Cuando el joven bibliotecario comenzó a trabajar en una pequeña población, donde se encuentra la iglesia en la que está enterrado el escritor Francisco de Quevedo, no podía imaginar el periplo que le esperaba, a lo largo de su vida, hasta resolver el misterio de un manuscrito perdido durante más de 350 años. Tampoco podía sospechar que el mismísimo Quevedo recurriera a él, y a un extraño grupo de bibliotecarios especialistas en libros raros y antiguos, para desentrañar un enigma en el que estaba en juego el honor del propio escritor.
Antonio Luis Galán Gall nace en 1964, en Ciudad Real. Licenciado en filosofía por la Universidad de Salamanca, es bibliotecario y, en la actualidad, dirige el área de bibliotecas de la Universidad de Castilla-La Mancha. Ha publicado seis novelas: Del breve ejercicio de vivir (2002), ¿Cuál es el problema? (2005), Papaveri (V Premio de Novela Corta El Fungible, 2013), Duelos (y también quebrantos) del general Pancho Aguilera (2014), Imagínate lo que dirían (2017) y Memorial del niño de la reliquia (XXXIX Premio Carta Puebla, novela corta). Además de un libro de relatos: Algunas muertes tontas (2015), y varios relatos en volúmenes colectivos. Con motivo del centenario de Francisco García Pavón, coordinó el volumen de relatos A la sombra del maestro 21 escritores se pavonean, en homenaje al gran escritor de novela policíaca.
Ha recibido algunos premios como «El Fungible» de novela breve 2013, el «Carta Puebla» de novela corta 2017, o el VIII premio «Tierras de León» 2019 por la novela, aún inédita, Babancho.
«El culo del rey es una divertida y curiosa novela, repleta de misterios y de sospechas, donde un Quevedo redivivo utiliza a un grupo de extraños bibliotecarios, para encontrar y sacar a la luz un viejo manuscrito suyo, todavía inédito. Entre los años finales del siglo XX y los primeros del XXI, el gran escritor se valdrá de algunos de los mayores especialistas en libros antiguos, manuscritos e incunables de España, para poner a salvo el honor de su señor, el duque de Osuna, vengando con ello sus rencillas con el conde-duque de Olivares. Una pelea de poderes del siglo XVII resuelta 350 años después».
«Del culo del rey no se habla, aún menos se escribe, y con menos razones todavía cuando quien lo hace es el secretario mismo de su majestad.
Así me lo dijo el conde-duque, con esa pompa tan estirada, que parecía que estaba eternamente posando para un cuadro del pintor de cámara, el señor don Diego Velázquez, o convertido ya desde entonces en una estatua del mismísimo Leoni. Me lo decía en la antecámara de Felipe el Grande, mi señor y el suyo, mientras esperábamos a que el rey terminara sus abluciones matinales, siempre tan difíciles y horrendas, y se dignara recibirnos.
El conde-duque, tan pretencioso, que utilizaba sus dos títulos como si fueran solo uno, y así se sumaran sus dignidades y valiese el doble que un conde o el doble que un duque. Igual que si esa señora que anda por ahí con los pelos tan airados, se hiciese llamar señora duquesa-condesa-marquesa-baronesa y no sé cuántas cosas más, pues tantas son sus dignidades, y, sin embargo, se conforma con presentarse por la más notable de todas: duquesa de Alba, que a mucho merecer del título tiene, y es ya suficiente.
Pero no. El petrificado petimetre pretencioso don Gaspar, no podía conformarse con llamarse señor conde o señor duque, que no era ninguno de los títulos dignidad suficiente para tan alto caballero. Tan alto y tan gordo, y tan grosero y tan fútil, que nada habría sido en esta vida, o mejor digamos en aquella, que son ya siglos los años pasados, si el gran señor que fuera el duque de Lerma, no le hubiera servido de estribo para subirse a la silla de las vanidades.
Y así se lo pagó, mandándole a sufrir presidio, y a mí con él de paso, por el único motivo de las envidias que le despertaba la nobleza de aquel verdadero señor. Y, si yo alguna vez escribí o dije cosas altas del de Olivares, juro que no fue nunca por convicción ni admiración ni asombro, sino por la sola necesidad del momento, y evitar sus venganzas, que eran siempre bien cumplidas».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Antonio Luis Galán Gall os lo agradeceremos.