Agonizando sobre la acera, tras un salto breve y un impacto mortal, Guzmán suspira sus últimas palabras: se lo di todo. La ruina de un divorcio injusto y una mujer vengativa, lo han llevado al límite. Mientras tanto, sus amigos de toda la vida, hijos de baby boom de una España en Transición, criados en la cultura del esfuerzo y la camaradería, descubren que sus valores ya no tienen sentido, que el mundo moderno los ha atropellado, y solo pueden aferrarse a un sentido del deber tan antiguo como la propia Humanidad.
José Vilaseca es diplomado de Educación Infantil y licenciado en Pedagogía por la Universidad de Valencia, y técnico de Servicios Sociales en el CMSS Nazaret. De igual modo, es colaborador en radio (Play Radio Valencia 107.7 – Onda Cero Valencia – CV Radio Valencia), con diversas secciones sobre rarezas, temas sobrenaturales, curiosidades y leyendas locales, así como de política y sociedad en general.
Ha cultivado muy distintos estilos literarios, ganando el VIII Certamen de Novela Histórica Ciudad de Valeria (Cuenca), en el año 2012, así como el I Certamen de Relato Salvador Regüés del Levante U.D en 2015; en septiembre de 2019, también fue agraciado con el Certamen Cuenca Histórica. Apasionado de la historia y tradiciones de su tierra, fue durante dos años Secretario General de la Junta Mayor de la Semana Santa Marinera y es colaborador del proyecto Lo Cant de l’Estoreta de la Falla Blocs – Platja, habiendo realizado distintas exposiciones, conferencias y charlas en entidades culturales de Valencia.
Ha publicado los siguientes libros: Padre muerte (2009 – Grupo 85), Sidi: mi señor (2012 - Alfonsípolis), Historia de Valencia en pildoritas (2015 - Sargantana), Tierra muda (2015 - Edisi), Historia del Reino de Valencia en pildoritas (2016 - Sargantana), Gladius hispaniensis (2017 - Sargantana), Historia de Alicante en pildoritas (2017 - Sargantana), Historia de Murcia y Cartagena en pildoritas (2018 - Sargantana), Historia inventada de Cataluña (2019 - NPQ), 110 historias del Levante UD (2019 - Sargantana).
«La novela explora, a través de una crítica fresca y llena de sarcasmo, la sociedad actual y la nueva ola de feminismo desde la perspectiva masculina, golpeada por una serie de contradicciones. Las relaciones de pareja, el divorcio, la infidelidad y la crisis de la mediana edad, vistas desde el prisma de un grupo heterogéneo de amigos que velan a uno de los suyos, mientras tratan de ofrecerle un entierro digno tras un imprevisto suicidio. Un relato ágil y divertido, que no elude temas polémicos, y que reta al lector a participar en el debate que se intuye entre líneas».
«Me volví hacia Lada. Su sonrisa, como la de todas las mujeres, era enigmática. Sabía que, tras aquellos labios, podían esconderse caricias y reproches. En una misma conversación, me había señalado como un hijo de puta como todos los demás y como el hijo de puta que quería llevarse a la cama y que le hiciera de todo, y varias veces. Caminaba por el filo de la navaja, entre unas horas de sexo desenfrenado y un ingrato vete a la mierda.
¿Saben cuál es mi problema? Que estoy justo en esa edad en la que mi integridad vale más que un coño.
Así que, dirigiéndome al camarero, le comenté:
—Por cierto, siento lo del vaso.
—¿Qué vaso? —preguntó.
Miré de nuevo a Lada, con su horrible peinado a lo Hannah Montana, esas facciones aún agradecidas y esas piernas contorneadas de quien lleva veinticinco años en el mundo adulto y te puede enseñar latín si le apetece. Y, levantando la voz más de lo necesario, haciendo que todos los parroquianos se volvieran hacia nosotros, comenté:
—Lada, tesoro, una pregunta: ¿en qué parte de ser una lesbiana feminazi con envidia de pene, encaja ponerte a cuatro patas para que te dé lo tuyo y lo de media docena más?
Su rostro se inflamó al instante. Cogió el vaso de tubo donde se había servido la cerveza y lo arrojó hacia mí con todas sus fuerzas. Lo esquivé como buenamente pude, apartándome a un costado en el último instante; reventó contra el borde de la barra con gran estrépito, y fui alcanzado por una diminuta lluvia de esquirlas brillantes.
Miré al sorprendido camarero y señalé con un gesto de la cabeza la musca que había dejado sobre la madera desgastada y los fragmentos de cristal desparramados por la barra.
—Ese vaso —concluí, dando media vuelta y marchándome, mientras la mujer con la que había estado a punto de acostarme me gritaba toda suerte de insultos, presa de un ataque de nervios… o de cuernos, tanto daba».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y José Vilaseca os lo agradeceremos.