Alborán es la parte más occidental del mar Mediterráneo. El dato se puede consultar en cualquier enciclopedia o página de internet. Lo que no se glosa tanto es que por ese pedazo de agua cruzan cada día hombres y mujeres que ya son cautivos antes de subirse a las pateras. Y de lo que aún se habla menos es de qué ocurre cuando esos hombres y mujeres son cazados y devueltos a sus países. O a otros países. Son los conocidos como Vuelos del Silencio. Alborán es el relato de John y Weah, decididos a llegar a España como sea. Y de Ellen, que los espera en Almería. Y de Juana, una policía un tanto particular. Alborán es un mar de personas metidas en un viaje de ida y vuelta.
Ernesto Pérez Morán nace en Salamanca en 1977 y es licenciado en Derecho y licenciado y doctor en Comunicación Audiovisual. Profesor de Cine en la Facultad de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, ha vivido y trabajado durante seis años en Colombia. Es autor de varios libros de divulgación y ha ejercido durante años la crítica de cine. Se estarán preguntando por qué un aburrido profesor de aburridas costumbres se lanza a escribir ficción… Pero es que hay historias que merecen ser contadas. Y si no lo hacen aquellos que lo harían mucho mejor que uno, no queda más remedio.
«Este libro no es una obra maestra. Tan solo cuenta una historia que lleva velándose, ocultándose demasiado tiempo. Cada semana despegan de España vuelos con repatriados que son devueltos a sus países de origen. En el mejor de los casos. Nadie quiere saber de ellos, nadie cree que allí haya una historia. Por eso Alborán da voz a los que cruzan, a los que les esperan y a los que les escoltan. Y lo hace de una forma cinematográfica, a través de escenas más que de capítulos. A través de una prosa directa y sin adornos. Porque en los vuelos del silencio no hay bebidas gratis ni almendritas para acompañar».
«La zódiac arranca fatigosa, desperezándose entre el agua amarillenta por el atardecer. Weah a su lado se adormila con el arrullo de las olas y John observa al que hace de capitán. Un tipo con una ridícula coleta, chaleco de safari, fornido y malencarado. Mira a todos como si les estuviera haciendo un favor, como si el mundo le debiese algo. John se percató de que no ayudaba a nadie al montarse a la barca, a pesar de que para todos era la primera vez que se subían a una zódiac. Nadie repite. Si lo consigues, porque ya has pasado. Si no, porque estás muerto. La tercera opción es la peor: que te cacen y te devuelvan. Observa a una mujer de mirada huidiza y vientre prominente, casi deforme. Debe estar a punto de salir de cuentas si no lo ha hecho ya. Cómo lo tendrá esa pobre mujer para no haber esperado. John se pregunta de dónde vendrá pero no identifica sus rasgos. A saber. Si al menos la oyese hablar…
Pero nadie habla. Los niños dormitan mientras cae el sol y los adultos contienen la respiración y observan al capitán como si fuera su salvador. Ese tipo cetrino es su esperanza, pero John sabe que si la cosa se pone fea, él será el primero en abandonar el barco. El primero de muchos, porque la lancha supera en más del doble su capacidad. John calcula que esa zódiac puede tener siete metros… 15 personas… Comienza a contar y entre adultos, niños, el piloto y el capitán allí hay 31 almas. No cabe un alfiler. Y la noche cae sobre ellos mientras deja de verse la costa marroquí de Nador».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Ernesto Pérez Morán os lo agradeceremos.