Don Amalio y Bernarda son dos hermanos jubilados que viven juntos en un pequeño pueblo de la Sierra Norte de Guadalajara. La extraña relación de Bernarda con su padre y el odio hacia su madre les enfrentó desde muy jóvenes. Sin embargo, están obligados a compartir la casa familiar. Durante los últimos años, Bernarda, a quien todos llaman la Muda, ha manejado la economía doméstica de forma arbitraria. Ahora, después de buscar insistentemente, don Amalio por fin ha encontrado el dinero y las cartillas del banco, y junto con Goyito, el pastor, recupera el tiempo perdido entre alcohol, drogas y prostitutas.
Los vicios de don Amalio no son baratos, tampoco comunes y, por lo tanto, no resulta fácil conseguirlos en un pueblo pequeño y mal comunicado, pero el Viejo ha encontrado la forma de satisfacerlos a través del joven Carlos y de Iván, un proxeneta con sangre de reptil.
David Cruz Barrio nace en Madrid en 1977. Es diplomado en Filología Eslava y licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Su primera obra publicada, Dostoievski, un absoluto en la Modernidad, fue galardonada con el Premio Dámaso Alonso de ensayo 2006. También es autor del ensayo La recepción crítica de Dostoievski en España (2009) y de la novela Sentenza (2015). Una de sus últimas obras, La i griega, resultó finalista en el I Premio de Novela Albert Jovell (2015).
Actualmente trabaja como profesor de Literatura en talleres de escritura creativa.
«En el otoño del 2015, en un pequeño pueblo de la Sierra Norte de Guadalajara, un hombre de setenta y cuatro años salió arrastrándose de su casa en busca de ayuda. Estaba desdentado y tenía la cara ensangrentada, síntoma de que había sido golpeado con violencia. Dentro de la casa, la hermana del herido, de 76 años de edad y sordomuda (probablemente de nacimiento, aunque este dato aún no se ha podido confirmar), yacía en el suelo de la cocina. Le habían rajado el cuello de parte a parte.
Hasta aquí los hechos. El resto, es decir, la personalidad de los cinco personajes protagonistas y el retrato de una España rural que sigue albergando un tremendismo inverosímil, no puede ser más que posibilidad, conjetura o ficción.».
«Al Goyo no le importaba que la Muda mirase cuando se follaba a las putas. Al principio le pareció un poco raro, como a todo hijo de vecino, pero luego se acostumbró y se comportaba como si ella no estuviese delante, o, mejor dicho, como si ella no estuviese detrás, observando su culo blanco. Las chicas, por su parte, no decían nada (qué iban a decir); si acaso alguna que hiciese el amago de levantar la mano con la intención de señalar, o tal vez otra que no fuese capaz de apartar la vista. Pero entonces, el pastor les soltaba un buen sopapo para que se concentrasen en la faena y asunto arreglado. Siempre le había gustado que le mirasen a los ojos cuando se corría.
Sin embargo, el día que, tras hacer un escorzo para colocar a su gusto a la chica, vio de refilón los temblones y luminiscentes muslos de la Muda destacando entre el luto riguroso como un copo de nieve sobre el carbón, se le cuajó el semen.
Eso ya no le hizo tanta gracia. Una cosa era mirar, que a saber con qué intención lo hacía; y otra muy distinta era rebuscarse en la hendidura de la falda con aquel huesudo y retorcido dedo impregnado en saliva, que entonces la intención ya quedaba bastante clara.
—Pues es lo que hay. O eso o nada, Goyito, tú verás. Si quieres meterla en adobo… —le soltó el Viejo cuando le fue con el cuento—. No querrás que se meta en mi cuarto, que, además de estar hecho un saco de huesos y pellejos, soy su hermano.
—¿Y si se me acerca? —protestó el pastor.
—No digas gilipolleces, ¡cómo se te va a acercar! —Pero, a pesar de lo contundente de la respuesta, el Viejo se quedó dudando durante unos segundos—. Cagüendiós… —dijo contrariado—. Si se te acerca, vienes y me lo cuentas, pero no se te ocurra tocarla. ¿Estamos?».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y David Cruz Barrio os lo agradeceremos.