En el final de su brillante carrera policíaca, el detective Spencer Hill se hace cargo del que será uno de sus últimos casos: la desaparición de una estudiante de la Northwestern University de Chicago, que no será más que el punto de partida de una serie de crímenes atroces, obra de un demente, que le llevarán al límite tanto en lo profesional como en lo personal. Un viaje al interior de la mente de un psicópata, que ayudado por la doctora Newman, le llevará a descubrir lo peor del ser humano, pero también lo mejor de sí mismo.
Álvaro Barrera Pulido nació en Madrid en 1973, aunque siempre ha residido en Andalucía. Estudió Ciencias Exactas en la Universidad de Sevilla y actualmente es profesor de Matemáticas y director del instituto Carlos Cano en Pedrera, donde ha fijado su residencia. Estuvo trabajando seis años en Debrecen (Hungría) como profesor, hecho que supuso un gran enriquecimiento, tanto en el plano personal como profesional.
Aunque su gran vocación es la enseñanza, desde hace unos años se animó a escribir y fruto de ese impulso surgió su primera novela, Rojo y Gris.
«Rojo y Gris es una novela que pretende atrapar al lector desde la primera página, sorprendiendo en el final de cada capítulo, y haciendo que quieras seguir avanzando en la historia. El dolor, la maldad y la obsesión personalizado en terribles asesinatos se mezclan y confunden con el amor, la pasión y el deseo para crear una atmósfera de incertidumbre y tensión que desembocará en situaciones límite que pondrán a prueba el espíritu humano».
«Aunque hacía ya muchos años que Howard Hudson había dejado atrás su juventud, la cabeza le daba vueltas igual que en aquellas mañanas de domingo de resaca después de un sábado de fiesta. Recordaba bien la sensación, incluso los remedios caseros para mitigar las consecuencias del alcohol y que nunca funcionaban. Tardó unos segundos en ubicarse: estaba en el despacho y sentado en su sillón reclinable. Afortunadamente las luces estaban apagadas y la estancia quedaba iluminada por la tenue luz de la noche que se filtraba por las ventanas. De otra manera el dolor de cabeza habría resultado casi insoportable. Curiosamente no se había percatado del hecho de que estaba completamente desnudo, ni de que estaba fuertemente atado a su cómodo sillón, ni siquiera de que una figura le observaba desde una esquina de la sala. Tampoco reparó en el trípode con la cámara de vídeo que le enfocaba. ¿Qué significaba todo aquello?
La figura de la esquina encendió el interruptor de la lámpara y todo cobró sentido. Las piezas no tardaron en encajar en la arrugada cabeza del rector Hudson, y sin poderlo evitar, un hilo de orina corrió hacia sus tobillos, manchando el caro parqué.
–¿Qué significa todo esto? –Acertó a preguntar.
–Esto es justicia, Howard. –La voz detrás de la máscara sonaba distorsionada, imposible de identificar.
–¿Justicia?, no comprendo. ¿Quién es usted? –La lucidez y el miedo asomaban por su mente a partes iguales
–Soy el portador del equilibrio, el que pondrá paz en tu vida. –Respondió.
–No he hecho nada malo y no entiendo a qué viene todo esto. ¿Se trata de algún tipo de broma? –Sabía perfectamente que no era así».