Con un tono ágil y un ritmo narrativo creciente, El monstruo del tiempo es un thriller de misterio que sumerge al lector desde el primer capítulo en una apasionante peripecia, mezcla de realidad y ficción, con una permanente intriga que se desarrolla en la Ciudad del Turia… en la Valencia de nuestros días y de las últimas dos décadas. Además, la acción se trasladará también a la ciudad de Budapest; un seguimiento policial, dirigido por Raquel Vilanova hacia la persecución de Carla Cabrera: la diabólica mujer y su conexión con el crimen organizado. Ayudada por el don especial del olfato de Sandra y la formación y destreza de Adrián, Raquel intentará desentrañar los misterios que se ciernen en el entramado de esa red mafiosa.
El realismo de esta obra, al presentar de una forma aséptica algunos sucesos del universo que compartimos, hace que el lector conecte desde el principio con el argumento de la misma, aunque se verá sorprendido con la visión surrealista de determinados acontecimientos. El autor busca en algunos personajes reflejar; por una parte, la hipocresía social; y por otra, la necesidad que todos tenemos, en algún momento de nuestra vida, de asumir el rol que se esconde en nuestro currículum más oculto.
Aunque los cinco primeros actos pueden dar la impresión de ser cinco relatos distintos, todos ellos forman parte del planteamiento de la trama; la confluencia de los personajes surge en los capítulos siguientes, en los que tres mujeres serán las protagonistas de un desenlace totalmente inesperado.
Ella se miró al espejo y vio pasar su vida en unos pocos segundos. De pronto, sintió cómo esa máquina del tiempo la tenía atrapada, y a pesar de sus intentos por escapar, era consciente de que nadie había sido capaz de pararla… nadie logró ir hacia atrás. Sin embargo, de vez en cuando, tenía la sensación de que una poderosa fuerza sobrenatural se apoderaba de su cuerpo, convirtiéndole en una mujer distinta: con más fuerza, con más ímpetu… con otra personalidad. Aquellas cosas que su conducta y su moral le impedían realizar, ella las hacía cuando pasaba a ser otra persona y se dejaba llevar por los dictados del subconsciente.
¿Pero era Amparo quién en realidad actuaba, o era tal vez el espíritu de su desaparecida hermana el que se apoderaba de su mente? ¿Sería ese mismo espíritu el que se reencarnaba en su hija Carla? ¿Dónde termina lo que puede explicarse a través del método científico y dónde comienza la parapsicología? ¿Dónde termina la realidad y dónde comienza el delirio? ¿Dónde termina el pragmatismo y dónde comienza la intuición? ¿Pueden triunfar las fuerzas del mal o solo existe la inacción de los individuos buenos?
Todas estas preguntas invitan al lector a reflexionar sobre el ser humano y su comportamiento individual y social. Nadie es totalmente malvado, como tampoco la bonhomía nunca se da al cien por cien, pero las personas pueden cambiar en función del entorno que les rodea, ya sea este favorable u hostil.
El día en que Pablo Roncero transportó en su coche a esa chica, a quien conoció por medio de la plataforma Blablacar, nunca podría suponer que aquello transformaría su vida.
Todos los avances en las tecnologías de la comunicación han incrementado las posibilidades de relación, no obstante, son a la vez el foco de los grandes conflictos, así como el caldo de cultivo para la delincuencia organizada, los estafadores, los pederastas y los asesinos en serie.
¿Quién es el Monstruo en realidad?
Darío Navalperal, nació en Orcera, provincia de Jaén, es licenciado en Derecho y en Ciencias del Trabajo, dedicándose a la docencia en la materia de Formación y Orientación Laboral, en el Centro Integrado Público de Formación Profesional Ausiàs March de Valencia, localidad en la que reside actualmente. Su actividad como escritor se ha limitado a relatos cortos y a una novela publicada por la editorial Seleer, cuyo título es El eslabón roto, siendo El monstruo del tiempo su segunda novela. Ha colaborado también en algunas publicaciones docentes, tales como El proyecto educativo de centro, un instrumento para la calidad de la enseñanza (UNED centro asociado de Sevilla). En la actualidad publica un blog gastronómico-cultural con el fin de revitalizar la tradición del almuerzo valenciano: L’esmorzaret de Los Dalton Buidaolles; una forma de dar a conocer las costumbres huertanas y el entorno paisajístico de Valencia y las localidades limítrofes. Su enlace es: https://esmorzaret.blogspot.com.es/ .
«Porque, desde el principio, te atrapará en ese contraste de realidad y ficción, con un clima de intriga que acabará desentrañando un misterio, el cual tuvo su origen tiempo atrás, y que resurge en nuestros días para vengarse de determinadas personas o, tal vez, de toda la humanidad. Te identificarás aquí con las formas en que la gente se relaciona en la actualidad, y cómo en las redes sociales se esconden a veces esas otras redes del crimen organizado. ¿Existe la reencarnación, o son, simplemente, caracteres coincidentes lo que da lugar a personas idénticas?».
«La tarde estaba cayendo lentamente sobre el Jardín del Turia, con ese color rojizo tornasolado que proyectaban los rayos de sol sobre los monumentos más emblemáticos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Las sombras poco a poco iban ganando terreno a un sol, ya cansado de lucir, que dejaba una elevada temperatura en aquel húmedo y cálido día de verano en Valencia.
Una chica rubia y esbelta —que vestía con vestido vaquero bastante corto— arrastraba, no sin dificultad, una gran maleta roja de ruedas, en el momento en que el BMW color azul oscuro paró a su altura; en la misma rotonda, junto al Palau de les Arts Reina Sofía. La luna de la puerta delantera derecha descendió, pudiéndose ver a su único ocupante: el conductor del vehículo.
—¡Hola! ¿Eres Adela? —preguntó él.
—Sí, ¿y tú eres Pablo, el chico de Blablacar? —dijo ella.
—Sí, yo soy.
Sin parar el motor, el hombre alto, delgado y moreno; de unos treinta y tantos años, salió del coche para ayudarle a introducir la maleta en el maletero.
—¡Uff, cómo pesa esta maleta! ¿Qué llevas aquí, un muerto? —bromeó Pablo.
—No, solo ropa y algunos libros —contestó Adela, esbozando una bonita sonrisa.
Adela tomó asiento en la parte trasera del vehículo, sorprendiendo a Pablo; pues normalmente, todos los pasajeros que llevaba se solían sentar en el asiento delantero del copiloto, siempre que en este no hubiera otro ocupante.
—¿Ah, te pones detrás? —preguntó algo contrariado Pablo.
—Sí. No te importa, ¿verdad? Quiero dormir un poco —contestó ella.
—No, en absoluto. Puedes echarte y ocupar todo el asiento, pues no voy a recoger a nadie más.
—Vale, gracias.
Pablo Roncero era natural de Madrid y trabajaba en Valencia de lunes a viernes, en la sucursal de una importante entidad bancaria».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Darío Navalperal os lo agradeceremos.