Una serie de asesinatos inusitados a miembros de la mafia comienza a llamar la atención de las autoridades, el principal sospechoso: Santiago, un policía ministerial ajeno a toda posibilidad.
Después de interferir ante un intento de secuestro que culminó en un trágico accidente y la muerte de las víctimas, Santiago comienza un proceso psicoterapéutico por orden del comandante Homero Romero. A lo largo de la historia, su terapeuta, el Dr. Paulo Holguín, lo adentrará a un pasado oculto en su mente que lo llevará a sospechar de sí mismo como el presunto asesino de sicarios del que todos comienzan a hablar.
La historia está basada en un contexto donde, la guerra contra el narcotráfico en el norte de México tomaba un rumbo estremecedor en el que, las personas vivían con miedo y resentimientos hacia un gobierno que pactaba con el crimen organizado, hasta el momento en el que, la transversalidad de esta guerra se atraviesa con un hombre que hará que todos en aquella ciudad comiencen a enaltecer a una figura más allá de la ley.
Lleno de intrigas, entrelazadas con varios personajes hacen de Asesino de sicarios un libro que te mantendrá al filo en cada página, y en donde, un giro completamente inesperado hará de la historia un thriller psicológico mucho más allá de lo predecible.
Originario de Chihuahua al norte de México, Adrián E. Núñez, ejerce actualmente como académico e investigador de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Influenciado por sus estudios de posgrado en psicología y neurociencias, el autor hace uso de su experiencia y conocimientos para describir a detalle las motivaciones que se desprenden de sus personajes.
En el 2008, se declaró formalmente la guerra contra el narcotráfico. Basado en las experiencias personales y de cercanos, se desprende la mayor inspiración para escribir esta novela. Llena de situaciones verídicas, Asesino de sicarios te adentra a los sentimientos de múltiples personajes que tuvieron que hacer cotidiano el miedo en una tierra dominada por el narcotráfico.
«Había transcurrido gran parte de la mañana hasta que, por fin, uno de los agentes hizo el llamado que todos esperaban. Justo ahí, sin haber hecho el menor intento de cubrirlo, se encontraba a la luz del mediodía el cadáver de un individuo, al fondo de aquel mar de inmundicia. Los policías bajaron por la pendiente, tardando aun varios minutos en descender. El cuerpo tenía varios golpes, sin embargo, podrían deberse al largo tramo que rodó cuesta abajo. Seguramente el asesino llegó en su coche hasta ese lugar y simplemente lo arrojó. El comandante Romero se acercó directo al rostro del occiso. Su expresión cambio. Santiago se percató de ello.
—¿Pasa algo comandante?
—Sucede que este sujeto es El Pochis, uno de los jefes de sicarios del Cartel de la Línea. De hecho, uno de los cuatro jefes que existen en la ciudad.
Nadie se atrevió a decir nada, pero todos tenían preguntas, la primera de ellas era: ¿Por qué el comandante reconoce a este individuo?
La agente Perea, siendo ella una de las más nuevas e inexpertas, anhelaba participar, pero la arrogancia del comandante Romero la frenaba. Así que tomó la sabía decisión de dirigirse a Santiago, rezando por no verse estúpida:
—¿Por qué debería de preocuparnos la muerte de este sujeto? ¿No es acaso bueno, terminar con tipos como este?
Santiago meditó un par de segundo.
—Lo preocupante no es el hecho del asesinato —comenzó a decir—, sino la forma en la que fue asesinado. Tiene tan sólo dos disparos con un arma corta. ¿Lo puedes ver, Perea? No es una forma común de matar entre sicarios. Ellos comúnmente lanzan una lluvia de disparos con una metralleta AK-47, el famoso cuerno de chivo. Además, los sicarios suelen rematar en la cabeza para evitar sorpresitas.
—Aunado a lo que menciona Santiago —intervino de buena gana el comandante—, el hecho de que lo hayan traído a este lugar para intentar esconderlo no es una práctica común entre las mafias. Esto nos hace suponer que quien lo asesinó no pertenece a ningún cartel, por lo que creo que sea un asesino inexperto.
—Eso quiere decir que el asesino es un civil —aportó la agente Perea.
—O algún policía —continuó Santiago—. Existe un pacto de no agresión entre el Cartel de la Línea y las dependencias de policía estatales. Pero eso no evita que pueda haber infiltrados que busquen desestabilizar.
Un pequeño brillo apenas perceptible resplandecía desde el interior de la boca del difunto. El comandante Homero Romero sacó de entre su gabardina un bolígrafo para indagar entre los labios resecos del muerto.
"¿Un reloj?"».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Adrián E. Núñez os lo agradeceremos.