Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Silas, el ermitaño, vive en una cueva en una zona montañosa adyacente a una ciudad a la que únicamente acude para adquirir libros. Su vida cambia en el momento en el que conoce a un pastor atormentado por la culpa, que le introduce en el lenguaje de los pensamientos. Silas sale de su aislamiento justo en el momento en el que sobre la ciudad-Estado se ciernen varias amenazas, de procedencia interna y externa. La ambición, la conspiración, la traición y el miedo a lo desconocido están presentes en un relato en el que el uso de ese lenguaje de conexiones empáticas se convierte en esencial para el destino de la ciudad «del color de la canela».
Javier Revelles nació en Granada en 1977. Es licenciado en Derecho y en Filología Inglesa y vive actualmente junto a su familia en Almería, donde ejerce como profesor de secundaria de inglés. Músico y aficionado a las lenguas y a la literatura, escribe las letras de sus composiciones y se inició en la creación literaria con los relatos cortos El hombre del sur y El collar de perlas. El ermitaño es su primera novela, ambientada en la misma ciudad del color de la canela en la que se ubican los relatos anteriores. Como autor, intenta escribir lo que le gusta leer: historias que cruzan la línea de lo que conocemos como realidad y que sorprenden al lector a la vez que lo hacen disfrutar.
«Cuando alguien comienza un libro seguramente busca un relato que capte su atención; unos personajes con los que pueda identificarse; un narrador que le cuente una historia que le parezca sugerente. En suma, busca un mundo distinto en el que habitar mientras lee. El ermitaño ofrece justo esto: sitúa al lector en una ciudad llena de colores, sonidos y sensaciones, en la que los personajes, movidos por motivaciones incontrolables, se ven obligados a enfrentar los giros inesperados de la trama. La novela lanza una pregunta que solo puede responderse tras su lectura: ¿es posible que haya un lenguaje de pensamientos que, “más allá de las meras habilidades telepáticas”, permita conocer las palabras e imágenes que representamos en el interior de nuestras mentes?».
«Rompían las olas en el acantilado. No eran grandes olas, pero golpeaban con fuerza, pues fuerte es siempre el choque entre tierra y mar en estos parajes. En lo alto, una figura se acercó al límite de la montaña. En el siguiente instante, que quedó como suspendido en el tiempo, la figura dio un paso atrás y cayó, empujada hacia el suelo de rocas. Se oyó un ruido sordo al que siguió un silencio.
Un marinero vio la escena desde la proa de su barco. Observó, de primeras, la altura y lo escarpado de la montaña; la caída, de segundas; la muerte, de terceras. El marinero saltó y nadó hasta alcanzar la playa. Allí, entre la arena y las rocas, y con el sonido del mar de fondo, corrió en dirección al cuerpo destrozado por la caída, el rostro brutalmente desfigurado. El marinero alzó la cabeza y vio otra figura en lo alto del acantilado. Finalmente, el marinero cerró los ojos del cuerpo sin vida y le hizo la señal de los dioses.
Desde lo alto, en efecto, otra figura contempló durante un momento la escena mientras los sonidos de los pájaros y del propio mar se mezclaban hasta fundirse. De ahí su nombre: pájaros de mar. Se dio la vuelta y salió del campo de visión del marinero, que hizo gestos a la tripulación. De acuerdo con el código ético de los marineros, tan antiguo como la primera de sus generaciones, procedía dar sepultura en tierra. Muerte en mar, cuerpo en mar; muerte en tierra, cuerpo en tierra. Él aún no lo sabía, pero acababan de llegar a una ciudad de la que se habían contado y se seguirían contando múltiples historias, algunas ciertas y otras legendarias. Puedo asegurarles que esta forma parte de las primeras, aunque ya saben que en ocasiones es difícil diferenciar lo real y lo inventado, pues el ser humano tiene tendencia a la imaginación. Les animo a que lean y saquen sus propias conclusiones».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Javier Revelles os lo agradeceremos.