Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Morir no es fácil. Pero se puede simplificar, hay un atajo. Este es el argumento con el que las Moiras pretenden convencer a Rémy para que acepte que ha muerto y cruce la Puerta del Cosmos por propia voluntad. Pero Rémy no lo acepta. No está dispuesto a renunciar a su vida. Dejó pendiente redactar un informe en la oficina, tiene una hija a la que adora y que lo está esperando a la salida del colegio… ¡No está preparado para morir! ¿Quién lo está? Antes de despedirse de este mundo, deberá realizar su Tránsito particular. Un recorrido por diferentes escenarios de cuento en los que fantasmas de su pasado lejano y reciente se le aparecerán como una reflexión sobre el sentido de su vida, una vida que no es tan gris como él cree.
Mi nombre es Nacho Rodríguez, nací en el 73 (echad cuentas) y soy licenciado en Filosofía, aunque trabajo desde hace mucho como ingeniero informático. La escritura de software forma parte de mi día a día, pero la otra, la creativa, ha sido mi hobby desde que contaba apenas 16 años y me regalaron una máquina de escribir eléctrica. ¡Cómo me gustaba aporrear sus teclas y escuchar la campanilla de fin de línea! Desde entonces, he asistido a numerosos talleres de escritura creativa. Uno de los mejores aprendizajes que me he llevado de ellos es que la narrativa es un oficio solitario que solo adquiere sentido cuando es compartido. Creo que eso es lo que más me motiva para escribir: contar historias. A lo largo de estos años, he escrito muchos relatos de mayor o menor extensión. Tránsito es mi primera novela.
«Shrek decía que los ogros tienen capas. Admiro las historias que son capaces de ofrecer diferentes niveles de profundidad, en función de los ojos que las lean. Mi intención ha sido que Tránsito permita al lector diferentes lecturas. Que se pueda disfrutar como una novela de aventuras, con sus escenarios variados, sus conflictos y sus giros. Entretenimiento. Y que, al mismo tiempo, admita otra interpretación, una en la que se reflexione sobre el amor, la amistad, la muerte… Su personaje protagonista carga con la mochila de un trabajo rutinario, un mal divorcio y las inseguridades de un padre primerizo. Podría ser cualquiera. He intentado dar a esa vida ordinaria una luz de fantasía en la que realidad y ficción se den la mano y caminen juntas. ¡Ah! Y contiene algún que otro huevo de Pascua ;)».
«Se le destaponan los oídos. No se había dado cuenta del silencio que reinaba en el Túnel. Ahora, un murmullo de actividad le llega desde todos lados. Baja el brazo con el que se cubre los ojos e intenta mirar, poco a poco. A medida que se acostumbra, se le va definiendo el nuevo entorno. Es un espacio muy amplio, con bancos, paneles informativos y un trasiego de gente que viene y va. Al fondo, hay una balconada con acceso a otros niveles. Recuerda a un aeropuerto en el que Rémy acabase de salir por la puerta de llegadas. Justo enfrente, alguien sostiene un cartel que reza Remigio Ruiz. Es una mujer joven. Está erguida, junto a un maletín apoyado en el suelo. Viste un traje de ejecutiva con falda gris marengo y blusa blanca. Moño alto. Tiene un lunar sobre la comisura del labio. A Rémy le llama la atención la sonrisa impostada que le dirige.
—Señor Remigio, le doy la bienvenida a Tránsito. Sígame, por favor.
Quiere preguntarle dónde se encuentra, cómo ha llegado hasta allí, pero ella no le da pie. Recoge el maletín y se pone a caminar con paso acelerado. En ningún momento vuelve la cabeza para comprobar si Rémy la sigue. Él tiene que esforzarse para no perderla entre la gente. Todavía tiene el pulso acelerado por la escena del Túnel. Llegan a la balconada, de la que bajan unas escaleras mecánicas. La mujer se coloca en uno de los peldaños, dándole la espalda mientras el mecanismo de la escalera se la lleva.
Rémy se queda petrificado. Desde la balconada, puede ver todo el espacio del centro del lugar. Es enorme. Hay diferentes atrios desperdigados por múltiples niveles, pero no hay un arriba ni un abajo. La gente camina por lo que desde su posición serían inclinaciones imposibles, paredes o incluso techos. Un enramado de escaleras se entrecruzan conectando cientos de plataformas. Se retuercen sobre sí mismas en determinados tramos, cambiando la referencia de lo que sería el suelo. Parece la versión gigante y mecanizada de una litografía de Escher.
La mujer ha llegado al final del tramo de escalera, a una plataforma con varios bancos ocupados y un panel informativo. Se vuelve y lo apremia con la mirada para que baje hasta donde está ella.
Lo hace. Mientras el mecanismo se mueve y desciende a través de ese sinsentido espacial, Rémy se agarra a la barandilla para no caerse por el mareo.
—¿Dónde estoy? —pregunta cuando llega a la altura de la mujer.
—En Tránsito. Ya se lo he dicho, Remigio. Esto es el Vestíbulo, donde se congregan las llegadas y las salidas. Debe usted partir cuanto antes. Busquemos su Puerta del Cosmos».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Nacho Rodríguez os lo agradeceremos.