Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Augusto pensó que tenía el control de su vida, hasta que el caos lo obligó a soltarlo todo. En su caída, comienza un viaje intenso y doloroso que lo enfrenta a sus vínculos, sus deseos y su propio reflejo. Lo que parecía una crisis sin retorno se convierte en una transformación profunda, donde las ruinas revelan un poder olvidado. MAGIA no es solo una historia sobre sanar: es un ritual de autodescubrimiento, una travesía hacia lo esencial cuando todo colapsa. A través del quiebre, el dolor y la reconstrucción, esta novela ofrece una mirada íntima al viaje del héroe contemporáneo: un mago sin mapa que, para volver a sí mismo, debe primero desaparecer.
Paulo Mendoza. Nací en Lima, Perú, a inicios de la primavera de 1985. Estudié Ciencias Contables en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Publicidad en el Instituto Peruano de Publicidad. Sin embargo, fue el arte el que me llevó a encontrarme. Me formé como actor en el Conservatorio del Centro Cultural Peruano-Británico de Lima y luego en los workshops de R.Evolución Latina en Nueva York. Más adelante volé a Madrid donde me titulé en Interpretación en la RESAD y cursé el Máster en Teatro y Artes Escénicas en la Universidad Complutense. En 2017 recibí el tercer premio de dramaturgia en el Concurso Nacional de Teatro de Lima. Esta es mi primera novela, donde he volcado memorias, oficios y el deseo de un viaje como espacio de encuentro que dialogue con el otro desde lo íntimo.
«No, no es autoayuda. Tampoco es una historia de superación. Si alguna vez sentiste que tu vida se desmoronaba sin entender por qué, esta historia es para ti. Magia no te da respuestas ni fórmulas, pero te acompaña en el caos, en la herida, en el momento exacto donde todo se rompe y algo nuevo puede nacer. Augusto no es un héroe clásico: es un espejo para quienes cargan dudas, ansiedad, pérdidas o sueños rotos. Esta novela es un viaje íntimo, crudo y simbólico hacia el poder de reconstruirse desde las ruinas. Es un hechizo narrativo para quien necesita recordar quién es, incluso cuando todo parece desvanecerse.»
«—Eso sí. El que está con tu abuela no es tu padre. Es un hijo con su madre —dijo mi madre cuando me dirigía a la habitación. No lo entendí.
Al acercarme a la habitación pude comprenderlo. Mi abuela estaba con muchos aparatos en el cuerpo, la máquina del pulso sonaba constante y era el único ruido que había en la habitación. Mi padre estaba inmóvil, con lágrimas saliéndose de los ojos y solo tenía ambas manos sujetas a las de su mamá. Él ni siquiera se giró para recibirme. Estaba ahí sujetándose con fuerza, aferrándose a esa mujer que lo acompaño tantos días de su vida. A medida que vamos creciendo los mayores se van marchitando dentro de este ciclo de muerte y vida, yo la había visto como una señora guapa y muy arreglada, no me había fijado, pero pronto dejo de dar pasos largos y demoraba casi cinco minutos para andar diez metros, y eso la hacía fatigarse, por eso pasaba largas horas sentada en el jardín o viendo la tele, únicamente cuando estaba mi papá salían a pasear o a comer a la calle, en una cita, como dos enamorados. Ahora estoy viendo un hombre frágil y vulnerable, aferrándose hasta el último minuto, ese hombre que siempre había sido mi héroe todo este tiempo y se había mantenido como un pilar fuerte en mi vida, se desmoronaba, se rompía el cristal que lo cubría y se dejaba ver lo que es realmente, solo un hombre.
—Se va mi alma gemela y me deja solo —dijo mi padre mirándola. Las lágrimas me empezaron a brotar de los ojos, sin poderlas contener. Dicen que el desamor te rompe el corazón, yo creo que se me rompió justo en este momento y no fue por desamor, al contrario, fue por el inmenso amor que había en esa habitación. No abrazaba así a mi padre desde hace varios años, creo que desde que era pequeño, porque cuando llega la adolescencia crees que esas cosas no son propias de un hombre, y poco a poco te vas endureciendo y alejando de ese calor, que si es amor verdadero. Me quedé ahí abrazándolo, en silencio, él me cogió la cabeza con una de sus manos, y me la acarició. Salí sin decir nada, casi sin respirar, conteniéndome lo más que podía, unos metros más allá estaba en el suelo llorando.
—Tranquilo. ¿Le diste un abrazo? —me dijo mi madre que se sentó a mi lado.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Paulo Mendoza os lo agradeceremos.