¿Se trata de la desaparición voluntaria de una joven o detrás de esa fuga se esconde algo más terrible? El nuevo cliente que acude al despacho del detective privado, Ariel Gil y de su compañero, Rómulo Noguerón, contrata sus servicios para un caso, aparentemente, sencillo, pero que se torna en uno de los desafíos más complicados a los que se hayan tenido que enfrentar: La desaparición de Trinidad y el asesinato de su novio, Toño. Dos jóvenes de etnia gitana, residentes de un barrio suburbial donde la droga y la delincuencia campan a sus anchas, y en el que viven rodeados por unos personajes que convierten las relaciones familiares en vínculos opresivos y atávicos. Como colaboradores del inspector de policía nacional, Sebastián Postigo, nuestros héroes quedarán atrapados por la tela de araña que conforman el barrio de «La Yerba» y el poblado chabolista de «La Hueva». Dos escenarios en los que se tendrán que enfrentar a peligrosos delincuentes y en los que se desarrollarán violentos enfrentamientos que les conducirán a una enrevesada trama de consecuencias inesperadas.
El lector, página tras página, irá descorriendo velos tras los que descubrirá a los verdaderos protagonistas de esta novela: la muerte y la venganza.
José Antonio Corrales Ponce de León (Elche, 1965). Es inspector de policía local, licenciado en derecho y diplomado en criminología. Durante los años de plomo de la década de los 90, desempeñó su tarea en el servicio nocturno de seguridad ciudadana, del que acopió impactantes experiencias.
Amante del género negro, es admirador de grandes clásicos norteamericanos como, Raymond Chandler, Dashiel Hamett, Chester Himes o de autores españoles como, Mariano Sánchez Soler, Manuel Vázquez Montalbán, Andreu Martí o Carlos Zanón. Dirige en Radio UMH el programa «Dossier Crimen», dedicado al mundo del crimen, la música jazz y el género negro. Y comparte su labor profesional con el amor a la creación literaria. Ganador del IV Concurso de Novela Negra «A Sangre Fría» 2020, con la novela Robar, matar y destruir (Ápeiron Ediciones, 2020). Finalista de «La XII Edición de Relatos Urbanos 2018» (ECU, 2019), formando parte de la publicación conjunta de la obra con el relato «La Casa Cerrada». Autor del libro de relatos de género negro, Te cambio mi vida (ediciones Frutos del Tiempo, 2019). Invitado en la «Semana Negra de Gijón 2020», en donde presentó su novela Robar, matar y destruir. Finalista del Premio «Café Marfil» (Elche, 1991), con el poemario Elinda y el recuerdo. También autor de varios poemarios no publicados. Además es autor de varias publicaciones de no ficción en el ámbito de su profesión de policía.
«Amigo lector, en esta novela no va a descubrir lugares sofisticados, ni serenas deducciones detectivescas sumergidas en el sinuoso humo de una pipa. Tampoco se van a resolver crímenes con la tranquilidad del detective que desentraña hipótesis mientras su cuerpo se recuesta en un confortable sillón. Muy al contrario, de la mano del detective Ariel Gil, el lector se va a adentrar en un mundo bizarro y racial, aliñado con las duras historias familiares y sociales que pueden descubrirse en muchos barrios y poblados chabolistas de nuestras grandes ciudades. En ese contexto presidido por el olor a humo de las hogueras y el hedor de inmundicia por doquier, descubrirá a unos héroes que tratarán de hallar la verdad en medio de los más abyectos sentimientos de odio y violencia que pueda albergar la condición humana.
Como comprobará a lo largo de sus páginas, las historias de Ariel Gil y su compañero Rómulo Noguerón no discurren a través de páramos nebulosos ni bajo ventanas apuntadas de castillos góticos. Sus investigaciones se desarrollan en paisajes más cercanos y reconocibles de nuestro entorno. Espero que disfruten con este caso y con las próximas aventuras que irán saliendo la luz, a través de los ojos del detective Ariel Gil y su ayudante, Rómulo».
«Aunque Toño conocía la trascendencia del paso que iban a dar, salió de la habitación a través del agujero, consciente de estar quebrantando reglas tan ancestrales y atávicas como para que de esa fuga de enamorados no hubiera consecuencias. Pero en ese momento no le importaron ni las reglas transgredidas ni ese manojo de horas nocturnas sin pegar ojo. Mientras se desperezaba, consideró que tampoco sentía excesivo sueño. Su vejiga estaba a punto de estallar. Avanzó entre penumbras y escombros, buscando un sitio donde poder aliviarla. Tropezó en varias ocasiones y se lamentó otras tantas de no haber cogido una linterna. En medio de la oscuridad creyó que sus pies habían adquirido una extraña autonomía, marchando por ese suelo tan irregular como si estuvieran desconectados de su propio cerebro. Avanzó titubeante hacia la salida del edificio con las manos por delante, descorriendo velos de tinieblas. Musitó un solemne: ¡Pararos! Y su marcha se detuvo. Estaba satisfecho de mantener todavía el control sobre sus piernas y de que éstas obedecieran a una orden tajante como aquella. Se rió para sus adentros y achacó esos tontos pensamientos a los últimos retazos de la melopea de la noche anterior: mucho calimocho y algunas cervezas.
Giró sobre los talones para mirar hacia lo más oscuro del local. Allí, en ese rincón oculto, había pasado la noche con Trini. Continuó su marcha. Ya a escasos metros de la salida, le confortó ir dejando atrás el hedor emanado por toda la porquería de alrededor y decidió terminar cuanto antes, pues volvía a invadirle el irrefrenable deseo de regresar junto a su chica. Enmarcó su cuerpo en el vano de la puerta y empezó a bajar la cremallera de sus pantalones. Los primeros rayos de ese octubre pujante lo cegaron con su resplandor, impidiéndole ver una sombra precipitarse contra su cabeza. Un zumbido rasgó el aire. ¡Zas!
Un sonido seco como si acabase de estallar una palomita de maíz gigante y la sensación de haber cogido una borrachera a la velocidad de la luz, no le impidieron entender que acaba de recibir un fuerte golpe en el cráneo. Intentó levantarse, pero ahora sus piernas no le obedecían. Enfrente, una sombra erguida, imprecisa, se balanceaba de un lado a otro como una aparición etérea y espectral. Con una tranquilidad profesional se plantó delante y le golpeó con más furia».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y José Antonio Corrales Ponce de León os lo agradeceremos.