Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Cáscara da cobijo a una colección de relatos que transita desde el realismo mágico hasta la ciencia ficción existencialista o la sátira social, desafiando fronteras narrativas y confluyendo en el concepto que unifica la obra: la cáscara como metáfora de lo que nos protege del exterior, pero también nos aísla y nos impide sentir y entregarnos al mundo en libertad. Sin embargo, esta coraza no es siempre figurada y así, las máscaras y disfraces, las pieles ajenas o impostadas, los muros, refugios, jaulas, teatros, cajas chinas o matrioskas son artilugios usados por los personajes, al borde del abismo entre la realidad y la ficción, para camuflar deseos clandestinos o desfigurar su identidad a la vez que anhelan integrarse y salir del cascarón de soledad en el que habitan.
Nací en Puertollano (Ciudad Real) una noche de febrero de 1982. Una gran nevada había destrozado nuestro tejado y mi madre se puso de parto. Yo aún no llegaba al séptimo mes en el útero materno y salí al mundo en un golpe de suerte. Crecí como un niño parlanchín e imaginativo, siempre ideando juegos y fantaseando, tiza en mano, con cambiar las aceras del barrio en milagrosas realidades.
Me licencié en Filología Inglesa en la Universidad de Castilla-La Mancha y unos años más tarde oposité y conseguí plaza como profesor de lengua extranjera. Paralelamente, he dedicado mi tiempo libre a explorar el arte de la creación de manera multidisciplinar. He escrito y dirigido varios cortos y he colaborado en revistas literarias hasta culminar en Cáscara, un proyecto que empezó siendo un perfil de microrrelatos en Instagram y que ha terminado en un libro con personalidad propia, influenciado por los autores que más admiro (Paul Auster, Italo Calvino, Kurt Vonnegut, Murakami, Bukowski…) e inspirado también por el séptimo arte, que tanto amo y al que tanto le debo.
«Cáscara no es una colección de relatos al uso sino un laberinto de emociones que descubrirás como un mapa de historias dentro de ciudades imaginarias. La supervivencia de la especie en El hogar en llamas, la distorsión de una vida perfecta pero falsa (Kabuki) y la oniria de El efecto Kuleshov o Dúo construyen La ciudad permutable. La narración en abismo de Una matrioska siria, el peculiar multiverso de (Nos)otros o la distopía de Romper la piel conforman La ciudad replicante. La ciudad ilusoria recoge Matar al pronóstico, donde se quiebra la barrera entre ficción y realidad. Y si Cabeza de Chorlito y Contamíname alivian el tono existencialista del conjunto Antrozoológico te conducirá a una pasión interespacial y El balneario de los tristes a una incómoda reflexión sobre el placer como terapia contra el sufrimiento. Contraportada envuelve finalmente la cáscara a modo de epílogo, regresando a la antítesis del hogar como inicio y final de ruta».
«La madre ha dejado de escuchar los improperios, se saca un pañuelo del mandil y se cubre la herida de la cabeza. El tejido se empapa enseguida de un rojo escarlata. Tadashi fija sus ojos sobre él. Es del mismo color que el vestido de Hibari. Y también el de la bandera nacional, el de las puertas de los templos y la piel de su padre-bestia. Se escucha a través del televisor el aplauso unánime del público tras la actuación. Y su gimoteo entrecortado. El hombre clava la vista en el muchacho arropado por los brazos maternos. Y no soporta que estén tan unidos. Odia que se protejan tanto el uno al otro y hayan hecho de él un enemigo en su propio hogar. Saca un cigarro con desprecio y fuma de manera impulsiva. Expulsa humo de su boca y su nariz de manera acelerada e inusual. Humo y llamas. La madre lo recoge en su regazo y acuna al niño como cuando era un bebé. Un bebé de piel enrojecida también. Aka-chan, aka-chan, le susurra bajito. —Ya está, hijo mío. Ya está… Al escucharla, él arroja con un exagerado gesto la colilla y se precipita hacia ella con un último bramido.
—¡No es un hijo, estúpida! ¡Es un desgraciado demonio!
¡Zas!El impacto seco y firme de la mano abierta sobre la mejilla de la mujer la hace tambalearse. Para entonces, el público ha interrumpido los aplausos, la lluvia ha cesado y Tadashi ha enmudecido de la conmoción. Es el mismo silencio amargo de las tardes después de la contienda.
—El niño no se mueve… —La madre se quiebra con un grito desgarrador. Agita al pequeño agarrándolo de los brazos mientras ignora la quemazón sobre su cara. —¿Me oyes? —se dirige con amargura al hombre-bestia. —El niño no se mueve… —Repite una y otra vez sacudiéndolo —El niño no responde… no se mueve… no habla.
Aguanta enterrado en la profundidad de la nieve —Se dice a si mismo el pequeño Tadashi. Y afuera el humo recubre su cuerpecito amedrentado. También las llamas del demonio avivan su memoria de golpes. Y se odia por ello. Por no ser como sus compañeros de colegio, por llevar la desdicha a su familia y causarle un inmerecido sufrimiento a su madre, la mujer-cáscara que lo protege de la bestia. Niño malo, niño demonio, niño extraño. El humo le reprocha al oído. Y quizá esté en lo cierto. Aguanta —se dice ese día. Y al siguiente. Y al otro. Pero ya van muchos, tantos días que su cuerpo se ha estirado, ha crecido hasta convertirse en un púber ahumado por el tabaco negro de la bestia y ya no puede cobijarse en el regazo materno. Aguanta —se recalca, medio entonando la melodía perdida de Hibari. Pero Hibari ya hace tiempo que dejó de sonar. La música es ahora una dedicatoria menospreciada de su inconsciente. Y mamá-cáscara, después de muchos golpes, termina por romperse.
¡Crack!».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Javier Adán os lo agradeceremos.
