregas, Vendrán nuevas primaveras y La oscura noche del alma.
«En esta novela te adentrarás en un mundo diferente en el que los miedos y los prejuicios pesan sobre la actitud vital de todo un pueblo. Sin embargo, a lo largo de las páginas verás la transformación de los horizontes de ese pueblo, la victoria sobre los temores ancestrales, el desarrollo de la capacidad para enfrentarse al cambio, para afrontar los desafíos. Descubre todo eso en una novela que nos recuerda que el secreto para el progreso se escribe desde la valentía».
«Permítame el lector comenzar este relato tomándome la licencia de pedirle un esfuerzo: imagine una época, tal vez lejana en el tiempo (hacia el pasado o quizás hacia el futuro), tal vez cercana, tal vez jamás acontecida. Dicha época pudo haber sucedido en este mundo o en cualquier otro, pues así de caprichosas suelen ser las fuerzas del azar. Así pues, imagine el lector un momento y un lugar enclavados ambos en las brumas de la frontera entre lo imposible y lo posible, entre lo sucedido y lo aún por suceder, entre lo real y la fantasía.
En dicho lugar y tiempo existía (o existirá, quién sabe) un pueblo que atendía al nombre de g’onc. Antaño moradores de la superficie, como tantos otros pueblos, la historia había querido arrojar sobre el destino de estas gentes toda la mala fortuna que un pueblo pueda sufrir.
Conocieron los g’onc tiempos más felices en los que generación tras generación crecieron sus gentes en amplios parajes bañados a diario por el sol. Pero llegaron después innumerables batallas. Guerras y más guerras a las que el paso de los siglos había convertido en un solo y gran conflicto al que todos conocían como la Guerra de luz. Y los g’onc habían perdido esa guerra.
Ya nadie, ni los más ancianos, ni los más sabios recordaban los detalles de aquellos días ni de aquellas contiendas. Pero la sombra del recuerdo de lo que les fue arrebatado rodeaba al pueblo g’onc como una caricia invisible y dolorosa; la memoria muerta y enterrada de un lugar al que llamaban hogar y al que jamás habrían de volver.
Tras la derrota definitiva, aquel pueblo atrapado entre las lanzas enemigas por delante y un mar vasto y espacioso por detrás, hubo de escoger entre la muerte por acero o el incierto cobijo que las entrañas de la tierra les ofrecía.
Y así se convirtieron en gentes grises, en moradores de la oscuridad, y pasaron a ser conocidos como los espeluncos. Con el tiempo sus canciones se volvieron tristes y apagadas, sus ojos se oscurecieron, se oxidaron y se pudrieron sus ganas de venganza, dando lugar a la resignación del vencido. Y los subterráneos pasaron de ser una solución temporal a una nueva y definitiva morada».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y David Esteban Andreu os lo agradeceremos.